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domingo, 25 de marzo de 2007 |
LA EPÍSTOLA
Javier Estévez
PRÓLOGO
Antes de leer mi microrrelato, creo necesario aclarar ciertos hechos que en él se relatan y que facilitarán su comprensión: 1. En agosto del año 1811 aparece en la entonces villa de Guía la tan terrible epidemia de la fiebre amarilla. Murieron, sólo en la villa, es decir, en el actual conjunto histórico, 267 personas, entre hombres y mujeres, mayores y niños. 2. En este año de 1811 regía el pueblo, en calidad de alcalde real, don José Almeida Domínguez y destacaban como figuras preeminentes nacidas en Guía tres nombres propios que han pasado a la historia de Canarias: José Luján Pérez, Pedro José Gordillo y Rafael Bento Travieso. 3. En agosto de 1811, José Luján Pérez se encontraba trabajando en su vivienda-taller de Las Palmas, emplazada en la calle de Las Monjas, en el barrio de Vegueta. Gordillo y Ramos estaba en Cádiz, pues había sido elegido diputado en sus cortes. Y Rafael Bento Travieso seguía viviendo en Guía, casado con doña Fermina Fernández. 4. Durante la epidemia, y en Guía, en la calle de En medio, vivían Ana Pérez Sánchez, madre de José Luján Pérez, y una hermana y hermano de éste. 5. La epidemia estuvo controlada a partir de febrero de 1812. 6. El resto de la historia es pura ficción. En la villa de Guía de Gran Canaria, a 8 de diciembre de 1811 TEXTO DE "LA EPÍSTOLA"Mi querido José:
La fiebre amarilla nos mata, nos reduce, nos angustia. La desesperanza empieza a filtrarse entre nosotras: aún no hay síntomas de debilitamiento de la misma. Lejos de atenuar, creemos que se encuentra en su paroxismo: el pasado mes de noviembre fallecieron 106 vecinos; Guía se despuebla, se exaspera. Es tal nuestra desesperación que hoy me ha parecido ver hasta a los adoquines de nuestras calles contagiados, a pesar de su naturaleza basáltica. Nada se le resiste a esta epidemia.¡Es terrible, José!
Es cierto que nos movemos en la frontera de la vida, pero no nos queda más remedio; alguien debe liderar e intentar poner orden y cordura en este caos de quejidos, de ayes y lamentos, de desgarradores llantos y demenciales gestos. Es un escenario desolador, pavoroso, horrible.
A pesar de este paisaje, tus hermanos no cesan ni un instante en colaborar, ora con los vecinos infectados, ora en trabajos de necesario saneamiento. Ambos son admirables; estoy muy orgullosa de ellos. Carlos trabaja en la realización de un campo santo en el arrabal de la Atalaya, y María José ayuda noche y día en el interior de la parroquia, convertida por nosotras en un improvisado hospital. A las autoridades políticas y sanitarias, quiero imaginar que contagiadas por el miedo y la histeria colectiva, lo único que se les ha ocurrido es redactar un estúpido y estéril bando señalando a la mujer como única culpable y posible transmisora de esta terrible epidemia que nos azota. ¡Dios mío, desde los tiempos de Eva cargando con este sambenito!¿Cuándo nos libraremos de esta injusta y viril sentencia sobre nuestra culpabilidad? Como bien sabrás (creo que te lo apunté en la misiva que te hice llegar en septiembre), fue esa mujer, María Guadalupe, quien introdujo la fiebre en la población. A partir de ella, se contagiaron y murieron sus padres y abuelas materna y paterna, hasta sumar, a día de hoy, unos doscientos los vecinos ya fallecidos.
Como te exponía, tu hermana hace un trabajo encomiable, al borde siempre del desvanecimiento, parece infatigable. Ayuda a los enfermos que nosotras recluimos en la parroquia. Los infectados, aquejados de altas fiebres, escalofríos, múltiples dolores, vómitos y la icteria que les caracteriza, son atendidos por nosotras exclusivamente. Hace meses que ningún hombre entra en nuestro espontáneo sanatorio. ¡Como si fuéramos a contagiarlos! Hay que ser necio, la verdad.
¿Por qué elegimos el Templo Parroquial? . Era necesario asegurar el aislamiento de la población afectada para evitar así la extensión de la enfermedad. Ante la inoperancia de las autoridades, este grupo de mujeres, al que tu hermana y yo nos adscribimos fervientemente, se ha constituido en la única ayuda y esperanza que tienen los enfermos y los que aún parecen saludables. Afortunadamente, no todos mueren; los que sobreviven necesitan bastante atención, por lo que permanecen unas semanas más entre nosotras.
Si se empeñan en acusar a la mujer como la única causante de los males que arrastra la humanidad, si bien es cierto que en una mujer se inició esta epidemia, no será otro género que el femenino el que trate de aplacarla, de aislarla, de vencerla. Sé que lo conseguiremos. Tengo fe absoluta en ello y ya me conoces José, no hay fuerza (ni medicina) más potente que la fe. Además, por algo tiene esta virtud espiritual género femenino.
Por cierto, José, quería que supieras que entre tantos muertos, ha fallecido Fermina Fernández, esposa de tu tan admirado y querido poeta Rafael Bento y Travieso. Éste, ha enloquecido; destrozado por tan agudo y sincero dolor, el poeta ha recorrido, vehementemente, las calles blasfemando y culpando a Dios, nuestro señor, de su desgracia. Tuvo que intervenir parte del Regimiento militar para detenerlo. Al parecer, partirá pronto a Sevilla, donde esperemos que consiga rehacer su ahora apátrida vida.
Debo despedirme, José, mi querido José. Te echamos mucho de menos, y sobre todo, rezamos diariamente para que Dios conserve tu salud. Ojalá podamos verte pronto y sano por casa.
Tu madre, que siempre te quiere y espera:
Ana Pérez Sánchez.
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Modificado el ( viernes, 22 de enero de 2010 )
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EL CARRUSEL DE LOS LUNESPor Santiago Gil
Cuando se escribe se quiere detener el tiempo. Pero por
más comas que le pongamos al texto el tiempo ni se detiene ni deja de
dibujar sus rastros en nosotros y en todas las cosas que nos rodean. Ya
lo decía el poeta: nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Otra cosa son los fogonazos que nos permiten husmear las brasas casi
apagadas de otros tiempos. |
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ESPECIAL
1811-2011 |
En 1811 regía el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José
Almeida Domínguez, y destacaban como figuras preeminentes
nacidas en Guía tres nombres propios que han pasado a la
historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo
y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael
Bento y Travieso.
Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas
Canarias en el siglo XIX, Guía sufrió especialmente ese mismo
año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre
amarilla.
Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la
epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó
materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo
protagonizar a los vecinos de las medianías guienses aquella
famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada
año sacarían a la Virgen de Guía en procesión. Cumplióse el
ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la
cigarra y desde entonces en Guía se celebra cada septiembre la
votiva y popular Fiesta de "Las Marías"
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V Í D E O S - D E - 2 0 0 8 |
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CRÓNICAS DEL AYER |
A treinta años del fallecimiento de Mr. Leacock
Por Augusto Álamo Suárez, Ingeniero agrícola, y Sergio Aguiar Castellano, Archivero Municipal de Guía Cuando el empresario agrícola, David J. Leacock, popularmente conocido como Mr. Leacock, fallece el 22 de abril de 1980, hace ahora treinta años, desaparece una de las figuras más destacadas y emblemáticas de la historia de la comarca norte de Gran Canaria en el siglo XX.
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LA MUESTRA ESTARÁ ABIERTA HASTA OCTUBRE Leacock, Harris y Douglas, memoria imborrable de la agricultura canaria
Amado Moreno
Con una singular y lograda exposición abierta anoche en la Casa de la Cultura, el ayuntamiento de Guía rinde justo homenaje estos días a tres destacad,os empresarios ingleses del pasado: David J. Leacock, Douglas Charles Fenoulhet y Anthony Harris. Avanzado el siglo XIX y después en el XX, los tres fueron decisivos en el impulso del cultivo y exportación de plátanos y tomates canarios.
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Centenario del Hospital de San Roque
Pedro González-Sosa Cronista oficial
Se
celebra el lunes 10 de agosto, dentro de los actos del programa preparado
por el ayuntamiento con motivo de sus fiestas patronales, el primer
centenario de la implantación en Guía de Gran Canaria del que constituyó
el también primer hospital allí abierto para el servicio no solo de la
población guiense sino de aquella zona.
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