Yo de niño jugaba a todas horas con el pasado. No es que fuera un nostálgico precoz ni un niño ensimismado. Todo lo contrario; no había quien me metiera en casa si existía la más mínima posibilidad de salir a la aventura de los juegos y de las calles. Hablo, claro, de los años setenta y de una infancia en un pueblo que como casi todos los pueblos de entonces tenían poco que ver con la inseguridad que pueden encontrar los niños de hoy en día. Nosotros jugábamos entre barrancos, en maretas vacías o en calles de adoquines en las que casi no transitaban los coches. Los balones se iban desgastando sucesivamente y sus únicos dueños eran los que sabían regatear hasta su propia sombra. Nos bastaba muy poco para ser felices.
En 1811 regía el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José
Almeida Domínguez, y destacaban como figuras preeminentes
nacidas en Guía tres nombres propios que han pasado a la
historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo
y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael
Bento y Travieso.
Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas
Canarias en el siglo XIX, Guía sufrió especialmente ese mismo
año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre
amarilla.
Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la
epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó
materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo
protagonizar a los vecinos de las medianías guienses aquella
famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada
año sacarían a la Virgen de Guía en procesión. Cumplióse el
ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la
cigarra y desde entonces en Guía se celebra cada septiembre la
votiva y popular Fiesta de "Las Marías"
María
del Carmen Pérez es una guapa y adorable criatura de 22 años, la cual
padece una de esas enfermedades llamadas “raras” y que, para su mayor
desgracia, por este mismo motivo, los organismos oficiales hacen poco
caso, no solo en remediarla o evitando hacerla más llevadera a su
familia, sino incluso en la investigación para erradicarla. Síndrome de
Dani Walker es el mal que la atenaza, con una gran dependencia en grado
III Nivel 1. Un propósito solidario con su pesada losa, es lo que me ha
llevado a dedicarle el siguiente comentario.