Ciudad de Guia (Gran Canaria, Spain)

PSICOGRAFÃAS
â€œSin escucharnos es imposible que aprendamosâ€

El ruido

Santiago Gil

No voy a escribir de los trinos festivos de los pÃ¡jaros ni de la mÃºsica de Bach. Tampoco de los cantos de una parranda, de los bandoneones que desgranan tangos o de un guitarreo rockero de Jimi Hendrix. El ruido es otra cosa, y ademÃ¡s nunca lo elegimos nosotros. Hablo de la moto que a las cuatro de la madrugada pasa bajo tu ventana haciendo temblar la casa, o del machango que estÃ¡ empeÃ±ado en ponernos a toda pastilla en su coche la mÃºsica que le devuelve directamente a la selva.

Si vas al cine, lo mÃ¡s probable es que te toque cerca algÃºn pesado que no para de retransmitir la pelÃcula o de sacar paquetes de cualquier cosa supuestamente comestible. En la guagua ya casi todo el mundo va hablando por el mÃ³vil, siempre y cuando no te toque un conductor con gusto por las rancheras o por las pachangas de verbena. En ese caso no hay conversaciÃ³n que se salve, ni tampoco libro o periÃ³dico que aguante los decibelios. Se entiende que pagamos para viajar, y, si nos dejan, para disfrutar del paisaje, pero Ãºltimamente estamos confundiendo los conceptos y lo mismo te toca un discjockey en una guagua que un orador impenitente en el cine o en el teatro. Los conciertos, sobre todo los de mÃºsica clÃ¡sica, son caso aparte. Yo a veces no sÃ© si la gente va a toser o a escuchar un pizzicato de violÃn. Fue sonada, recuerdo, la parada en seco del director Christian Thielemann en el Festival de MÃºsica de Canarias de hace dos aÃ±os. El hombre notaba cÃ³mo cada quince segundos se le colaban toses que no reconocÃa en las partituras, y, claro, lo que se estaba escuchando sonaba a rayos. Y no es que con esto estÃ© diciendo que la gente se asfixie, pero, hombre, siempre se puede llevar un caramelito en el bolsillo. Lo que no es de ley es que tambiÃ©n acabemos matando a Chopin y a Mozart con nuestros desplantes y nuestras malas costumbres.

Ya, ya sÃ© que soy un poco maniÃ¡tico del ruido, lo reconozco, pero estarÃ¡n conmigo en que estamos dejando que los ruidosos hagan lo que les dÃ© la real gana. No vamos a cargarnos los coches o las motos, pero creo que sÃ debemos exigir que su utilizaciÃ³n no conlleve un ataque a nuestro descanso. O igual lo que pasa es que estamos intentando no escucharnos por miedo a reconocernos. Pero, claro, sin escucharnos es imposible que aprendamos nada de nosotros; lo mismo que sin el silencio tampoco podremos acercarnos a los libros, a la buena mÃºsica o a la naturaleza. El ruido sÃ³lo contribuye a que estemos cada dÃa mÃ¡s agresivos y mÃ¡s embrutecidos. Y no es que pida que regresemos a la noche de los tiempos, pero sÃ serÃa todo un detalle por nuestra parte mantener a salvo la armonÃa que, entre largos y sabios silencios, todavÃa transmiten algunos de nuestros abuelos.

CICLOTIMIAS

No busques fuera. Todos los extravÃos acontecen en tu propio laberinto.

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PUBLICADO EN CANARIAS7