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martes, 06 de abril de 2010 |
El Teleférico
Por Santiago Gil
No confundamos nuestros pasos con los de la naturaleza. Nosotros crecemos, nos multiplicamos y un buen día decimos adiós, cada cual según haya vivido, más o menos satisfechos en función de nuestras coherencias, nuestros aprovechamientos del tiempo y nuestras propias experiencias vitales. El que siempre está volviendo a la infancia resulta un melancólico insoportable, y el que con cincuenta años se viste como si tuviera diecisiete queda grotesco aunque no lo sepa y piense que sigue siendo un Marlon Brando. Hay que saber cambiar con los tiempos que nos corresponden. Los que se niegan a evolucionar se vuelven rancios y desprenden ese olor a naftalina de las casas viejas y poco ventiladas.
El paisaje y la propia naturaleza sí que tienen unos ritmos y unos tiempos que nunca se pueden parecer a los nuestros. La efímera existencia de una flor o de una mariposa no cuadra con nuestra necesidad de años en el planeta; pero también nos sobrepasa la vida de una montaña o de una roca, esos millones de años que fueron necesarios para que se creara un valle o una de esas costas que a veces parecen trazadas con el cincel del más inspirado escultor. El Roque Nublo es un milagro de esa naturaleza milenaria que nos deja sin palabras cuando nos asomamos a los abismos cumbreros de Gran Canaria. No sé cómo en medio de esa belleza se puede plantear un trazado de cables y cabinas para relanzar la economía de la zona. No aprendemos de los errores ni de los destrozos paisajísticos que han ido alejando a ese turista que buscaba justamente lo que nos hemos ido cargando. Los pocos sibaritas del paisaje que nos visitan lo hacen justamente por los barrancos y las cumbres limpias de hormigón y cemento que aún mantenemos a salvo. Un teleférico, para qué un teleférico. En lugar de aquella tempestad petrificada que encandiló a Unamuno tendríamos una tempestad electrificada, codificada y de un futurismo hortera de nuevo rico. Si no nos espabilamos, un día subimos a Tejeda o Artenara y encontramos esos cables delante del arrebol espectacular que en el ocaso hermana al Teide con el Roque Nublo y el Bentayga. Y cuando ya esté el teleférico querrán poner telesillas para subir a la cumbre desde San Mateo o helicópteros desde los que poder contemplar a mucha más altura los barrancos luminosos que inspiraron a Néstor Álamo. Somos pueriles y confundimos la realidad con la televisión. Si los dejamos nos destrozan los pocos lugares en los que todavía podemos reconocernos. Nuestros antepasados aprendieron a admirar sabiamente esos paisajes desde cualquier degollada. Ninguno de ellos envidió nunca la vista de esos cernícalos que saldrían definitivamente espantados de la isla si también se encontraran cables en medio de la nada.
ABRIL 2010
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Modificado el ( martes, 06 de abril de 2010 )
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ESPECIAL
1811-2011 |
En 1811 regía el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José
Almeida Domínguez, y destacaban como figuras preeminentes
nacidas en Guía tres nombres propios que han pasado a la
historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo
y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael
Bento y Travieso.
Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas
Canarias en el siglo XIX, Guía sufrió especialmente ese mismo
año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre
amarilla.
Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la
epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó
materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo
protagonizar a los vecinos de las medianías guienses aquella
famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada
año sacarían a la Virgen de Guía en procesión. Cumplióse el
ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la
cigarra y desde entonces en Guía se celebra cada septiembre la
votiva y popular Fiesta de "Las Marías"
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O P I N I Ó N |
Tradición y folclore se dan la mano en la Fiesta de Las Marías de Guía por Luis Miguel Arencibia
El tercer fin de semana de septiembre, el pueblo de Santa María de Guía celebra una de fiesta declarada en Canarias como Bien de Interés Cultural: La Rama en Las Marías. Es una “fiesta de agradecimiento” a la Virgen de Guía, que cumple más de dos siglos de vida. Allá, en el año 1811, los agricultores, ganaderos y campesinos de los municipios de Guía, Gáldar y Moya, tras sufrir un sinfín de calamidades (plagas de langosta, la fiebre amarilla, sequía…) subieron a la Montaña de Vergara y prometieron a su Virgen que, si daba fin a todas estas penurias, cada año celebraría una fiesta de agradecimiento por el milagro otorgado. Y, así, generación tras generación, Santa María de Guía celebra estas fiestas en honor a Las Marías, de la mano de los Mayordomos, los responsables de cumplir la tradición, así como de organizar, conservar la pureza y la devoción de este acontecimiento festivo y religioso.
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