viernes, 30 de noviembre de 2007 |
CULTURA MÍNIMA
Erasmo Quintana
“Cultura mínima” es un concepto acuñado por Miguel
Santiago en una conferencia que impartió en el Centro Obrero de Guía en 1930,
como respuesta apresurada y voluntarista a una España profundamente analfabeta.
Ello nos lo ha recordado con acento emotivo su hija Elena Mª Santiago Páez en
su conferencia -que tuvo lugar hace poco en la Casa de la Cultura de Guía-, la cual ilustró con bellas
fotos de su álbum familiar. Junto a ella, arropándola, estuvo Teodoro Cardoso
León, discípulo y gran admirador de la obra del maestro, así como de Gabriel
Cardona Wood, impelido de igual consideración. Éste es autor de una interesante
y cuidada biografía que se adentra en la saga de algunos ilustres apellidos
canarios: “El alma heroica de Sofía
Inglott y Navarro. Evocaciones”
Miguel
Santiago Rodríguez es uno de los personajes más eximios que ha parido Guía de
Gran Canaria, pues de estrato social de lo más humilde, gracias a su talento
portentoso –fue el primer becado que tuvo el Cabildo para hacer estudios superiores
en la península; y sus profesores: Millares Carlo, Dámaso Alonso, Menéndez
Pidal-, alcanzó las cotas más altas de la cultura. A su trabajo arduo y
desinteresado se debe una importante obra investigadora; y, haciendo verdad la
sentencia latina “Unos merecen la fama y otros la gozan”, algún investigador de
campanillas hubo que se atribuyó como propios descubrimientos que se debieron a
la sapiencia y el tesón de nuestro paisano. Y ahí lo dejamos. Sin embargo, tan
importante y pródiga fue su cosecha, que a él nunca le preocupó el tema más
allá de la anécdota. Entendió por “cultura mínima” un medio de nivelación
social y enaltecimiento personal, que lleva al ser humano a un grado de los
problemas individuales y sociales con una visión propia e independencia de
opinión, sin estar sujeta al pensamiento y criterio de un prójimo que, por más
arrojado, sugestione a quien lo escuche. Para Miguel Santiago era muy importante
que una “cultura mínima” pueda conseguirse con método y perseverancia,
dedicando a ello el tiempo que se pierde en banalidades. Y como hombre de
bibliotecas, aconsejó la lectura de buenos libros, “lectura no aburrida sino
vivida, palpitante y compartida con los demás”. Esto él lo consideraba fundamental.
Erasmo Quintana
Publicado en LA PROVINCIA del 28 de noviembre de 2007.
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Modificado el ( viernes, 30 de noviembre de 2007 )
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