De
artesano a escultor
Juan José Caballero no se limita, con ser
encomiable, a realizar objetos de uso doméstico imprimiéndoles su sello
personal. Hace algo más, y ese plus es el que le da la categoría de escultor.
Por eso, reivindicamos esta condición para quienes, como Juan José, tallan la
madera y la moldean hasta obtener un objeto artístico sólido y tridimensional
susceptible de ser usado como ornamento. Por Antonio Aguiar.
Un reportaje
dinámico de Antonio Aguiar iniciado el 24 de enero de 2007.
En esa esfera de la expresión humana que
denominamos creación artística, la actividad específica de la escultura es el
proceso de representación de una figura en tres dimensiones. El objeto
escultórico es por tanto sólido, tridimensional y ocupa un espacio.
El procedimiento para generar dicho objeto nos
remite a las variedades técnicas de la escultura. Según los tratadistas
italianos del Renacimiento (Alberti, Leonardo, Miguel Ángel), un escultor es
aquel que quita materia de un bloque hasta obtener una figura. Por consiguiente,
esculpir o tallar es quitar, y es escultor quien sabe quitar lo que sobra en un
bloque, de material sólido, que contiene un objeto escultórico en potencia. Así
lo manifestaban dichos escritores para poner de relieve el contraste entre
escultura y pintura, ya que esta última consiste, por el contrario, en añadir.
Por su parte, al artesano lo ha caracterizado siempre el realizar objetos de uso
doméstico imprimiéndoles un sello personal, labor absolutamente plausible.
Juan José Caballero hace justamente lo
primero. No se limita, con ser encomiable, a realizar objetos de uso
doméstico imprimiéndoles su sello personal. Hace algo más, y ese plus es el
que le da la categoría de escultor. Por eso, reivindicamos esta condición
para quienes, como Juan José, tallan la madera y la moldean hasta obtener un
objeto artístico sólido y tridimensional susceptible de ser usado como
ornamento. |
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Además de hacer justicia con la importante
labor artística de Juan José Caballero, nos parece de gran utilidad para nuestra
Ciudad, tanto en el orden cultural como el económico, la creación de un museo
que lleve su nombre, o, en su defecto, una sección dentro de un gran museo que
pueda crearse en el municipio, lo que no debería ser obstáculo para que su
establecimiento siga en explotación por él y sus sucesores.
La relevancia de su obra, sin lugar a dudas,
atraerá visitantes, lo mismo que acontece con el queso de flor o el Cenobio de
Valerón, por citar dos ejemplos dispares.
Antonio Aguiar (2007)
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