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martes, 02 de octubre de 2007
LOS NIÑOS CON BOTAS
Música de Papagüevos II

Santiago Gil
            

Supongo que muchos niños seguirán naciendo con los pies planos. A lo mejor sería lo más deseable para andar por el mundo. Tal vez la naturaleza, que es sabia y actúa según los principios de Darwin, no quiere que nos asentemos a la tierra y pisemos seguros sobre ella, entre otras cosas porque el planeta cada vez está más complicado de pisar. Pero yo quiero recordar los pies planos de cuando nosotros éramos niños. Había mucha obsesión con el tema, y supongo que los medios para moldear la planta de los pies no estarían tan avanzados como hoy en día. Sólo así se entiende el paisaje de botas decimonónicas y cantosas por las calles de nuestra infancia.

Nos enseñaron a valorar cada uno de nuestros pasos sobre la tierra. Yo creo que el mismo par de botas duró toda la infancia. Vale que los pies crecen y todas esas cosas, pero es que yo me recuerdo con las mismas botas, siempre remendadas y rotas de tanto fútbol, tratando de correr o de saltar por la calles del pueblo. Todos estábamos anclados a las mismas formas y a los mismos cueros. Y no sé hasta qué punto serían las mismas que ya habían usado nuestros padres y nuestros abuelos. Para mí que eran las mismas, y a lo mejor fue por ahí por donde heredamos el pasado, que ya se sabe que en la planta de los pies están las conexiones con todo el cuerpo, incluido el cerebro y por tanto la memoria y el recuerdo.

Uno es lo que pisa y donde pisa, y también cómo pisa. Nuestro sueño recurrente era estar con playeras o con botas de fútbol todo el día, pero nos decían que para que eso pudiera llegar a suceder teníamos que llevar plantillas, y por tanto botas, durante varios años. Ahora, la verdad, veo a los niños con playeras casi desde que son bebés, con lo cual quisiera que alguien me explicara aquel sadismo podológico que nos aplicaron a nosotros.

Pesaban un quintal y uno se avergonzaba de ellas en todas partes. Lo que hacíamos era tratar de romperlas a golpe de balonazos y de golpear piedras por las calles y los barrancos. No había nada más desalentador que jugar un partido de fútbol con las jodidas botas frenando los sueños de los pies por marcar goles antológicos o inventar regates imposibles y memorables. Casi preferíamos jugar descalzos, y de hecho es lo que hacíamos muchas veces. Las botas fuera de los pies parecían parte del atrezzo de una película muda, y también contribuyen a que nuestros recuerdos sigan siendo en blanco y negro.

Pero con las botas estaban las zapaterías, aquel olor y aquel mundo mágico de cueros, clavos y trabajo artesano que nos encantaba mirar durante horas. Yo solía frecuentar la de San Roque, la de la calle del Medio y la de la calle de la Cárcel, aunque por cercanía estaba casi siempre en la que regentaba Manolo en San Roque con la ayuda de Juan el Guardia. Eran parte de nuestro paisaje cotidiano, puertas que se mantenían abiertas junto con las de los bares, las tiendas o las barberías en donde se improvisaban tertulias y la vida se iba escribiendo manual y pausadamente. Nosotros íbamos cada dos por tres para que remendaran nuestras botas polvorientas y callejeras que acababan luego entre cientos de zapatos de todos los tiempos numerados y con un profundo olor a betún. Yo creo que en aquellas zapaterías se fueron quedando los zapatos de más de un muerto que no tuvo tiempo de volver a recuperar sus pasos perdidos. Había zapatos por todas partes, y trozos de cuero y de suela, y clavos, y aquellos bancos en los que nos encantaba sentarnos desde que el zapatero se movía a buscar cualquier herramienta. Hoy lo de los zapatos está unido a la propia asepsia de estos tiempos, y al despilfarro de cambiar sobre la marcha lo que está ajado o deteriorado. Entonces se arreglaba todo, y con un poco de maña y otro poco de voluntad los objetos duraban varios años. De buena gana, sin embargo, habríamos hecho desaparecer aquellas botas que nosotros conocíamos despectivamente como potrancas. Nos acabaron marcando el paso más de lo que imaginamos, y de alguna manera uniformaron nuestras correrías y nuestras caminatas aventureras. Para mí que todos teníamos los pies planos, y apenas recuerdo a alguien que no calzara al menos por unos meses esas botas que generaron tantas burlas y tantas bromas pesadas y malévolas. El problema seguro que estaba más relacionado con el tamaño de las plantillas, que en eso sí reconozco que hemos mejorado una barbaridad. Pero sigo siendo un sentimental, y por tanto no puedo dejar de recordar con cierto cariño y complicidad los muchos pasos que di por el mundo con aquellas botas de cuero marrón que casi formaban parte de mi propio cuerpo. De hecho, cuando recuerdo mi infancia, me veo más con botas que con dedos en los pies. Nos amenazaban con no sé cuántos defectos futuros si no formábamos bien el puente de los pies, y entonces sí es verdad que éramos mucho más aprensivos y menos rebeldes con las leyendas urbanas y sanitarias que venían heredándose desde hacía cientos de años. Igual tenían razón y nos han ayudado a mantener el equilibrio de nuestros pasos cuando parecía imposible que soportáramos los embates del destino o de la mala suerte. Nos anclaron bien a la tierra, y nos enseñaron a caminar con pasos cortos y contundentes. También se nos quedó grabado por esos rincones perdidos e ignotos de nuestros cerebros que en caso de desgaste siempre podemos cambiar la suela y empezar de nuevo. No nos creíamos lo de las leguas del gato con botas. Nos parecía una charranada y una cosa de dibujos animados cursis y redichos. Nosotros éramos los verdaderos caminantes con botas. Y no sé si hubo milagro o no, pero sí que no nos recordaríamos igual de no haber mediado la estética y el peso de las botas en nuestros pies. Todavía hoy, cuando miro hacia abajo con ánimo de trascender o de encontrar respuestas, parece que las veo andando conmigo por las resbaladizas y peligrosas calles de esta farsa en que se ha convertido la vida.
 
Octubre de 2007.

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Diseño gráfico de José Miguel Valdivia.


Modificado el ( martes, 02 de octubre de 2007 )
 


LOS DIEZ DUROS
Por Santiago Gil

No nos acordamos de nuestros primeros pasos, pero sí de nuestro primer amor y de todos aquellos estrenos que han ido marcando el destino de nuestra existencia. Yo, por ejemplo, recuerdo cada Jueves Santo el primer sueldo de mi vida. Fue después de misa, hace más de treinta años. Cobramos diez duros por dejarnos lavar los pies en una función religiosa con la iglesia de Guía totalmente atiborrada y con todo el boato de don Bruno y el sacristaneo de los meapilas de aquellos años.  
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ESPECIAL 1811-2011

En 1811 regía el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José Almeida Domínguez, y destacaban como figuras preeminentes nacidas en Guía tres nombres propios que han pasado a la historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael Bento y Travieso.

Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas Canarias en el siglo XIX, Guía sufrió especialmente ese mismo año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre amarilla.

Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo protagonizar a los vecinos de las medianías guienses aquella famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada año sacarían a la Virgen de Guía en procesión. Cumplióse el ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la cigarra y desde entonces en Guía se celebra cada septiembre la votiva y popular Fiesta de "Las Marías"

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CRÓNICAS DEL AYER
A treinta años del fallecimiento de Mr. Leacock

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LA MUESTRA ESTARÁ ABIERTA HASTA OCTUBRE
Leacock, Harris y Douglas, memoria imborrable de la agricultura canaria

Amado Moreno

Con una singular y lograda exposición abierta anoche en la Casa de la Cultura, el ayuntamiento de Guía rinde justo homenaje estos días a tres destacad,os empresarios ingleses del pasado: David J. Leacock, Douglas Charles Fenoulhet y Anthony Harris. Avanzado el siglo XIX y después en el XX, los tres fueron decisivos en el impulso del cultivo y exportación de plátanos y tomates canarios.
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Centenario del Hospital de San Roque

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Se celebra el lunes 10 de agosto, dentro de los actos del programa preparado por el ayuntamiento con motivo de sus fiestas patronales, el primer centenario de la implantación en Guía de Gran Canaria del que constituyó el también primer hospital allí abierto para el servicio no solo de la población guiense sino de aquella zona.
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