Ciudad de Guia (Gran Canaria, Spain)

PSICOGRAFÃAS
â€œLos boleros nunca mientenâ€

La canciÃ³n

Santiago Gil

Hay que saber que la vida se aleja y nos deja llorando quimeras. Lo dice el bolero y los boleros, por mÃ¡s que algunos se empeÃ±en en lo contrario, nunca mienten. Tampoco mienten los tangos cuando aseguran que hoy sigue valiendo lo mismo un burro que un gran profesor o que vivimos revueltos en un mismo lodo, todos manoseados. Con Yira aprendimos que en la vida llega un momento en que te encuentras secas las pilas de todos los timbres en los que tocas pidiendo ayuda. Pero siempre, aunque uno contradiga a Gardel, nos queda la mÃºsica para no perder el norte de nuestra propia biografÃa. Una canciÃ³n, como dice Pedro Guerra, es un libro de viajes, y en ella rebrotan los recuerdos y los dÃas que quedaron unidos a otras canciones que por mÃ¡s tiempo que pase siempre nos llevan de vuelta al lugar en el que un dÃa fuimos felices. Y si no lo fuimos, el sortilegio de la mÃºsica nos permite endulzar las penas con la melodÃa de la distancia.

No entenderÃa la vida sin la mÃºsica. Desde Bach hasta Serrat, pasando por el jazz, el rock, la bosanova o la malagueÃ±a canaria. Todo lo que vibra y hace vibrar vale la pena. No entiendo a los que se resisten al poder de las emociones y reniegan de lo sencillo o de lo excelso por una alicorta cuestiÃ³n de principios. Cada canciÃ³n que escuchamos nos va perteneciendo a medida que la vamos haciendo nuestra. SÃ³lo con tararear Tenerife de Braulio, uno regresa a las perritas de vino en La Laguna; lo mismo que se vuelve a las primeras citas que aÃºn nos esperan a las cuatro y diez si recordamos que James Dean tiraba piedras a una casa blanca y que entonces la besamos, y que era verdad, como cantaba Aute, que sus labios parecÃan de papel, y que uno era capaz de darle una canciÃ³n cuando aparecÃa el milagro del amor, o de gritar hasta el desconsuelo el Ne me quitte pas si nos dejaban con el corazÃ³n roto y malherido. Y si alguna vez fuimos sabios en amores lo aprendimos de sus labios cantores cuando pedÃamos que nos tomaran tal como Ã©ramos y que no nos obligaran a crecer. Desde Yesterday todas las penas parecen ya lejanas. Aquel reloj que pedÃamos que se detuviera en las noches de verano siguiÃ³ marcando las horas. No le conmoviÃ³ que nuestra vida, como cantÃ¡bamos exagerados y romÃ¡nticos, se pudiera apagar. No pasÃ³ nada. AquÃ estamos, rememorando entre canciones que nos fueron escribiendo. Ya no somos tan tremendos, pero de vez en cuando sÃ es verdad que la vida, como cantaba Serrat, nos vuelve a pasear por las calles en volandas. Y es cierto que no quedarÃa rastro de nosotros de no habernos cantado alguna vez. Uno querrÃa, parafraseando a Alberto Cortez, tener un corazÃ³n de guitarra para volver cada vez que fuera necesario. No nos encontrarÃamos con aquÃ©l que fuimos, pero sÃ con los Ãºnicos recuerdos que merecieron quedarse a nuestro lado para siempre.

CICLOTIMIAS

En las raÃces de los Ã¡rboles tambiÃ©n se acaban percibiendo los olores de los fondos oceÃ¡nicos.

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PUBLICADO EN CANARIAS7