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viernes, 23 de octubre de 2015 |
Melchor Alonso, el primer atalaya
por Javier Estévez
Fue
el sino, el azar, la suerte, la fatalidad, el designio o como quieran
llamarlo, pero quizás si el corsario Morato Arráez no hubiese atacado
nunca Lanzarote, a estas alturas de la historia nadie hubiese conocido
al volcán más alto de la isla con el nombre del pico de La Atalaya.
El pirata argelino se convirtió en 1586 en el azote de Lanzarote al protagonizar en el verano de ese año uno de los ataques más agresivos de cuantos ha padecido la isla. Fue tal el pánico que desató la presencia del pirata en todo el archipiélago -alcanzó Teguise, entonces la capital conejera- que una mañana de invierno, de apariencia tranquila y rutinaria, un emisario que provenÃa de la capital entraba apresurado en la villa con una carta urgente para Melchor de Aguilar, capitán del Tercio de Milicias de GuÃa. La carta era un aviso firmado por el capitán de la isla, Alvaro de Acosta, advirtiendo a la población guiense de la posibilidad que existÃa de la llegada de corsarios enemigos y en especial de Morato Arráez. La misiva invitaba al capitán guiense a que buscara a una persona de confianza para que subiera a la Montaña de Gáldar, por la inmejorable posición que ocupaba el viejo volcán de basalto como oteadero de toda la costa norte de Gran Canaria, y permaneciera dÃa y noche atento en su cima. Desde allà debÃa avisar al atalaya de las Isletas, con su farol si fuera de noche y humos si ocurrieran de dÃa, de los peligros advertidos y anunciados.«¿Quién querrá aceptar un trabajo tan solitario?» se preguntó el capitán tocándose la barbilla repetidamente mientras observaba la montaña desde la ventana de su despacho.
Juan Bautista de Sobranis, descendiente de comerciantes genoveses, vecino y antiguo alcalde de GuÃa y amigo Ãntimo del capitán, era por su carácter afable y dialogante quien mejor conocÃa a todo el vecindario; y no solo por sus nombres y apellidos, cuestión que asombraba a todos, sino también por sus inquietudes y cualidades. Por eso, cuando el capitán lo mandó a llamar y le informó del contenido de la carta y del cometido, supo desde el primer momento quién podrÃa llevar a cabo la tarea de forma efectiva y satisfactoria.«Yo me encargo», dijo antes de salir en busca de su candidato.
Melchor Alonso aceptó el trabajo con una breve e insÃpida confirmación. «Sû, dijo sin dirigir su mirada a ambos porque contemplaba con cierto asombro la montaña que se alzaba sobre los tejados. Nunca antes se habÃa posado su mirada sobre el volcán de forma tan detallada. Le bastaron unos pocos segundos para adivinar el sendero que rayaba sus laderas pardas y encalichadas y localizar, cerca de la cima, la cueva que se convertirÃa en su nueva morada. Oyó, sin cierto interés, cómo el capitán le explicaba que ganarÃa un salario de seis ducados al mes y que un soldado del Tercio le alcanzarÃa a la cima, una vez por semana, una provisión de leña, tea, agua, vino, frutas y viandas en salazón. Pero fue la voz de Juan Bautista la que consiguió traerlo de nuevo a la conversación. «La tranquilidad de las villas de GuÃa y de Gáldar depende de usted, Melchor. El turco amenaza la isla. Ponemos el futuro de nuestras vidas no en sus manos, sino en sus ojos», sentenció Bautista con solemnidad.
Melchor Alonso vivÃa en las afueras de la villa en una pequeña casa que se alzaba junto al camino real. Era un jornalero que destacaba por su obediencia, por lo aplicado que se mostraba siempre en sus tareas y sobre todo por su extraña querencia de llevar una vida solitaria y retirada. Cuando a la mañana siguiente comenzó a subir por el estrecho y pedregoso camino que le conducÃa a la cima, no podÃa imaginar que ascendÃa a una montaña que varios dÃas después, y gracias a su presencia constante y solitaria, serÃa bautizada por sus vecinos como el pico de La Atalaya.
NOTA DEL AUTOR: Esto es literatura, no historia. Sergio Aguiar y el profesor Lobo Cabrera han historiado este momento con magnÃfica solvencia y claridad. De ellos beben estas letras. Puede gustar más o menos, ser útil o inocuo pero sobre la finalidad de este texto, pienso como el periodista Juan Tallón, quien cree que no
importa demasiado que sea inventado. Si algo está muy bien
contado, o muy bien escrito, siempre será verdadero. Esa es mi intención.
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Modificado el ( domingo, 27 de diciembre de 2015 )
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ESPECIAL
1811-2011 |
En 1811 regÃa el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José
Almeida DomÃnguez, y destacaban como figuras preeminentes
nacidas en GuÃa tres nombres propios que han pasado a la
historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo
y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael
Bento y Travieso.
Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas
Canarias en el siglo XIX, GuÃa sufrió especialmente ese mismo
año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre
amarilla.
Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la
epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó
materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo
protagonizar a los vecinos de las medianÃas guienses aquella
famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada
año sacarÃan a la Virgen de GuÃa en procesión. Cumplióse el
ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la
cigarra y desde entonces en GuÃa se celebra cada septiembre la
votiva y popular Fiesta de "Las MarÃas"
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reportaje >> |
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V Ã D E O S - D E - 2 0 0 8 |
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R E P O R T A J E S |
Datos para la historia de la Atalaya de GuÃa
Por Sergio Aguiar Castellano y Javier Estévez DomÃnguez
Señala
el profesor Lobo Cabrera en su estudio “Atalayas en Gran Canaria en el
siglo XVI†(Revista El Museo Canario nº LX, 2005), que la figura del
atalaya o atalayero está recogido en las Partidas de Alfonso X el Sabio,
donde es descrito como: “[…] atalaya son llamados aquellos hombres
que son puestos para guardar […]
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CABALGATA DE CARROZAS 2012
FOTOS DE INFONORTEDIGITAL.COM
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GuÃa cumple en 2013 dos siglos de partido judicial con el temor a su desaparición
Alexis González
Ni
un operador ve beneficio alguno a su anexión por la capital de la isla -
Solo un "ahorro de cinco sueldos" y muchos gastos a la hora de
trasladarse a LPGC. Santa MarÃa de GuÃa es uno de los partidos
judiciales del Reino de España con la soga al cuello. La
reestructuración del territorio anunciada y posteriormente matizada por
el Poder Judicial español (CGPJ) coloca a la cabecera histórica de la
Administración de Justicia en el Noroeste de Gran Canaria en primera
lÃnea de fuego para ser anexionada por la capital de la isla.
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