"MI SEGUNDA PRIMERA COMUNI脫N"
Por Braulio Garc铆a Bautista.
Yo fui
uno de los 煤ltimos de mi muchachada en
hacer lo que her茅ticamente se conoc铆a por entonces como 鈥淟a Primera Comuni贸n鈥. Deb铆a de andar
entre los quince y los diecis茅is a帽os, o sea, que ya hac铆a como unos ocho que
hab铆a recibido- vestidito de gris, con un breviario con tapas de imitaci贸n de
n谩car y un rosario enredado en las enguantadas manos- mi 鈥淧RIMERA鈥 PRIMERA
COMUNI脫N- me refiero a la de verdad: a
la de don Bruno y Don Fernando (los curas Quintana)-.
驴Y
entonces, si ya la hab铆a hecho a los ocho, por qu茅 repetirla a los 16鈥? Bueno,
todo tiene su explicaci贸n: en la primera - despu茅s de pasar por la preceptiva
catequesis- yo recib铆 el sacramento de la Eucarist铆a; y en la segunda- sin cursillo de orientaci贸n, sin 鈥渃atequesis鈥
previa- lo que recib铆 fue mi bautizo sexual completo鈥 As铆 de irreverentes
茅ramos por entonces en aquel noroeste agreste y cerril鈥 隆mira que llamar de esa
manera a una 鈥減uesta de largo鈥 en tan pecaminosas lides!
Tuve que
vender mi mejor 鈥渃asar鈥 de palomas
ladronas para conseguir los 8 duros, cuarenta pesetas de las de entonces, que
me cost贸 mi primer encame con una 鈥渄ama鈥, porque, aunque ya hab铆a tenido algunos balbuceantes
escarceos, jam谩s hab铆a coronado鈥 Todas las pibitas con las que hab铆a estado,
llegado el momento de los toqueteos, te dec铆an muy solemnes: 鈥淒el
ombligo pa麓rriba lo que t煤 quieras, pero del ombligo pa麓bajo ni se te ocurra,
lo guardo para el d铆a que me case, 驴o铆ste?鈥.
Aunque
nunca he sido muy meapilas, confieso que, mientras me acercaba al lugar donde
se iba a consumar mi iniciaci贸n, me
debat铆a entre el miedo a condenarme para siempre, de arder en las calderas de
Pedro Botero por una 鈥淓TERNIDAD鈥- ese era un concepto que por entonces me
aterraba, porque no iban a ser 50 a帽os
achicharr谩ndome en aceite hirviendo, ni 1250, ni siquiera 6660鈥 est谩bamos
hablando de la jodida E T E R N I D A D-
y el deseo natural de conocer hembra;
de folgar; de yacer 鈥
Los
curas, que anatemizaban desde los p煤lpitos, al calor de aquella posguerra tan
favorable, sobre todo lo que significase trasgresi贸n de los r铆gidos
mandamientos de la Iglesia de Roma, le
met铆an a uno el miedo een el cuerpo, pero al final pudo m谩s la sabia
naturaleza, el alboroto hormonal y, sobre todo, la curiosidad. As铆 que, con Roberto Santiago (Gobeto el de Esteban) y Roberto
Ayala (el segundo de 鈥渓os tres locos de
Don Rafael鈥) como padrinos, una noche cualquiera de aquellos tiempos de
opresivo oscurantismo, me desvirgaron en el Barranquillo de G谩ldar.
Mi introductora
en la cosa del ayuntamiento carnal, fue una tal Margarita, apodada -vaya usted
a saber por qu茅- 鈥淟a Yegua Blanca鈥. A esta se帽ora probablemente tenga yo que
agradecerle el no sufrir ninguno de esos
trauma que se originan en los desflores poco placenteros. Fue tan gentil, tan
comprensiva y cari帽osa, que sal铆 de su catre con la impresi贸n de que hab铆a pasado el examen con nota alta, y eso,
a tan tierna edad, sirve de mucho para la cosa de la autoestima.
La cueva
donde ocurrieron los hechos estaba 鈥渁lbiada鈥 鈥 que no es lo mismo que albeada o
enjalbegada, que dicen por el Continente- y sus toscas paredes aparec铆an llenas de im谩genes de santos y fotos
coloreadas a mano. Sobre el cabecero de la cama, sin ir m谩s lejos, hab铆a un cuadro de Jes煤s con los brazos
abiertos con su coraz贸n en relieve, extracorp贸reo y sangrante, ante el que tuve
que cerrar los ojos para poder iniciar mi debut carnal.
Previamente,
Margarita, mientras se desnudaba, me pregunt贸 que si era mi primera vez, a lo
que yo asent铆 algo avergonzado; despu茅s quiso saber si era 鈥渃aballero
cubierto鈥濃 y al ver mi cara de estupor al no entender qu茅 me preguntaba, se
along贸 a trav茅s de la cama hasta coger una palmatoria con un cabito de vela que
titilaba d茅bilmente sobre una de las
cajas de Fundador Domecq que le serv铆an de mesitas de noche, y se dispuso
comprobarlo por si misma. Estuvo lo que me pareci贸 una eternidad hurgando en mi
zona pudenda y luego, con una satisfecha sonrisa en su boca pintarrajeada, se
tendi贸 y me hizo se帽as para que me acercara a su cuerpo blanquecino y fl谩ccido.
Cuando
estaba tendido a su lado, antes de entrar en faena, me espet贸 con cierta
brusquedad: 鈥溌縔 de qui茅n sos t煤, bichillo?鈥, yo le dije que era de Gu铆a,
pero que mi t铆o, Carlos Bautista (q.e.p.d.) era el alcalde de G谩ldar, lo que,
aparentemente, no le impresion贸 en lo m谩s m铆nimo.
Despu茅s
del r谩pido 鈥渂autizo鈥, Margarita tom贸 un
caldero desconchado, verti贸 agua en una palangana y procedi贸 a lavarme
cuidadosamente. Luego, de un montoncito
apilado en una de las 鈥渕esitas de noche鈥, cogi贸 un pa帽ito de 鈥渢oballa鈥, de aquellos que usaban las f茅minas cuando
aun no hab铆an llegado las compresas y los tampaxs, y me sec贸 con el mismo
esmero conque me hab铆a lavado.
Una vez
vestido, se asom贸 a la puerta de la cueva, descalza, en 鈥渃ombinaci贸n鈥 y con una
pa帽oleta por los hombros, para asegurarse de que no hab铆an moros en la costa,
y, d谩ndome una nalgadita, me dijo 鈥漋uelve cuando quieras, mi ni帽o鈥, mientras me
franqueaba la salida a la fresca noche y al mundo de los pecadores.
Esa
primera visita a una casa 鈥渄e lenocinio y perdici贸n鈥 鈥揷omo dec铆an los
predicadores que ven铆an desde fuera a despertar las conciencias dormidas de los
del pueblo- tuvo algunas consecuencias:
alguien le fue con el cuento a mi madre y esta le pidi贸 a mi padre que 鈥渕e sentara鈥 y me hablara 鈥渟eriamente鈥. Ya yo los hab铆a o铆do
cuchichear en la habitaci贸n de al lado, as铆 que cuando mi padre se inclin贸
sobre mi cama, ya sab铆a de que iba la cosa y, previendo lo peor, me hice el
dormido. El viejo me sacudi贸 suavemente y cuando 鈥渄espert茅鈥, me pregunt贸 mir谩ndome inquisitivamente a los
ojos: 鈥溌緿贸nde estuviste el domingo por la noche?鈥濃 鈥淔ui al cine Guayres a ver
una pel铆cula de Cantinflas鈥- le respond铆-鈥 驴Y como volviste de G谩ldar a Gu铆a, caminando?... 鈥淪铆,
caminando鈥濃 鈥溌縋or la carretera o por el barranco?鈥... 鈥淧or el barranco鈥- le
respond铆 con un hilo de voz-鈥 (SILENCIO)鈥 鈥驴Y pasaste por el Barranquillo鈥?鈥 No me atrev铆 a contestar a esa
pregunta, me limit茅 a asentir levemente con la cabeza鈥 (SILENCIO M脕S LARGO)鈥 鈥驴Y te
鈥渙cupaste鈥濃?鈥... -me pregunt贸 Anto帽ito el del Molino, intensificando la
mirada escrutadora que ten铆a puesta sobre mis desorbitados ojos-. Yo, asustado,
me limit茅 a repetir el mudo asentimiento鈥 鈥驴Y con qui茅n te ocupaste, si puede saberse鈥?鈥... 鈥淐on una que se llama Margarita鈥- le dije esperando el
guantazo en cualquier momento- 鈥 鈥溌緾on la Yegua Blanca?- indag贸
incr茅dulo mi padre- y al yo asentir otra vez con la cabeza, exclam贸: 鈥淧ero
co帽o, si esa tiene m谩s a帽os que Matusal茅n鈥 si puede ser tu abuela, carajo鈥
Bueno mira: tu madre est谩 muy preocupada, porque no s茅 si sabes que puedes trancar un mont贸n de
enfermedades en esos sitios, as铆 que la pr贸xima vez, si me entero que has
estado putiando, vamos a tener un problema鈥 est谩s muy joven t煤 como para que
te me conviertas en un puta帽ero鈥
驴estamos?鈥... ( SILENCIO) 鈥淎h, - me dijo mientras abr铆a la
puerta del cuarto, sin volverse- si te sientes picores o cualquier cosa 鈥減or ah铆 debajo鈥 me lo dices,
驴eh?... para llevarte corriendo a
casa de Don Ram贸n el m茅dico y a casa Chanito pa que te inyecte
unos cuantos millones de unidades de peninsilina鈥鈥 y eso fue TODO.
Tengo la
impresi贸n de que mi padre me lanz贸 esta suave amenaza porque mi vieja lo estaba
oyendo todo desde la otra habitaci贸n, porque ni su semblante ni su voz
mostraban c贸lera鈥 Creo que hasta, en el fondo, se alegr贸 de mi iniciaci贸n, de mi desembarco en el mundo de los
machitos- o en la jarca de los peque帽os cr谩pulas, como dir铆a cualquiera de aquellos
santos varones de la Adoraci贸n Nocturna-.
Ha dicho