Había un tiempo en que no existían los videojuegos y en que
la televisión era un canal en blanco y negro que emitía sólo unas cuantas
horas al día. La vida estaba en la calle y por supuesto también los juegos
y la diversión. Los fines de semana, los festivos y los días de vacaciones
se convertían en una aventura diaria. A veces los juegos venían marcados
por la llegada al quiosco y a las tiendas de los boliches, las estampas de
la nueva Liga de fútbol o algún artefacto juguetero, generalmente tirando
a cutre, que regalaran por un par de paquetes de chicles o unos cuantos
envoltorios de caramelos. |