Ciudad de Guia (Gran Canaria, Spain)

     Nos ha parecido sugestivo, acaso atrayente, complementar el trabajo de Javier EstÃ©vez publicado en este mismo periÃ³dico sobre el origen del topÃ³nimo Pico de la Atalaya por el que se conoce, en la raya de GuÃa, la majestuosa montaÃ±a que sirve de telÃ³n de fondo a este municipio, cuya mitad pertenece a GÃ¡ldar razÃ³n por la que desde principios del siglo XVI se la conoce allÃ, efectivamente, como MontaÃ±a de GÃ¡ldar. Y se conociÃ³ asÃ desde los inicios de la centuria del XVI porque en aquel tiempo constituÃa esta villa, podrÃamos entender ahora, Ãºnica jurisdicciÃ³n llamÃ©mosla municipal del que formaba parte GuÃa como uno de sus barrios hasta 1526 en que se desgaja de aquel a consecuencia del nombramiento en la persona de Fernando Alonso como primer alcalde de la reciÃ©n nacida villa.

   Formadas, entonces, dos jurisdicciones administrativas independientes la montaÃ±a siguiÃ³ llamÃ¡ndose "de GÃ¡ldar" para los galdenses, aunque geogrÃ¡ficamente dividida en dos zonas: la del norte perteneciente a GÃ¡ldar y la del Sur a GuÃa que a finales del XVI populariza el topÃ³nimo de Pico de la Atalaya, como es conocido en la zona guiense, por las razones que pretendemos explicar, aportando el testimonio original que lo creÃ³.

   Pero vayamos al tema que nos ocupa. Conocidas las incursiones de corsarios sobre las distintas islas del archipiÃ©lago propiciÃ³ que las autoridades competentes en la Ã©poca decidieran tomar las precauciones necesarias para evitar las invasiones de los vÃ¡ndalos, que fueron varias y algunas muy sonadas, pero sobre las que no nos detendremos porque es tema conocido de todos con publicaciones especialmente dedicadas. Nos referiremos concretamente ahora al temor que en 1587 se tenÃa en Gran Canaria al "nacionalizado" corsario argelino, --aunque nacido, dicen los estudiosos, en Albania-- Morato ArrÃ¡ez que un aÃ±o antes, en julio de 1586, desembarcÃ³ con una poderosa tropa de mÃ¡s de mil hombres a bordo de siete galeras en la isla de Lanzarote donde despuÃ©s de rendir la fortaleza de Arrecife y saquear su capital Teguise puso sitio al castillo de Guanapay donde se encontraban mÃ¡s de 500 personas. SeÃ±ala Pallares Padilla que pese a la manifiesta inferioridad numÃ©rica las tropas isleÃ±as repelieron los ataques de que fueron objeto de los piratas, produciÃ©ndose importantes bajas por ambos lados, destacando, respecto a las isleÃ±as, el propio alcalde de la fortaleza Pedro de Cabrera Leme.

   TemiÃ©ndose repitiera las incursiones sobre Gran Canaria un aÃ±o despuÃ©s el Gobernador de la isla Alvaro de Acosta procediÃ³ a la instalaciÃ³n de miradores o atalayas a cargo de vigilantes que pusieran en sobre aviso la posible incursiÃ³n de este destacado pirata, siendo el principal la vigilancia desde las montaÃ±as de las Isletas. Igualmente considerÃ³ necesario organizar otro mirador en la entonces conocida y llamada "MontaÃ±a de GÃ¡ldar" no solo para advertir de la presencia de piratas sino para recibir desde las Isletas el aviso de la invasiÃ³n y reunir a las poblaciones de GuÃa y de Galdar para acudir con sus armas y sus caballos a la ciudad. Curiosamente, no se pone en contacto con el alcalde de aquella localidad sino que lo ordena al de la tambiÃ©n villa de GuÃa Juan Bautista de Soberanis y al capitÃ¡n de las Milicias allÃ guarnecidas Melchor de Aguilar.

   El tema, repetimos, harto conocido por historiadores fue novelado hace unos dÃas por Javier EstÃ©vez que incluso imagina el diÃ¡logo que se produce entre los protagonistas de la historia. Lo que realmente se conoce es el testimonio por el que el Gobernador ordena la contrataciÃ³n de un atalayero en GuÃa, documento que se conserva en el Archivo HistÃ³rico Provincial de Las Palmas, sobre el que tambiÃ©n ahora procuraremos resumir algunas curiosidades conocidas en torno al mismo.

   En la dÃ©cada de los aÃ±os ochenta del pasado siglo cuando el Archivo HistÃ³rico estaba en los bajos de la Casa de ColÃ³n solÃamos consultar los ficheros conservador en los cajoncitos de un pequeÃ±o mueble que contenÃa --y debe contener-- la transcripciÃ³n de algunos testimonios interesantes que guardaban los protocolos notariales del siglo XVI de los escribanos de GuÃa; transcripciÃ³n que habÃa realizado, al parecer, tiempo atrÃ¡s el que se dice fue primer director del citado archivo BenjamÃn Artiles. En uno de aquellos ficheros aparecÃa la transcripciÃ³n del testimonio ante el escribano Mateo Gil PiÃ±ero por el que se contrata un atalayero para la vigilancia de las costas norte de la isla ante la presumible invasiÃ³n pirata. Conservada aquella transcripciÃ³n, que han reproducido varios autores, adolecÃamos de la reproducciÃ³n grÃ¡fica y testimonial del documento, cuestiÃ³n que se ha podido salvar hace unos dÃas localizÃ¡ndolo en uno de los protocolos del citado escribano que ejerciÃ³ como tal desde 1584 a 1587 segÃºn los legajos conservados en el AHPLP. El legajo estÃ¡ a punto de ser declarado como "no consultable" por el deterioro que sufre la cabecera del libro, cuyo folios aparecen prÃ¡cticamente consumidos por el paso del tiempo y la polilla que impiden transcribir su inicio y la foliaciÃ³n. Pero la paciencia dio sus frutos y su localizaciÃ³n fue posible. Se encuentra en el nÃºmero 2331, sin foliaciÃ³n reconocible, del escribano Mateo Gil PiÃ±ero fechado en GuÃa el 12 de febrero de 1587.

       La transcripciÃ³n del instrumento --cuya reproducciÃ³n fotogrÃ¡fica   ilustra estas notas como aportaciÃ³n documental para deleite de los interesados--es la siguiente:
"Sepan cuantos esta carta vieren como nos Juan Bautista de Soberanis, alcalde de esta villa y yo Melchor de Aguilar, capitÃ¡n de dicha villa e vecino della, decimos que por el CapitÃ¡n Gobernador desta isla de Gran Canaria Alvaro de Acosta, nos ha sido mandado que conforme a la comÃºn costumbre desta isla para la guardia e custodia della de los corsarios enemigos y Morato Arraiz, pusiÃ©ramos una persona de confianza para atalaya y guardia en la MontaÃ±a de GÃ¡ldar, junto a la villa de GuÃa, para la tal guardia que allÃ estuviere e asista en la dicha vela y montaÃ±a de ordinario, sin salir de ella ni de dÃa ni de noche, teniendo gran cuenta con la seÃ±al que diere el atalaya de las Isletas de la Cibdad, y puesta por el dicho CapitÃ¡n, para que vista responda la dicha atalaya desta villa con su farol y humazas para que los vecinos destas villas acudan con sus armas e caballos a la dicha Cibdad ante el dicho CapitÃ¡n y Gobernador para seguir su orden; y en cumplimiento de lo a ellos mandado, otorgamos e conocemos que damos a vos Melchor Alonso, vecino de dicha villa, la guardia y atalaya desta villa de GuÃa, para que vos, el antedicho, como tal guardia y atalaya seÃ¡is obligado a estar en la dicha MontaÃ±a de GÃ¡ldar desde el dÃa de la fecha desta carta de dÃa e de noche sin salir de ella, teniendo tea aparejada y leÃ±a junta para responder a los faroles y humazas que se quemen en las Isletas de la Cibdad e atalaya della; y para que los vecinos y moradores estantes y habitantes de estas villas y sus tÃ©minos acudan a las dichas villas, para ir luego a la Cibdad al socorro de ella y que en todo hagÃ¡is lo que debe hacer".

   Termina seÃ±alando el salario, que serÃ¡ de seis ducados cada mes, y la conformidad del atalayero designado. Lo firman Juan Bautista de Soberanis, Melchor de Aguilar y el escribano Gil PiÃ±ero.