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domingo, 19 de enero de 2014 |
CICLOTIMIAS La belleza
Santiago Gil
La vida tiene truco; pero casi nunca nos llegamos a dar cuenta. Preferimos que nos engañen. Aparecemos y desaparecemos sin dejar más rastro que la belleza que logramos ver, crear o acariciar cuando se cruza ese milagro que es el amor en cualquier otra mirada. Hace unos dÃas estuve viendo la pelÃcula La gran belleza, del director italiano Paolo Sorrentino. Lo primero que a uno le apetece hacer según sale del cine es regresar a Roma cuanto antes para no perder ni un segundo lejos de los palacios, de las fachadas y de las plazas que te sorprenden en cualquiera de sus recorridos más o menos improvisados.
Pero no solo de Roma vive el hombre, ni tampoco hay que buscar esa ciudad tan sorprendente al final de todos los caminos. Cada uno lleva su Roma consigo, aunque la mayorÃa de las veces pasamos de largo ante ella y también ante nosotros mismos.
Justo antes de ir a ver la pelÃcula, recomendada una y otra vez por muchos amigos, acababa de terminar la lectura de un cómic japonés que les recomiendo vivamente. Se titula El almanaque de mi padre y lo escribe Jiro Taniguchi.
También tiene que ver con la belleza de las emociones y sobre todo con ese mundo tan extraño que son siempre los recuerdos. La pelÃcula y el cómic, y no juzguen esta última manifestación literaria como un género menor porque les aseguro que se equivocarÃan de medio a medio, se plantea la desorientación de quienes renuncian a sus propias raÃces.
A veces no hacemos más que escapar de nuestros pueblos y de nuestros ancestros sin darnos cuenta de que asà nos alejamos cada dÃa más de nuestra propia esencia. No se plantean miradas almibaradas a ese pasado que es verdad que tampoco fue nunca perfecto, pero se hace hincapié, en este caso en la obra de Taniguchi, en los recuerdos imborrables de la infancia y en cómo a veces nos equivocamos juzgando a nuestros padres o a nuestro entorno sin profundizar en por qué eran como eran cuando solo trataban de que saliéramos adelante y de que contáramos con todas las oportunidades que ellos nunca tuvieron. Sorrentino, por su parte, recrea una y otra vez un lejano amor adolescente y ese mar que para los isleños también es una especie de patria en la que reconocernos desde que cerramos los ojos y dejamos que suenen las mareas.
En el presente nos movemos creyéndonos cada dÃa más los trucos que permiten que la vida merezca la pena. Hablo del amor, de la literatura, del cine, de la música o de los propios recuerdos. Si rompemos el caballo de cartón acabamos sobre la marcha con el juego. Mejor nos creemos, como cuando éramos niños, que el caballo lleva dentro lo mismo que los otros caballos que veÃamos correr en las pelÃculas del Oeste. Somos nosotros los únicos capaces de argumentar nuestros propios sueños. Y no concibo mejor coartada que la belleza. EN FORMATO ELECTRÓNICO "El destino de las palabras", de Santiago Gil, puede adquirirse en Amazon |
Modificado el ( lunes, 24 de febrero de 2014 )
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ESPECIAL
1811-2011 |
En 1811 regÃa el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José
Almeida DomÃnguez, y destacaban como figuras preeminentes
nacidas en GuÃa tres nombres propios que han pasado a la
historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo
y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael
Bento y Travieso.
Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas
Canarias en el siglo XIX, GuÃa sufrió especialmente ese mismo
año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre
amarilla.
Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la
epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó
materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo
protagonizar a los vecinos de las medianÃas guienses aquella
famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada
año sacarÃan a la Virgen de GuÃa en procesión. Cumplióse el
ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la
cigarra y desde entonces en GuÃa se celebra cada septiembre la
votiva y popular Fiesta de "Las MarÃas"
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O P I N I Ó N |
El nuevo hijo predilecto de Gran Canaria, Pedro Gordillo y Ramos, fue un rompedor del Antiguo Régimen y un dÃscolo ilustrado
Por Juanjo Jiménez
Una
pieza. Un personaje de pelÃcula. Un canónigo revoltoso, dÃscolo, fogoso
y polémico. Un cura, que nació en una Santa MarÃa de GuÃa del siglo
XVIII, y cuyo carácter, parlamento y fuerza lo llevó a presidir las
Cortes de Cádiz en 1813 que fulminaron el Antiguo Régimen, y a enervar a
la curia, a guerrear con Tenerife por la capitalidad de Canarias, por
la sede del obispado regional y por separar Iglesia y Estado.
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