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sábado, 15 de marzo de 2008 |
LAS RONDAS DE LA RADIOMúsica de Papagüevos II
Santiago Gil
Las radios de galena siempre retransmitÃan sueños. Yo crucé mi infancia con el eco de estas radios sonando en casa de mis dos abuelas. Recuerdo coplas, radionovelas o rosarios interminables. Sonaba como el Nodo, pero con el tiempo todas aquellas voces se terminaron volviendo mágicas, tan mágicas y tan milagrosas que soy capaz de rememorarlas con toda la intensidad y todo el misterio de entonces.
A los niños de hoy en dÃa les puede parecer cosa de lelos que uno preguntara todo el rato de dónde salÃan aquellas voces. Como eran radios grandes te podÃas imaginar a un hombre muy pequeño metido dentro del aparato. Yo siempre pensé que habÃa alguien metido dentro de aquellas radios con nombres de ciudades lejanas en las pantallas iluminadas y unos botones que parecÃan los mandos de trenes o de los aviones que veÃamos volar cerca de nosotros cuando levantábamos la cabeza hacia el cielo interminable y siempre azul que coronaba nuestra infancia.
El fútbol parecÃa algo mucho más épico cuando escuchabas el sonido ambiente de los estadios entre pitidos de interferencias y gritos apasionados de comentaristas que yo creo que sentÃan más las camisetas, por lo menos la camiseta amarilla de la Unión Deportiva, que los propios jugadores. También los presentadores declamaban de otra manera, y no digamos los actores y las actrices de las radionovelas. A lo mejor uno no se acuerda, pero igual llegamos a la magia de la literatura y la imaginación poniéndole imágenes a aquellas palabras que contaban desamores o rutinas cotidianas mientras nosotros andábamos con el Lego o haciendo rodar coches de hojalata. Nos vamos haciendo en muchas partes y con muchos sonidos, y la mayor parte de las veces ni siquiera recordamos lo que nos convirtió en lo que somos. Yo, sin la radio, jamás hubiera sido el mismo. Sus emisoras morunas, las canciones que aprendÃas de memoria, los anuncios, las cuestaciones de San Juan de Dios, qué se yo, Mara González, el Butanito, la música clásica que no sabÃamos que era música clásica y que nos detenÃa en mitad de la tarde para descubrir un violÃn o un acorde de Mozart, las misas, los cánticos regionales, el ángelus, el mismo ángelus que tenÃamos que rezar en el colegio antes de volver a casa a las doce, la sintonÃa del parte de Radio Nacional de España, Nixon, el Watergate, Braulio sonando para toda España, las músicas militares cuando murió Carrero o Franco robándole el espacio a la alegrÃa de las voces y de los sorteos de productos de limpieza o pastillas de Avecrem. Parece cosa de hace muchos siglos si lo acercamos al fuego de las nuevas tecnologÃas. A esos recuerdos les pasa un poco lo que a nosotros, que estamos y no estamos en estos nuevos tiempos. Aquellas radios de galena, y los transistores cutres de unos años más tarde, fueron nuestra escuela tecnológica y nuestra ventana a un mundo que parecÃa mucho más fantástico y lejano que lo que vemos ahora en el google earth o en cualquier viaje de un par de horas que nos lleva de una punta a otra del planeta. Somos de donde venimos. También de lo que fuimos escuchando.
Las noches de nuestra primera infancia también servÃan para soñar amores platónicos. Y lo hacÃamos al ritmo de las canciones que nos iban poniendo en La Ronda, un programa de peticiones musicales que escuchábamos todos metidos en la cama, con el transistor debajo de la almohada y dejándonos acunar por los boleros y las canciones que elegÃan los enamorados para acercar las distancias o penar males de amores. Me llega el eco de La Ronda en la radio del coche cuando venÃamos de Las Palmas o Ãbamos camino de Agaete, o cuando estaba jugando un parchÃs porque al dÃa siguiente no habÃa colegio y te podÃas acostar más tarde. La radio fue también nuestra escuela. De ella nos llegaron noticias y canciones que fueron cambiándonos la vida y la propia manera de entender el mundo. Más tarde, ya en la adolescencia, llegó El loco de la colina para rematar todos esos años de escuchas previas. Nos licenció en sensibilidades, versos, seducciones y canciones inolvidables. Desde entonces soy incapaz de dormir sin escuchar, aunque sea sólo unos minutos, lo que dice la radio. Ese hombre, que ahora debe ser todavÃa más viejo y más pequeño, sigue empeñado en contar historias que vienen de ninguna parte y se quedan debajo de la almohada confundiéndose muchas veces con mis propios sueños.
15 de marzo de 2008.
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Diseño gráfico de José Miguel Valdivia.
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Modificado el ( sábado, 15 de marzo de 2008 )
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EL ARCO IRISPor Santiago Gil
Un buen dÃa apareció el arco iris. FrÃo en los huesos,
calles mojadas, resol en las fachadas de algunas casas y aquella
sensación de apego absoluto a la naturaleza. Levantabas la vista y te encontrabas el semicÃrculo
festivo coronando todo el cielo del pueblo. Uno se sentÃa entonces un
tipo casi mitológico. |
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ESPECIAL
1811-2011 |
En 1811 regÃa el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José
Almeida DomÃnguez, y destacaban como figuras preeminentes
nacidas en GuÃa tres nombres propios que han pasado a la
historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo
y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael
Bento y Travieso.
Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas
Canarias en el siglo XIX, GuÃa sufrió especialmente ese mismo
año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre
amarilla.
Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la
epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó
materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo
protagonizar a los vecinos de las medianÃas guienses aquella
famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada
año sacarÃan a la Virgen de GuÃa en procesión. Cumplióse el
ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la
cigarra y desde entonces en GuÃa se celebra cada septiembre la
votiva y popular Fiesta de "Las MarÃas"
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reportaje >> |
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V Ã D E O S - D E - 2 0 0 8 |
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CRÓNICAS DEL AYER |
A treinta años del fallecimiento de Mr. Leacock
Por Augusto Ãlamo Suárez, Ingeniero agrÃcola, y Sergio Aguiar Castellano, Archivero Municipal de GuÃa Cuando el empresario agrÃcola, David J. Leacock, popularmente conocido como Mr. Leacock, fallece el 22 de abril de 1980, hace ahora treinta años, desaparece una de las figuras más destacadas y emblemáticas de la historia de la comarca norte de Gran Canaria en el siglo XX.
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LA MUESTRA ESTARÃ ABIERTA HASTA OCTUBRE Leacock, Harris y Douglas, memoria imborrable de la agricultura canaria
Amado Moreno
Con una singular y lograda exposición abierta anoche en la Casa de la Cultura, el ayuntamiento de GuÃa rinde justo homenaje estos dÃas a tres destacad,os empresarios ingleses del pasado: David J. Leacock, Douglas Charles Fenoulhet y Anthony Harris. Avanzado el siglo XIX y después en el XX, los tres fueron decisivos en el impulso del cultivo y exportación de plátanos y tomates canarios.
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Centenario del Hospital de San Roque
Pedro González-Sosa Cronista oficial
Se
celebra el lunes 10 de agosto, dentro de los actos del programa preparado
por el ayuntamiento con motivo de sus fiestas patronales, el primer
centenario de la implantación en GuÃa de Gran Canaria del que constituyó
el también primer hospital allà abierto para el servicio no solo de la
población guiense sino de aquella zona.
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