Ciudad de Guia (Gran Canaria, Spain)

En aquellos tiempos el Hospital de San Roque constituÃa el epicentro hospitalario de todo el noroeste de la isla, a Ã©l acudÃan gentes de la Aldea, Agaete, GÃ¡ldar, del propio GuÃa y de toda la zona cumbrera de la comarca. Lorenza estableciÃ³ relaciones con gran cantidad de personas que estuvieron ingresadas en el mismo, muchas de las cuales todavÃa la recuerdan con verdadero afecto y cariÃ±o.

Lo vocaciÃ³n de este ser tan afectuoso era la de ser monja de la Caridad y atender a los enfermos, pero desconozco el motivo que la llevo a no profesar. Por eso se hizo enfermera para estar siempre junto a los desvalidos enfermos a quienes les dedico toda su vida. En mÃ¡s de una ocasiÃ³n le oÃ decir a Cayetano Guerra, que Lorenza dentro del quirÃ³fano era su mano derecha, me consta que en todas las intervenciones quirÃºrgicas que el citado medico realizaba, ella actuaba como una de sus ayudantes.

Lorenza en GuÃa, pero preferentemente en San Roque hizo muchas obras de caridad. PonÃa inyecciones, hacÃa curas y en muchas ocasiones velaba a enfermos sin pedir jamÃ¡s nada a cambio, en este aspecto era un ser extraordinario. Cuando alguien se quejaba de tener algÃºn problema, ella de manera diligente trataba de resolvÃ©rselo y asÃ sucediÃ³ en infinidad de ocasiones. Recuerdo que unas vendedoras de pescado del vecino pueblo de GÃ¡ldar, conocidas por las capitanas, querÃan mucho a Lorenza. Al parecer una de ellas llamada Milagros estuvo ingresada, -o algÃºn familiar muy cercano a ella-, en el hospital, y Chencha como siempre hacÃa, se desvelo por atenderla, cuando la persona sano y salio del centro, siempre que venÃa a GuÃa a vender le traÃa la mejor pieza del pescado que cupia en la "baÃ±adera" y se lo regalaba. Era reticente a recibir regalos pero vista la buena voluntad de las personas que se los hacÃan los aceptaba de buen gusto y lo agradecÃa, pero siempre daba algo a cambio.

Una chica de San Roque que muriÃ³ muy joven llamada Reyes DÃaz, hija de Juan DÃaz SÃ¡nchez, conocido por "Juan el Grande", sentÃa verdadera pasiÃ³n por Lorenza; cuando llegÃ³ el momento fatÃdico, el personaje central de este trabajo se instalo junto a su cama y hasta que no falleciÃ³ no se aparto un instante de su lado. La familia DÃaz, muy conocida y estimada en GuÃa, todavÃa la recuerda agradeciÃ©ndole cuanto hizo por Reyes y por toda ella, ya que Lorenza las visitaba con mucha frecuencia. Hoy de esta familia queda poca gente, algÃºn hermano y bastantes sobrinos, algunos de los cuales conocÃ y de verdad que siempre les he tenido un gran afecto y cariÃ±o, aunque hace muchos aÃ±os que nos lo veo y especialmente a uno que aunque cambiamos impresiones por telÃ©fono y por correo electrÃ³nico, no conozco y que de verdad me encantarÃa conocer.

Lorenza DÃ¡vila, solÃa tener guardias de noche, cuando regresaba a su casa, a veces sin descansar, y era reclamada por algÃºn vecino, para que le pusiera alguna inyecciÃ³n o le hiciera una cura; rÃ¡pida acudÃa al domicilio del solicitante, llevando en sus manos los pertrechos necesarios para cumplir la misiÃ³n precisa. JamÃ¡s se arrugo ni alegÃ³ cansancio. Siempre estaba dispuesta para atender la solicitud que le habÃan hecho. Hace algunos aÃ±os que no suelo parar por San Roque, pero en vida de esta entraÃ±able mujer recuerdo que en todos los sitios que visitaba de tan querido lugar por mi, siempre alguien comentaba el buen quehacer de Lorenza. Estimo que mucha gente de mi pueblo con muchos menos meritos que ella son elocuentemente reconocidos y alabados en muchos cÃrculos y foros que tienen lugar en GuÃa. De ella, todo devociÃ³n y amor al prÃ³jimo, premisa esta que siempre demostrÃ³, casi nadie se acuerda, y digo casi porque de no hacerlo asÃ mentirÃa, mi estimado paisano Antonio Aguiar DÃaz, la recordÃ³ y nombrÃ³ en el pregÃ³n de las fiestas de GuÃa de 2003. Al menos alguien se acordÃ³ de lo que habÃa significado, al menos para la juventud del barrio. Lorenza o Chencha, como gusten llamarla, creo se merece un econocimiento, no fue una enfermera normal, siempre se excediÃ³ en el ejercicio de su profesiÃ³n, quizÃ¡s motivada por el pÃ¡lpito o reminiscencia de haber querido ser monja y no lo pudo ser y por ese inmenso cariÃ±o que sentÃa por todos los enfermos que les toco atender. Como tal profesional fue un elocuente icono digno de imitar.

Juan DÃ¡vila-GarcÃa

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Agosto 2006.