Inicio arrow Noticias arrow Fiestas de La Virgen 2008 arrow Necesidades y mecenas. Don Bruno Ciudad de Gua, 19 de marzo de 2024

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lunes, 04 de agosto de 2008
Necesidades y mecenas

Don Bruno habla del escultor Cayetano Guerra

Image En aquellos años de 1943 en que me hice cargo de la tan apetecida, por muchos, parroquia de Santa María de Guía, que yo no merecía, y en los años siguientes hasta avanzados los cincuenta, la situación económica de España por motivos de la guerra civil y, sobre todo por la segunda guerra mundial, era lo más angustiosa que se puede imaginar, rayana, podíamos decir, en desesperante, estando los artículos de primera necesidad sometidos a control estatal y, por lo tanto, distribuidos mediante cartilla de racionamiento, situación que repercutía, con gran incidencia, casi en el 80% de la feligresía parroquial, y por lo mismo la Parroquia se veía fuertemente afectada por esta penuria económica que invadía a toda la Diócesis. Los viernes de cada semana daba pena ver aquella riada de menesterosos de todas las edades, desfilar por todas las calles de la población, solicitando de los vecinos una limosna para poder sobrevivir. Y las parroquias, que siempre eran consideradas como madre de los pobres y "su paño de lágrimas", se veían impotentes para atender, en lo más elemental, a sus hijos y familias pobres.

Las colectas que se efectuaban, una vez al mes, en las tres misas que se celebraban en la parroquia, los domingos y fiestas de precepto, apenas se reunían cincuenta o sesenta pesetas, cantidad irrisoria y, por lo mismo, de todo punto insuficiente para atender las necesidades de la iglesia como son: entre otras, el fluido eléctrico, el agua, limpieza, etc., y pagar al sacristán, al sochante y monaguillos; y por otra parte las obvenciones y derechos arancelarios eran verdaderamente mezquinos y escasos, y, en esos años, hasta los cincuenta, la Iglesia no recibía del Estado subvención alguna, como era de justicia...

Por esa razón de los escasos ingresos que tenía la Parroquia, el templo parroquial, cuando llegué, sólo estaba alumbrado por la noche, por una sola bombilla de sesenta bujías que pendía de la perilla de la araña de plata de ley que pendía del crucero de la iglesia, quedando el templo envuelto en una suave penumbra que invitaba a algunos a concentrarse en devota oración, y a otros les causaba angustia, tristeza, que les hacía alejarse del sagrado recinto.

En otro pasaje, don Bruno recuerda que dijo lo siguiente:

"me permito pasar la bandeja petitoria todos los domingos y fiestas de precepto, para recoger el óbolo con el que cada cual quiera, libremente, contribuir a sufragar los gastos que el mantenimiento y atención del templo ocasiona durante el mes".

Se puede decir, casi con plena certeza, que este plan económico que aprobado, con complacencia, por el 90% de los fieles, pero como todavía existía la falsa creencia entre muchos feligreses que la parroquia de Santa María de Guía era algo así como un "Perú", con unos ingresos fabulosos, por lo que el Cura no tenía, pensaban, que pedir limosna pasando la bandeja durante la celebración de las santas Misas para recoger fondos con que sufragar los gastos ocasionados por los arreglos y atenciones realizadas en el Templo. Así me lo hizo saber un señor con "aire de magnate" y de "super-sabio", el cual, por su riqueza agrícola, tenía muy suculentos ingresos. A su sugerencia, muy respetable, yo le contesté que la Parroquia de Guía no era mejor que la de Teror, Arucas, Telde, los Jesuitas, la Catedral, etc. en cuyas iglesias se pasaba la bandeja todos los domingos y demás fiestas, en las Misas, para recoger las limosnas con que los fieles, libremente, contribuían a sufragar los gastos que las múltiples necesidades de los mismos templos originan, y por lo mismo yo seguiré recogiendo las limosnas que los fieles de Guía entregasen voluntariamente, esos días santos, para atender las necesidades de su templo, y llevar los arreglos, o reformas, que fuesen necesarios realizar en el mismo, para su conservación y embellecimiento.

Por lo pronto el pueblo, al ver que yo empecé a mejorar el alumbrado en el templo sin nada pedirle, empezó también a depositar, con generosidad, su óbolo en las bandejas para ayudar al Cura a sufragar los gastos que las reformas y mejoramiento que ha emprendido en el templo parroquial, le ocasionan, como así lo manifestaban con agrado. Esta actitud benévola de los fieles guienses respecto de su parroquia, la confirmé más tarde, cuando me lancé a limpiar las puestas del templo que se hallaban muy deterioradas y de mas aspecto por la gran cantidad de pintura que acumulaban a través de los años, que, por lo tanto, no dejaban contemplar la belleza de la tea con que estaban construidas. Se suele decir que "la casa es el espejo, o reflejo, del alma de las personas", y como este refrán, en cierto modo, es verdad, yo lo apliqué a la iglesia de Guía diciéndome: si las puertas, o fachada del templo están mal atendidas, sucias, repelentes, ¿Cómo estará su interior? Y aunque interiormente esté limpio como el oro, la impresión que causa a los que contemplan su exterior es mala, desagradable, y predispone su ánimo a no valorar la belleza, o el arte, del interior de tal recinto, o templo, que visitan, y su limpieza.

Por eso yo, consciente de ello, una de las cosas que me propuse restaurar por el mas aspecto que ofrecía, fue limpiar las puertas del frontis y laterales del templo, de las densas capas de pintura que acumulaban años tras años y se hallaban cuarteadas por la acción ambiental y solar, y, para conseguir ese objetivo, encargué al carpintero D. Antonio Aguiar Pérez, muy vinculado a la parroquia por su profesión, para que, lo antes posible, empezase y llevase a término la limpieza de dichas puestas y los clavos de metal dorado que fijaban los grandes tableros, previa la extracción de los clavos tantos los dorados de la puesta central como los de hierro de las laterales, porque así se facilitaba mejor el trabajo de arrancar la densa capa de pintura que tenía mediante un eficacísimo líquido para estos menesteres y la espátula conveniente, dejando a la vista la belleza de la tea.

El trabajo marchaba a gusto de todos. En cierto momento yo me hallaba en el frontis de la iglesia observando el trabajo que realizaba "m'estro Antonio", así le conocíamos todos, colocando los tableros una vez limpios, en el armazón de las puertas, cuando vi a un señor, que vivía frente al templo, al otro lado de la plaza, estático, en el umbral de su casa, con la mirada fija en lo que se estaba haciendo en las puertas de la iglesia; y, de pronto, baja a la calle y, con paso firme y decidido, cruzó la plaza, subió las escalinatas y dirigiéndose a mi, me saludó muy atento y me dice:

- "como he visto que Vd. ha dispuesto que las puertas de la iglesia sean adecentadas quitándole esa costra de rancia pintura y como este trabajo le supone muchos gastos, yo he querido contribuir, aunque modestamente con esta cincuenta pesetas. Otro día será más y, ¡adelante que todo el pueblo le ayudará!" Era D. Antonio Estévez Aguiar. Yo le agradecí mucho su gesto generoso y espontáneo y me quedé reflexionando: "Si yo no hubiera dispuesto que se limpiaran estas puertas, aunque no tuviera un céntimo, sino que esperara reunir el capital necesario para realizar este trabajo, este señor no hubiera venido a mi diciéndome:

- "tome cincuenta ptas. para que mande a limpiar estas puertas"...

Este gesto, inesperado, de tal señor, me confirmó la idea que yo siempre he tenido, de que un párroco que quiere hacer arreglos en la iglesia o emprender alguna nueva obra en la misma, no debe esperar a reunir el capital necesario para empezar la obra, sino anunciar, eso si, a los fieles que hay que hacer tales arreglos, o hacer tan nueva obra en el templo y que, aunque no tiene "una gorda", con la plena confianza de que todos Vds. me ayudarán, tal día se empezará a trabajar; y como el pueblo vea que realmente e está trabajando para adecentar, hermosear, enriquecer su templo, casi instintivamente, empieza a cooperar, a contribuir, con sus donativos y colectas que, aunque sean modesto, podemos actualizar el dicho popular que proclama ; "muchas gotas de agua hacen océanos" y "miles de granitos de arena hacen montañas o desiertos inmensos"...

Así me sucedió a mí en Guía, que, sin tener un céntimo, emprendí obras que, aunque de poca cuantía, ocasiona siempre gastos, pero ellas salieron adelante sin quedar deuda alguna por las mismas.

Además, en estas circunstancias, y con la previa propaganda, suelen surgir "mecenas" que se ofrecen gentilmente, a sufragar todos los gastos, o a adquirir obras de gran valor material o artístico, que prestigian y enriquecen el acervo artístico de la Casa del Señor, todo a sus expensas.

Yo puedo decir que en este sentido, me surgieron varios "mecenas" que, con su generosidad, enriquecieron dicho acervo. Para perpetua gratitud y recuerdo, me permito dejar constancia ... [entre otros] del mecenas que fue el eximio escultor D. Cayetano Guerra Aguiar, que, gratuitamente, esculpió un Cristo Crucificado de 1,50 metros, de bellísima factura, que donó a la Parroquia de sus amores más fervientes, para ser colocado en la "Sala de Luján Pérez ubicada en el Camarín de la Virgen, lo que se realizó, solemnemente, al terminar la Santa Misa de las siete de la tarde, el día dos de Julio de 1982.



NOTA: TEXTO EXTRAÍDO DE LAS MEMORIAS MANUSCRITAS DE DON BRUNO QUINTANA QUINTANA, PÁRROCO QUE FUE DE GUÍA ENTRE 1943 Y 1982.



 

Modificado el ( martes, 05 de agosto de 2008 )