Ciudad de Guia (Gran Canaria, Spain)

PSICOGRAFÃAS
â€œCualquiera de esas canciones inesperadas te puede salvar una maÃ±anaâ€

MÃºsicos

Santiago Gil

Hace semanas que la calle Triana se ha convertido en un concierto azaroso que te lleva de Los Panchos a Vivaldi en unos pocos metros. Uno agradece la mÃºsica en todas partes, pero sobre todo en la calle. Los acordes contribuyen a que las fieras que liberamos entre semana se serenen y recuerden que mÃ¡s allÃ¡ de la hipoteca, de los compromisos ineludibles y de las metas que no alcanzamos estÃ¡ la mÃºsica. Un bolero o una suite de Bach invitan a soÃ±ar y a partir lejos aunque sÃ³lo sea durante unos segundos. Hay un mÃºsico formidable que toca la viola, un grupo de jazz, un improvisado cantautor que se acompaÃ±a de violines y un par de jubilados que guardan la memoria de los boleros que se fueron escribiendo en la nostalgia de los viajes entre Cuba y Canarias.

El escritor Enrique Vila-Matas dice siempre que la literatura estÃ¡ llena de pasillos desconocidos que acaban coincidiendo milagrosamente en un mismo texto. La mÃºsica tambiÃ©n nos invita a viajar por esos caminos que sÃ³lo aparecen cuando suena un determinado acorde o alguien entona el bolero que se escuchaba de fondo en nuestro primer beso de amor. Apetece pasear por Triana a todas horas, pero la mÃºsica le estÃ¡ dando una pÃ¡tina de urbanidad que antes no tenÃa. No entendÃ nunca por quÃ© se prohibÃa a los mÃºsicos cantar en la calle. En todas las ciudades del mundo a las que uno siempre sueÃ±a con volver hay una calle peatonal y luminosa en la que tocan canciones los mÃºsicos locales que optaron por la bohemia y por la necesidad de sentir de cerca que lo que interpretan llega a la gente, sobre todo a la gente de paso, que es siempre la mÃ¡s remisa y la mÃ¡s sorda cuando camina por la calle pensando en sus asuntos.

Vale la pena pararse unos minutos en Triana a escuchar una canciÃ³n. Luego uno camina y se aleja mientras las melodÃas quedan atrÃ¡s, como homenajeando cada uno de nuestros pasos perdidos. Pero sabes que puedes regresar cuando quieras, y si no volvieras te bastarÃa con cerrar los ojos y recordar unos acordes para salvar la distancia. Por eso se convierte en una aventura diaria maravillosa el paseo por cualquier calle del mundo que regale canciones inesperadas. No tiene nada que ver con los temas musicales que uno lleva elegidos de antemano para escuchar con los cascos. En la calle la mÃºsica la escuchamos todos, nos sirve para salvarnos los unos a los otros del olvido y se democratiza el sonido y el recuerdo. Y ademÃ¡s, si nos gusta, uno paga sobre la marcha lo que le apetece. No desdeÃ±o la mÃºsica de los teatros ni las grabaciones de los grandes intÃ©rpretes. Tampoco las cambiarÃa por nada del mundo. AquÃ hablamos de otra cosa, de una cercanÃa y de una complicidad que uno agradece cuando tiene que salir a la selva cotidiana de los lunes. Cualquiera de esas canciones inesperadas te puede salvar una maÃ±ana.

CICLOTIMIAS

No puedes adentrarte en el ocÃ©ano y salir indemne: la sal escuece siempre en los recuerdos.

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PUBLICADO EN CANARIAS7