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mircoles, 25 de marzo de 2009 |
Arbolado y carreteras en Guía de Gran Canaria
A comienzos de la década de los ochenta, una joven psicóloga guiense atendía a un anciano en un centro hospitalario de Las Palmas de Gran Canaria. Al enterarse éste de su procedencia, se dirigió a ella y le preguntó con cierta curiosidad: - Dígame joven. ¿Aún existe esa magnífica arboleda a la salida de Guía?.
Con este capítulo dedicado al Lomo Guillén, se inicia una serie de pequeños pero ilustrados trabajos sobre el arbolado y las carreteras en el municipio de Guía de Gran Canaria.
A raíz de la conquista castellana de las Islas Canarias, y especialmente en Gran Canaria, comenzó una intensa deforestación de los montes y arboledas espontáneas que tuvo, entre sus principales consecuencias paisajísticas, la desaparición del arbolado del escenario insular. Árbol que no frutea, a la chimenea. Esta mentalidad netamente productivista y que aún pervive en un segmento importante de la cultura insular grancanaria, consiguió eliminar del paisaje todas aquellas especies arbóreas que carecían de valor alimenticio o maderero, convirtiendo a la isla en un páramo desolador desnutrido de sombras y bosques.
Sin embargo, durante el siglo XIX comienzan a alzarse voces que demandan el fomento del arbolado por los numerosos beneficios que aportan no sólo desde un punta de vista estético, sino ambiental y hasta económico. Es entonces, cuando comienzan a realizarse las primeras plantaciones de árboles no frutales ni forestales en la isla. No es aventurado afirmar que con la construcción de nuevas carreteras en la isla, volvieron los árboles al paisaje insular.
La primera normativa que con carácter general se promulgaría en España en materia de arbolado y caminos, fue en 1802, estando al frente de la Inspección General de Caminos y Canales, el canario Agustín de Betancourt. Se trata de las Ordenanzas que el Rey nuestro Señor manda se observen para la construcción de los nuevos Caminos y plantíos de árboles laterales a ellos.
VER TEXTO ÍNTEGRO
Por Sergio Aguiar Castellano y Javier Estévez.
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Modificado el ( jueves, 02 de abril de 2009 )
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ESPECIAL
1811-2011 |
En 1811 regía el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José
Almeida Domínguez, y destacaban como figuras preeminentes
nacidas en Guía tres nombres propios que han pasado a la
historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo
y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael
Bento y Travieso.
Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas
Canarias en el siglo XIX, Guía sufrió especialmente ese mismo
año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre
amarilla.
Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la
epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó
materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo
protagonizar a los vecinos de las medianías guienses aquella
famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada
año sacarían a la Virgen de Guía en procesión. Cumplióse el
ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la
cigarra y desde entonces en Guía se celebra cada septiembre la
votiva y popular Fiesta de "Las Marías"
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O P I N I Ó N |
Tradición y folclore se dan la mano en la Fiesta de Las Marías de Guía por Luis Miguel Arencibia
El tercer fin de semana de septiembre, el pueblo de Santa María de Guía celebra una de fiesta declarada en Canarias como Bien de Interés Cultural: La Rama en Las Marías. Es una “fiesta de agradecimiento” a la Virgen de Guía, que cumple más de dos siglos de vida. Allá, en el año 1811, los agricultores, ganaderos y campesinos de los municipios de Guía, Gáldar y Moya, tras sufrir un sinfín de calamidades (plagas de langosta, la fiebre amarilla, sequía…) subieron a la Montaña de Vergara y prometieron a su Virgen que, si daba fin a todas estas penurias, cada año celebraría una fiesta de agradecimiento por el milagro otorgado. Y, así, generación tras generación, Santa María de Guía celebra estas fiestas en honor a Las Marías, de la mano de los Mayordomos, los responsables de cumplir la tradición, así como de organizar, conservar la pureza y la devoción de este acontecimiento festivo y religioso.
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