Ciudad de Guia (Gran Canaria, Spain)

PSICOGRAFÃAS
â€œSiempre te acabarÃ¡ llamando alguien al telÃ©fono mÃ³vilâ€

Conectados

Santiago Gil

PodrÃa empezar como en los cuentos con el Ã©rase una vez de nuestra infancia de Blancanieves y cursis Caperucitas Rojas. Pero esto no es un cuento, ni tampoco sucediÃ³ hace muchos aÃ±os. Hace nada, apenas una dÃ©cada, Ã©ramos capaces de desconectar del trabajo desde que salÃamos de la oficina. Si tenÃas un dÃa libre te ibas a Maspalomas y llegabas como nuevo despuÃ©s de haber estado varias horas sin pensar en las tareas pendientes. Eran los dÃas en que si le querÃas contar a tus hijos el cuento de Pinocho disponÃas de todo el tiempo del mundo para explicarles la historia del muÃ±eco de madera al que le crecÃa la nariz cada vez que decÃa mentiras. Realmente te encantarÃa decirles que en la vida real eso nunca termina sucediendo, y que los mentirosos, lejos de afearse con prominencias exageradas, se van al cirujano plÃ¡stico y salen cada dÃa mÃ¡s guapos en las revistas. Pero estÃ¡s pidiendo mucho. Ahora ni siquiera te dejan tiempo para que pronuncies la palabra Pinocho. Siempre te acabarÃ¡ llamando alguien al telÃ©fono mÃ³vil. Da lo mismo la hora o el motivo de la llamada.

El ser humano le ha cogido vicio a lo de las teclas y busca todo el rato la manera de rentabilizar el aparatito de marras. Tenemos que estar conectados en todas partes, por lo que pudiera pasar, y tambiÃ©n por si no ocurre nada. No te escapas de la realidad ni aunque te pierdas por las playas de JandÃa. Incluso cuando vas en la guagua te encuentras a una seÃ±ora dando gritos mientras cuenta que al nieto le han salido las chinas. Por eso prefiero decir que hubo un tiempo, hace apenas diez aÃ±os, en que te movÃas sin tener la sensaciÃ³n de estar controlado por satÃ©lite en todas partes. Tampoco es que reivindique una vuelta al pleistoceno, pero a uno sÃ que le gustarÃa desconectar por completo como desconectÃ¡bamos antes cuando nos Ãbamos a comer un potaje de jaramagos a Fontanales.

A veces apagas el telÃ©fono y tratas de salvarte. Pero siempre estÃ¡s cogido. Y, luego, segÃºn lo enciendes, te estresas con los mensajes y con las llamadas perdidas. Te entra el telele, y sobre la marcha piensas en alguna catÃ¡strofe. Sin embargo, una y otra vez devuelves las llamadas y casi nunca pasa nada. Todo lo que te dicen te lo podrÃan haber contado en persona al dÃa siguiente. Pero aun asÃ siempre recaemos, y yo ahora mismo, mientras escribo, no hago mÃ¡s que mirar por el rabillo del ojo hacia las rayas que marcan la cobertura de mi telÃ©fono mÃ³vil. No espero ninguna llamada, pero al paso de un par de horas sin percibir pitidos uno llega a tener la sensaciÃ³n de que se ha quedado completamente solo en el planeta. Por eso hablamos como locos a todas horas. Para saber que existimos y que todavÃa se sigue contando con nosotros.

CICLOTIMIAS

No creas que eres el Ãºnico hÃ©roe en esta historia; tambiÃ©n los peces han aprendido latÃn para salvar su pellejo. Si te sumerges en el mar los escucharÃ¡s declinando quedamente las burbujas del tiempo.

Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla

MI BLOG: www.santiagogil.com

PUBLICADO EN CANARIAS7