LA VISITA DE OLIVIA STONE A LA CIUDAD DE GUÍA
Por ALEJANDRO C. MORENO y MARRERO
La escritora británica Olivia
Stone, acompañada de su marido, llegó a Canarias el 5 de septiembre de 1883 con
la idea de contar sus experiencias y observaciones en un libro. Esta obra fue
editada en el año 1887 con el desafortunado titulo de “Tenerife y sus seis
satélites”; sin embargo, debido a su amenidad narrativa, el encanto de la
prosa, la incesante curiosidad de su autora y, sobre todo, la inmensa cantidad
de información que acumula en sus dos volúmenes de alrededor de mil páginas, ocupa
un lugar privilegiado dentro de la riquísima literatura de viajes que existe
sobre el Archipiélago.
Según palabras del prof. Jonathan Allen, Olivia Stone
preparó admirablemente bien su viaje a las islas durante largas consultas que
la llevaron a la biblioteca del Museo Británico, donde manejó toda la bibliografía
disponible sobre Canarias. Estos estudios preeliminares le permitieron incluso
formarse opiniones sobre determinados aspectos antropológicos y arqueológicos
de los aborígenes y contrastar distinta información. Asimismo, expresa el prof.
Allen que una vez en las Islas Canarias, contactos claves en Las Palmas de Gran
Canaria, La Laguna,
Santa Cruz de Tenerife y de La
Palma, le brindan a la escritora valiosas cartas de
presentación dirigidas a los próceres de las islas menores y diversas personalidades
de las mayores, lo que constituye una red vital que impulsa los trayectos y
abre la puerta a impresiones y visiones difícilmente accesibles al viajero o
turista normal.
Sea como fuere, lo que a nosotros hoy verdaderamente
interesa es la visita que el miércoles 7 de noviembre de 1883 la señora Stone
hizo a la ciudad de Guía. Por este motivo, gracias a la magnífica traducción de
Juan Bedford, hemos considerado conveniente transcribir íntegramente de forma
literal su percepción de la misma:
Hay una fonda bastante buena en
Guía, a la que llegamos a las 4: 30 p.m. La hora en Guía, sin embargo, tiene
siempre un adelanto de treinta y cinco minutos sobre la de Las Palmas, aunque
nadie nos pudo explicar la razón. La cena resultó buena y después salimos y
llevamos a cabo algunas visitas para entregar nuestras cartas de presentación.
D. Francisco Martín Bento nos acogió en su despacho. La mayoría de las
viviendas tienen un cuarto en el piso bajo, cerca de la puerta de entrada que
ocupa el cabeza de familia y que es su despacho o biblioteca (o ambas cosas a
la vez). Para mí es la habitación más alegre de la casa, quizá por la presencia
de los libros que le dan una aire de comodidad y de habitado que nos
proporcionan las flores de cera, los paños de ganchillo y los cuadros de
santos. Tras una corta conversación, D. Francisco nos llevó hasta su esposa y
amablemente nos agasajaron con vino y galletas. Queríamos obtener información
sobre lo que podía verse en los alrededores y especialmente sobre la Cueva de Gáldar, tan
importante históricamente. Sin embargo, cuando D. Francisco se enteró de que
teníamos una carta de presentación para D. Rafael Almeida Mateos, nos dijo: “D.
Rafael les dará toda clase de información y ayuda”. Por lo tanto fuimos a ver a
D. Rafael, que afortunadamente para nosotros se encontraba en casa. Nos dijo
que sería imposible ver la cueva porque estaba cubierta de tierra y desechos.
Viendo lo decepcionados que estábamos, pensó un momento y dijo que enviaría un
mensaje a su hermano y que intentasen limpiarla. Si podríamos esperar un día o
dos se podría hacer fácilmente. Esto, sin embargo, era imposible ya que nos
quedaba mucho camino que recorrer y mucho que ver. A la mañana siguiente
descubrimos lo que habían trabajado durante toda la noche D. Rafael y sus
amigos para satisfacer nuestros deseos. Un incidente gracioso ocurrió en la
casa de D. Rafael. Nos quejamos de que nuestros caballos no eran muy buenos, de
que casi era imposible hacer que cabalgasen, y mencionamos que nos gustaría
conseguir mejores animales si era posible. D. Rafael dio unas palmadas -una
costumbre muy extendida y que suena muy oriental y de “Cuentos de mil y una noches”-
y se presentó un criado a quien le pidió que trajese a un arriero, el mejor que
hubiese. Después de unos minutos apareció un hombre en la puerta ¡que resultó
ser nuestro arriero! Rápidamente le comenté a D. Rafael en voz baja lo que
ocurría y él encontró la situación tan divertida como nosotros. Le preguntó al
hombre sobre sus animales, pero no había esperanza de cambiarlos si era verdad
que ya teníamos los mejores de la zona. Los caballos de montar son
tremendamente escasos y malos, excepto por supuesto los de la gente bien, pero
lo de alquiler son los peores del Archipiélago. Creo que más tarde descubrimos
la razón. Nos despedimos de D. Rafael, concertando una cita para el día
siguiente. De camino a la fonda tuvimos que entrar en una tienda para preguntar
cómo se llegaba a ella, y nos lo señalaron amablemente; el tendero, que estaba
cenando un plato de puchero, inmediatamente nos ofreció un poco. Es costumbre
invitar a los presentes, o a los que llegan durante una comida, a compartirla.
Aunque tal invitación no suele aceptarse, del mismo modo que no se espera que
alguien se apropie de la casa de un hombre, de sus muebles, de sus libros o de
sus caballos, cuando se indican que están “a disposición de usted”. Es simple
cortesía. El campesino irlandés también le ofrecerá que comparta lo que hay en
su casa, aunque sólo sean papas, pero su ofrecimiento es genuino y se siente
ofendido si usted rehúsa. Muchos consideran estas costumbres de los isleños
como una señal de hipocresía y, por ello, hacen comentarios muy duros olvidando
que una fórmula de cortesía no significa nada. No creo que queramos realmente
saber, harto preocupados, cuál es el estado de salud de todo aquel con que nos
encontramos, cuando les preguntamos “¿cómo está usted?”.
De estas breves líneas que Olivia Stone dedica en el libro
de viajes a su paso por la ciudad de Guía, nos ha parecido ciertamente destacable
el hecho de que -por entonces- la hora de este pueblo tuviera alrededor de treinta
y cinco minutos de diferencia con respecto a la de Las Palmas de Gran Canaria y
que, como ella misma escribía, nadie fuera capaz de darle una explicación a
semejante fenomenología, pues recordemos que no se entrevistó con personas ignorantes
sino todo lo contrario.
En este sentido, por lo que hemos podido averiguar, todo
apunta a que el Francisco Martín Bento del que habla la señora Stone en su
relato era un afamado Procurador de los Tribunales hermano de D. Salvador
Martín Bento, quien figura como Alcalde de Guía cuando se le concede a este
municipio el título de ciudad, en el año 1871. Dicho lo cual, sobra comentar que
ambos personajes eran parientes de nuestro admirado Poeta Bento, aquel guiense
ilustre cuya vida y obra ha sido ampliamente estudiada por el ingente investigador
Joaquín Rodríguez Ramos.
Por otro lado, Olivia Stone cita también al señor D.
Rafael Almeida Mateos, una de las figuras más relevantes e influyentes de la sociedad
de la época. De esta manera, el historiador Pedro González-Sosa, utilizando
como fuente de información una pequeña reseña biográfica que realizaron sus
nietos, nos dice que Rafael Almeida fue un hombre incansable en política, agricultura
y todo aquello que significase mejora para Gran Canaria y, de forma especial,
para su pueblo natal, Guía, del que llegó a ser Alcalde. Además, nuestro
cronista dice igualmente que Almeida era un viajero infatigable que fomentó el
cultivo de la caña de azúcar y cooperó en los primeros cultivos de la
platanera, ya avanzado el siglo XX.
El estudioso Marcos Hormiga considera que los escritores
de viajes, sin excepción de nacionalidades, opinan cuando comparan, ya que
opinan a través de la propia comparación y sus juicios están mediatizados por
la cultura o por el modo de vivir del que provienen. Sostiene Hormiga que independientemente
de las opiniones recogidas de autores anteriores, los escritores de viajes son
fieles referentes de una época y de una forma de pensar; no obstante, dice
también que la señora Olivia Stone, una mujer del siglo XIX de la que suponemos
que al igual que sus coetáneas sería una frágil, sumisa y timorata figura
femenina al servicio de su esposo, fue capaz de viajar en condiciones
infrahumanas y recoger observaciones bajo un prisma puramente victoriano, mejor
dicho, femeninamente victoriano.
En fin, el propósito de este trabajo nunca ha sido otra
cosa que no fuera ofrecerles una visión diferente pero, en nuestra opinión, muy
interesante y necesaria del transcurrir de la vida en esta municipalidad de
Guía a fines del s.XIX. Así, no quepa duda de que con tan sólo haber logrado acercarnos
a ello, nos sentiríamos enormemente contentados.
BIBLIOGRAFÍA Y OTRAS FUENTES CONSULTADAS:
EDWARDS, Charles: “Excursiones
y estudios en las Islas Canarias”. Las Palmas de Gran Canarias, 1998. GONZÁLEZ
CRUZ, María Isabel: “La convivencia
anglocanaria: Estudio sociocultural y lingüístico (1880-1914)”. Las Palmas
de Gran Canaria, 1995. GONZÁLEZ LEMUS, Nicolás: “Viajeros victorianos en Canarias”. Las Palmas de Gran Canaria,
1998. GONZÁLEZ-SOSA, Pedro: “Guía de Gran
Canaria: Historia de la máquina y el cultivo de la caña dulce en el siglo XIX”.
Las Palmas de Gran Canaria, 2004. GONZÁLEZ-SOSA, Pedro: “Guía de Gran Canaria: Historia del Ayuntamiento y de los edificios que
fueron sede institucional”. Las Palmas de Gran Canaria, 2002. GONZÁLEZ-SOSA,
Pedro: “Guía de Gran Canaria: Primero
villa, después ciudad. Y otras noticias históricas”. Las Palmas de Gran
Canaria, 1997. HORMIGA, Marcos: “La
visión anglosajona sobre las Islas Canarias”. La Orotava, 2005. LATIMER,
Frances: “Los ingleses en las Islas Canarias”.
Las Palmas de Gran Canaria, 2005. LUJÁN GARCÍA, Carmen: “La lengua inglesa en Canarias: Usos y
actitudes”. Las Palmas de Gran Canaria, 2003. STONE, Olivia: “Tenerife y sus seis satélites” (traducido
y anotado por Juan A. Bedford). Las
Palmas de Gran Canarias, 1995.