No es RAFAEL BENTO el poeta capricho tomado para cumplir con una tarea
impuesta. El haberlo elegido como tema, surgió del interés que desde
hace tiempo hemos mostrado por conocer y difundir la vida y obra de
aquellos hombres que supieron hacer honor al lema de su ciudad: LA MUY
NOBLE Y CULTA CIUDAD DE GUÍA; al mismo tiempo que con ellos se cumplía
la leyenda del escudo heráldico: ESTRELLA Y GUÍA DE GRAN CANARIA.
El nunca bien ponderado imaginero Luján Pérez; el insigne Diputado y
Presidente de las Cortes de Cádiz, Canónigo Gordillo y el poeta objeto
de nuestro estudio, forman el trío de ilustres guienses que, en la
primera mitad del siglo XIX, encabezan el arte, la política y la poesía
de la Isla.
Nos animó mucho a emprender la tarea, el ver que aún hoy permanecen, en
la memoria de nuestros mayores, algunos ripios y sonetos de Bento. Más
si cabe, al comprobar que D. Agustín Millares, en su “Bio-bibliografía”,
hace extensa nota de su obra, casi toda conservada en manuscritos en el
Museo Canario y a los que no hemos tenido acceso por estar reservados,
con anterioridad, para la tesina que sobre el poeta prepara D. José
Évora Molina.
Por eso nos hemos limitado a guiarnos por lo ya impreso (que es poco) y
por el comentario a sus obras que hace Millares Torres en su “Biografía
de Canarios célebres”.
Pero aún así, ha sido necesario limpiar el polvo que cubre su nombre y
lanzarlo al conocimiento de las gentes. Ha habido que remover un poco el
silencio denso que se ha ido acumulando en su torno.
La benevolencia y comprensión de los lectores, dirán si el esfuerzo ha
valido la pena.
Introducción
Los últimos años del siglo XVIII, marcan el resurgir de la
literatura española, de la mano de talentos como Meléndez Valdés, Los
Moratines, Jovellanos y el gran lírico Manuel José Quintana, quienes la
fueron guiando por el verdadero camino de la inspiración y el
sentimiento.
Si bien este movimiento se vio coartado y paralizado bien por la
suspicacia del clero, del capricho de la corte y, también por la guerra
contra el francés; luego, pasado este período, siguió avanzando
lentamente, preparando el camino que, con tanta gloria, andarían
Zorrilla, Espronceda, Toreno y otros.
En la borrascosa época que dio lugar a los cambios más radicales e
importantes de la sociedad europea, surge en Canarias una voz, que
recordaba a todos el culto de las bellas artes. Una voz, un hombre, un
nombre: RAFAEL BENTO Y TRAVIESO. Hombre de exquisita sensibilidad, de
exaltado genio creador y, por naturaleza, dotado de brillantes
disposiciones para la literatura. Dio una prolija y varia producción
poética y algunas comedias. Su musa le inspiraba sobre cualquier hecho
de importancia, pero sus trabajos, por las dificultades que entonces
había para imprimir, circularon especialmente en copias manuscritas, que
muy pronto se hacían populares en todo el archipiélago, pero que
también, fue la causa de que muchas desaparecieran.
Apuntes Biográficos
“En
esta Parroquia de María Santísima de Guía, en seis de agosto de mil
setecientos ochenta y dos. Don Francisco de León, con licencia del
vene-rable beneficiado de esta parroquial, puse Óleo y Crisma a Rafael
Esteban Maryano, hijo legítimo de Lorenzo de Vento y de Marya Perdomo;
Abuelos paternos: Melchor de Vento, Angela Travieso; abuelos maternos:
Francisco Perdomo y Josefa Flores; nació el día dos de agosto. Fue su
padrino, D. Gaspar de Montesdeoca; todos vecinos de esta villa y
fueron advertidos del parentesco de que doy fe.
Francisco
José de León y Silva.”
Así reza la partida de Bautismo del insigne guiense, según consta en la
página 91 del libro 11 de Bautismos de la Parroquia de Santa María de
Guía. Según costumbre de la época y al no llevarse ningún registro
civil, tomaron para el neófito los apellidos paternos, distintivo de la
pudiente familia.
Viendo las buenas disposiciones que para los estudios tenía el niño, le
enviaron desde muy joven al Seminario Conciliar de Las Palmas, con
objeto de que se dedicase al estado eclesiástico.
En esta época de su vida, comienza a manifestar su predisposición a las
musas, si bien era el cabecilla de las travesuras y alborotos del
Seminario (que en nada impedían fuese un brillante y adelantado
estudiante) por lo que se vería obligado a renunciar a un estado que
requería más gravedad y circunspección que las demostradas por el
seminarista. Esta situación quedó resuelta con la triste muerte de su
padre, que le supuso el abandono de los estudios para atender los
negocios de la casa y consolar a su madre.
Al sentirse libre de la imposición de
un estado para el que no sentía vocación, se entregó con énfasis al
estudio de cuantos poetas castellanos encontrase en las bibliotecas de
Guía, a la par que a su afición poética.
Su carácter, su sensibilidad, su instrucción unidas a su juventud y
apostura le arrastraron a innumeras aventuras galantes y al descuido de
los intereses de su cada vez mas escasa fortuna. Situación que se agravó
con la muerte de su madre, dejándole con seis hermanos pequeños.
Entre los 21 y 22 años de edad, Bento se enamoró perdidamente de la
joven guiense Fermina Fernández y Martínez, quien consiguió fijarle y
distraerle de las musas por algún tiempo y finalmente que le tendiese su
mano ante el altar de María Santísima de Guía, el 3 de abril de 1804.
Un año después entró de Cadete en el celebérrimo Regimiento Provincial
de Guía, creyendo así encontrar empleo y actividad.
En 1811 hizo viaje a la Península. Al regresar a finales del mismo, se
encontró con que Guía era, al igual que otros tantos pueblos de nuestras
islas, presa de la fiebre. Su esposa, a la que tanto amor profesaba, fue
una de las últimas víctimas.
Bajo el peso de este amargo dolor, se apartó del trato de sus amigos y
resolvió entrar de nuevo en la tonsura y abrazar el sacerdocio, por lo
que solicitó y obtuvo la licencia absoluta como militar. De nuevo, una
vez amortiguado su justo dolor y tal vez también debido a las intrigas
que secretamente alimentaban en su contra algunos individuos, renuncia a
la carrera eclesiástica, para volver a dedicarse de lleno a la poesía.
Bento, dotado de nobles y generosos instintos, en las épocas
constitucionales de 1812 y 1823, no podía dejar de pertenecer a los
liberales, dedicando sus cantos a la libertad, al patriotismo y a la
regeneración social. Puede asegurarse que no hubo hecho notable al que
no citase su pluma.
Hacia 1816 hizo nuevo viaje a la Península, llegando hasta Madrid, donde
mantuvo amistad con el célebre D. Manuel José Quintana y con el ilustre
vencedor de Bailén. Durante esta estancia escribió una oda al nacimiento
de la infanta Isabel. Oda que leída en Palacio mandaron se le buscase
para premiarle. Pero Bento creyendo haber ofendido al suspicaz Gobierno
de Fernando VII, fue a ocultarse en Barcelona, donde le acogió su amigo
Casa-Cajigal, por entonces Capitán General.
De su estancia en Madrid nos dejó varias comedias que no llegaron a
imprimirse ni representarse pero que, a criterio de quien ha tenido la
ocasión de leerlas, son dignas de elogio.
En 1820 regresa a Canarias en compañía de una dama. Su fortuna personal,
a pesar de verse enriquecida con un nuevo legado, desapareció en sus
manos con rapidez asombrosa; así que para obtener nuevos recursos con
los que hacer frente a sus necesidades, pasó a desempeñar el cargo de
Secretario del Ayuntamiento de Gáldar. Pero su abandono y negligencia
fue tanta que hubo de intervenir el Gobierno Civil de la Provincia.
Como anécdota de este hecho, cuentan que el Secretario que venía al
frente de la Comisión que había de ver y paliar los fallos de Bento, era
también poeta; y una vez llegados a Gáldar, en vez de intervenir en los
asuntos del Ayuntamiento, provocó una conferencia en la que solo se
habló de poesía, con tal entusiasmo que la razón de la visita pasó al
olvido, ganándose Bento a la comisión con solo recitarles algunas de sus
más espirituales composiciones.
Su alocada, aventurera y exaltada vida minó rápidamente su salud. En
1831, el bizarro y airoso militar, de distinguido porte y salud robusta,
había enfermado, dejando su cuerpo débil y gastado. No habiendo,
entonces, médico en Guía, ni pudiendo su familia costearle los cuidados
de la ciencia, su más querido admirador, D. Manuel de Lugo, le ofreció
su casa y los auxilios médicos que en la capital podía encontrar.
Agravándose su enfermedad, fue trasladado a la sala de “distinguidos”
del Hospital de San Martín, bajo la atención de su amigo el doctor D.
Antonio Roig, con la compañía de sus amigos más queridos y la presencia
de su solícita hermana María del Carmen.
Sus últimos momentos fueron de enfebrecimiento y delirios, de honda
rebeldía ante la muerte. Rebeldía ante el olvido y soledad del que hasta
hacía escaso tiempo llevó tras sí el cortejo del escándalo gallardo y
tenorio.
Así, llega el momento de su agonía, en la que no pierde su impresionante
lucidez de espíritu, cumple con todos los preceptos de buen cristiano y,
lejos de su rincón natal, al que tanto quiso, loó y defendió y al que
preferentemente dedicó su producción, se apaga su vida.
En el libro 8 de Defunciones de la Parroquia Matriz de Las Palmas, en el
folio 279, leemos:
“En
Canaria, a veinte y seis de noviembre de mil ochocientos treinta y
uno, fue sepultado en el cementerio de esta ciudad, el cadáver de
Rafael Bento, vecino del lugar de Guía, viudo de doña Fermina
Fernández.- Recibió los Santos Sacramentos, el que falleció de
cincuenta y dos años(#). Acompañóle a la procesión fúnebre el curato
y clero. Se le hizo en dicho cementerio oficio de sepultura, como se
acostumbra.
Juan de Castro
Hernández.”
(#)
Es inexacta esta referencia, pues como se aprecia en su partida de
Bautismo, nació en 1782, por lo que contaba al morir, 49 años de edad.
—oooOooo—
O b r a
Antes de pasar al análisis de algunas de sus obras, procuremos
imaginarnos los acontecimientos de su época:
• En toda España, la guerra de la
Independencia y luego los inestables tiras y encoges gubernamentales
entre Fernando VII y Las Cortes.
• En el plano insular, dos
acontecimientos de extrema gravedad: La fiebre de 1811 y el temporal de
1820. Sucediendo también el comienzo de las disputas por la capitalidad
del archipiélago.
• A nivel local, la enconada lucha de
la vecina ciudad de Gáldar para arrebatarle a Guía la preeminencia que
había tomado desde 1533, en que por R. Cédula de Monzón se le concedió
Beneficio rectoral.
Todos estos acontecimientos, unidos a los vicios, tipos, costumbres y
notas pintorescas, fueron tema para el fácil genio creador del poeta.
Algunos de sus trabajos, por la agudeza satírica, el desenfado y
libertad de expresión de que hace gala, son dignos del travieso ingenio
del gran satírico español D. Francisco de Quevedo.
Tomemos nota también de la estrecha amistad que mantenía con Manuel José
Quintana y con el gran poeta del romanticismo, D. Ángel Saavedra, Duque
de Rivas. Así mismo hemos de tener en cuenta que, como él mismo confesó,
en su primer ensayo de teatro: “La recompensa del amor”, toma
como modelo a D. Leandro Fernández de Moratín.
En las islas, le eran coetáneos: Mariano Romero Magdaleno, Graciliano
Afonso, Álvarez Rixo, Martínez de Escobar, José de Murphy, Alonso de
Nava y Grimón… De entre éstos es de destacar la pugna literaria que
mantenían Romero Magdaleno (sacerdote) y Bento.
Como ya hemos dicho, Bento imprimió poco, la mayor parte de su
producción circuló en hojas sueltas que pronto se hacían populares en
todo el archipiélago, pero que también fue causa de su desaparición;
esto unido a que Bento no escribía para el porvenir, sino que sus versos
eran producto del momento y por ello nunca puso cuidado en dejarnos un
legado poético extenso, pulido y digno de su indiscutible mérito, ha
sido causa de que hoy se le desconozca y que su memoria (como bien dice
Néstor Álamo en su artículo “Bento y una exhumación”), aparezca
en el sentir del vulgo, más o menos ilustrado, aureolada de un halo de
poesía fantástica y minando el cúmulo de recuerdos incompletos, el agrio
rezumar de su musa secreta, satírica, mordaz, aguda.
Su obra ha perdurado gracias a la paciencia mostrada por D. Agustín
Millares Torres y D. Juan de Padilla. El primero copió treinta y un
sonetos y otras composiciones. El segundo, dedica dos tomos en cuarto al
poeta, e igualmente otro tomo en folio de 536 páginas. Estos
manuscritos, en unión del folleto de puño y letra de Bento “La muerte
de Celina”, se conservan en el Museo Canario. En Barcelona llegó a
imprimirse la primera obra dramática de nuestro poeta: “La recompensa
del amor”; pero que (según creemos), aún no ha sido representada.
La primera composición que de Bento se conoce, es la que tituló
“Silva”, por la clase métrica empleada y que dedica a D. Luis de la
Encina en su promoción al Obispado de Arequipa (Perú), del que dice:
Al enérgico impulso de tus labios
la vil calumnia, la execrable
envidia,
el odio infando, la ignorancia
torpe,
el celo, el falso celo,
en vuelo indigno se alzarán
medrosos,
dejando libre el peruviano suelo;
la antigua sencillez al lujo vano,
la salvaje inocencia a la cultura,
de nuestros climas opondrás. Opónte
al despotismo impío,
al fraude odioso, a la venganza
injusta,
a la sed pestilente
del oro insomne, con valor ardiente.
En 1809 imprime una oda “Con motivo de lo acaecido en la ciudad de
Cádiz en los días 22, 23 y 24 de febrero”, que se halla en la
Biblioteca Provincial de La Laguna.
En el año 1816 con motivo de la terminación del puente de piedra, en el
Guinigüada, dedicó al Obispo Verdugo el siguiente soneto:
Goza, digno Pastor, renombre eterno
y de alabanza el galardón recibe,
en tu suelo natal por siempre vive,
un monumento de tu amor paterno.
Rinda el canario mil loores tierno,
a tu beneficencia, pues percibe,
que el ilustre Cervera en ti revive
en davidoso y pastoral gobierno.
Los rasgos de tu mano generosa,
mudo publica este grandioso puente,
y leda nos presagia y bulliciosa
ya de Morales la salubre fuente,
que con tu auspicio crecerá
orgullosa
y el laurel regará para tu frente”.
Estando en Madrid, como ya hemos reseñado, escribió la oda “Al
nacimiento de la Serenísima Infanta María Isabel Gonzaga de Borbón”,
que le supuso su precipitada marcha a Barcelona, en la que tiene buenos
versos, de sencilla elegancia y de nobles pensamientos:
No los choques sangrientos, ni la infame
esclavitud recuerdes, que desdoran
el sacro nombre de mi patria amada,
vil galardón del fementido prócer,
que destinó a su frente,
el yugo atroz del árabe inclemente.
Ocho siglos de llanto y de ignominia
pasaron sobre España, y ocho siglos,
los vivas de la gloria, con los ayes
de la opresión impía,
en que el hijo del Héspero gemía:
… … …
Y aunque se dice, el Rey le llamó para premiarle, razón tenía Bento para
creer lo contrario, ya que se dirige a la nobleza española (entonces
plenipotente), en la siguiente forma:
Ellos, alzando en rico poderío
la innoble frente, a la verdad
mintiendo,
gritan al pobre: “al llanto y las
fatigas
el cielo te crió, mientras nosotros
por medio soberano
para ayugar nacimos al humano”.
Grito de maldición, que en sus
sangrientos
labios, suena sin fin…
Ya en Barcelona, su amigo el marqués de Casa-Cajigal le hizo olvidar el
incidente. En esta ciudad escribe e imprime la comedia “La recompensa
del amor”, obra que por su rareza y desconocimiento entre nosotros,
es más de apreciar y que según Miguel Santiago (el historiador guiense,
Bibliotecario Nacional ya fallecido), en un artículo aparecido en “LA
VOZ DEL NORTE” (semanario editado en Guía los años 1931 y 1932), ha
merecido el elogio de cuantos han tenido la oportunidad de leerla.
La obra está dedicada a Fernández de Moratín, a quien Bento confiesa
haber tomado como modelo y de quien dice que es “el único que entre
nosotros ha llegado a la perfección en este ramo tan difícil de la
sabiduría humana”. Más adelante, y bajo el título de “Al
lector”, Bento nos habla en los siguientes términos:
“Escribo esta comedia
solamente por dar a mi corazón un desahogo apacible en medio de tantos
pesares que le afligen y despedazan. En un pueblo extraño, sin
conocimientos, sin amigos, separado acaso por mucho tiempo de lo más
querido que hay para mí sobre la tierra, no tengo otro placer que el
estar solo, ni otro alivio que emplear el tiempo en la lectura. Fruto de
mi aplicación al trabajo es la presente obrita que creo muy distante aún
de la medianía…
…Además la moral que pongo en boca
de algunos (personajes) principalmente doña Leonor y del viejo Martín,
estoy seguro de que merecerá la aprobación de las almas sensibles y
generosas que conocen la dignidad del hombre y los principios que
constituyen su verdadera grandeza…”
Basta la lectura de este prólogo, reflejo del estado anímico por el que
pasaba, para que podamos hacernos una idea de la importancia que tendrán
sus poesías.
“España libre”,
fechada en 1821 es una composición poética en dos partes, que contiene
además dos sonetos y una letrilla reflejo de sus ideales
políticos.
En 1828 escribe el poema “mili-táctico” en tres cantos: “Operaciones
del ejército del Oeste de la Isla de Gran Canaria”.
De 1830 es la “Sátira contra los aduladores de la nobleza”.
Y en 1831, cercana ya su muerte, Bento se apasiona en defensa de la
selva de Doramas, que se está destruyendo para ganar tierras destinadas
a la agricultura. Amante y defensor de la naturaleza y convencido de la
belleza y utilidad de la misma, no pudo permanecer callado y así,
compuso dos odas notables por la energía de su estilo y que es lo mejor
que salió de su pluma.
De la primera, reproducimos el comienzo:
El ronco son los ecos repetían
allá en las hondas grutas del
Doramas:
–Destrucción! Destrucción!.. Y
retumbando
este grito sacrílego en las nubes
–Destrucción! rompiendo,
iba la yerma asolación cundiendo.
¿Quién de la patria el lamentable
lloro,
y los gemidos de la edad futura
podrá contar? El hacha asoladora
el exterminio al término llevando
con su implacable filo,
hiende las hayas, el laurel y el
tilo.
La segunda oda es la más expresiva y su magnífica descripción es digna
de un gran poeta:
El himno de alborada,
que al remontarse el sol sobre la
cumbre,
en su carro de lumbre,
sonaba en la enramada,
¿qué voz será bastante
a describir? El mirlo que se esconde
en la honda cañada,
embebece los vientos,
ya con grave y sonora melodía,
ya con agudos mágicos acentos,
al despuntar el día,
mientras el capirote peregrino,
segundo ruiseñor de la floresta,
anima con su cántico divino,
de las aves sin fin la gran
orquesta.
Tiene también un soneto sobre el mismo tema. Tema al que Bento supo
captarle la trascendental importancia que tenía, pues lo que entonces
eran cantos de rebeldía, hoy los son de lamentaciones por la pérdida de
un gran parque natural.
Admirador de las grandes empresas realizadas en su época, como lo
muestra en el soneto al Obispo Verdugo, también simpatizó con la fábrica
del Templo de Gáldar, dedicando un soneto al protector de la obra,
Presbítero D. Diego de Pineda:
¡Gloria al patriota, que emulando el celo
del gran Quesada, cuya fama brilla,
nuevo lustre da hoy a nuestra villa.
Digna de tan enérgico desvelo!
Los que en amar el bien halláis
consuelo,
los que admiráis tamaña maravilla;
sabed que la esperanza nunca humilla
el triste azar, o el tímido recelo.
Mientras haya una fuerza poderosa
que mueva el corazón del hombre
honrado,
siempre será su empresa venturosa.
Así Pineda en Salomón trocado,
concluirá la fábrica suntuosa,
que un David, un Quesada, hubo
empezado.
Pero fue tal vez, el género jocoso el que más popularidad le dio, ya que
su chispeante sentido, su gracia inimitable y la seductora
espontaneidad, dio como resultado una multitud de ripios y poesías
improvisadas y ardientes. Así tenemos, por ejemplo, la oda “El
carnero parido”:
…
… …
Este que miras animal cornudo
un tiempo fue cordera;
pero ya es hoy oveja paridera:
Aquel su hijo; ésta la navaja
con que yo mismo anoche
para hacerla parir le abrí la raja.
Llega, huésped, y toca con la mano
el ubre recogido,
pero de leche substanciosa henchido:
Con ésta y las demás de mi manada
sustento mis corderos
y tengo mi familia regalada
¿Ves que mórbido está?
¿Ves que es oveja?
Ora que toques quiero
otro ubre que tiene mi carnero,
para que notes tú la diferencia
que hay entre uno y otro,
aunque tienen los dos una presencia.
… … …
Dentro de este género, está “El
sueño de Laguna”, poema que escribió con motivo del sitio que por la
fiebre epidémica puso La Laguna a Santa Cruz. Según las opiniones que se
han podido recoger de quienes han tenido la suerte de leerlo, es de
importancia dentro de la obra de Bento:
I.- Canto a La Laguna el sueño infando
D.- A haber matado cuatro mil
mosquitos.
Las disputas de Gáldar con Guía, fueron también presa fácil para la
pluma del poeta. Así describe el Templo y plaza de Gáldar:
Hermoso
templo, luengo y descollado,
abundante en columnas y vidrieras
y capillas, o alcobas con gateras
para pasar del uno al otro lado.
Púlpito excelso, coro rebajado,
cancel, órgano, altares sin
traseras,
torres con dos campanas vocingleras,
cimborio con su gánigo volcado.
Plaza descomunal, do en ningún día
se verifica que se venda o haya
ramo ninguno de mercadería.
Por esto, y lo que allí se ensaya,
claro es que a Gáldar ha mudado Guía
el campo militar de La Atalaya.
Las discusiones (casi al igual que en la actualidad), sobre las fiestas
patronales, debieron ser otro de sus temas, ya que hemos podido recoger
de la memoria popular y también de copias que aún perduran por esta
zona, una divertida respuesta, en décimas, que dio a un vecino de
Gáldar, por haber dirigido éste una sátira a su hermana Francisca.
Reproducimos solo algunas de las menos hirientes y apasionadas:
(I)
Soberana tontería
Mendoza te manifiesta,
que de Gáldar la fiesta
mejor es que la de Guía.
Esa es la monomanía
de todos los lagarteros,
cuando aquí son caballeros
los que van a la función;
y en su inculta población
concurren los marineros.
(V)
Yo, bien quisiera callar,
pero reviento si callo,
viendo en Gáldar un caballo
que colocan en el altar.
A una bestia caballar
jamás se venera en Guía;
se venera sí, a María,
que es reina del cielo;
único amparo y consuelo
del que se halla en la agonía.
(XII)
Es Guía, la gran sultana
del harén de los amores;
es la flor que entre las flores
descuella por más galana,
es también la capitana
de los pueblos del partido;
cuna del esclarecido
Rafael Bento, el poeta,
que en buenas lides atleta,
a Gáldar siempre ha vencido.
En estas décimas, fruto de la improvisación y de su apasionada
inteligencia, se recrea el poeta en contraponer una larga serie de
críticas negativas de la ciudad y vecinos de Gáldar, a una exaltación de
cuanto tiene Guía y su gente de valor. Es de notar el hecho curioso de
autonombrarse en la penúltima parte.
No es de extrañar que por su forma de expresarse, Bento estuviese entre
los perseguidos por el Santo Tribunal de la Inquisición, al reanudarse
su tarea en 1814, por lo que es de suponer que algunas de sus poesías
fueron secuestradas y destruidas.
Para terminar este trabajo, digamos que la obra de Bento, merece ser más
conocida, pues con sus defectos y virtudes forma parte de la poesía
neoclasicista prerromántica.
Es de esperar que alguna persona u organismo (hacemos especial
llamamiento al Ilustre Ayuntamiento de Santa María de Guía), ponga un
poco de cariño y edite una compilación o la totalidad de su obra.
Nosotros nos honramos honrando la memoria del poeta olvidado,
figura destacada del parnaso isleño y uno de los más legítimos valores
isleños.
HONOR
PUES, A QUIEN HONOR NOS DA.
—oooOooo—
MATERIAL
CONSULTADO Y CITAS COPIADAS:
Bio-bibliografía.-
A. Millares Carló
Biografía de
Canarios célebres.-
A. Millares Torres
La Voz del
Norte.-
Artículos de Néstor Álamo y Miguel
Santiago.- Sonetos
Diario de Las
Palmas.-
Artículos de Néstor Álamo
Apuntes para la
Historia de Guía.-
Néstor Álamo
Revista El
Museo Canario
AGRADECIMIENTOS:
•
Al profesor D. Carlos Santos, por motivarme
este trabajo.
• Al
escritor D. José Évora, por su colaboración, consejos y amistad.
• Al
escritor y artista guiense D. Néstor Álamo, por su atenta
consideración al facilitarme información.
• Al
escultor guiense D. Cayetano Guerra, por el retrato que pretende
imaginar a Bento, y que gentilmente realizó para este trabajo.
NOTAS:
La primera Edición de este folleto, en junio de 1976, se confeccionó
originalmente con dos tipos de máquina de escribir, y se reprodujo
en xerocopias, con portada impresa en cartulina satinada, editándose 12
ejemplares, que se distribuyeron de la siguiente forma:
2
ejemplares
para el Centro de Estudios Sociales de Las Palmas, como
parte de la asignatura de Literatura Española.
1
ejemplar
para el profesor D. Carlos Santos
1
ejemplar
para la biblioteca de la Casa de Colón.
8
ejemplares a
diversos amigos. (Como curiosidad, el autor sólo pudo conservar un
borrador xerocopiado).
Esta segunda Edición, se ha compuesto con sistemas informáticos de
tratamiento de textos, escanner y reproducción láser, consta
inicialmente de 50 ejemplares destinados a organismos relacionados con
la cultura, e igualmente a amigos interesados en la figura del poeta
glosado.
Se publica también como archivo PoetaBento.pdf, en Internet y en
la sección de Documentos de la página Oficial del Municipio de
Santa María de Guía: http://www.guiadegrancanaria.org
En Santa María de Guía, 21 de septiembre de 2003.