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lunes, 27 de agosto de 2007 |
LAS ESTAMPASMúsica de Papagüevos II Santiago Gil
Las estampas
Para nosotros los cromos eran estampas. No, estampitas, no, estampas. A ver cómo te lo explico: nos daba igual que en el sobre o en el mismo álbum las llamaran cromos. Era lo mismo que los boliches, que cuando salÃan por la tele les llamaban canicas. Digamos que los canarios tenÃamos un lenguaje más o menos propio para nuestras cosas de la infancia, y que entonces le hacÃamos más caso a nuestras abuelas y a nuestros padres que a la tele o a los mismÃsimos libros de texto. Jugábamos con las tradiciones que venÃan andando en el tiempo mucho antes de llegar nosotros a ocupar nuestro pequeño papel interpretativo en esta azarosa pelÃcula que es la existencia, o la vida, llámalo como quieras.
Te hablaba de las estampas porque agarrados a ellas fuimos atravesando buena parte de nuestra infancia. Las habÃa de muchas clases, pero a nosotros las que nos parecÃan más fetén eran sin duda las de los jugadores de fútbol. También estaban las de estrellas de la canción y el espectáculo, las de dibujos animados y las que nuestros mayores denominaban instructivas. Para éstas últimas nos daban dinero siempre que se lo pedÃamos, pero a nosotros eran las que menos nos gustaban porque se parecÃan a los libros de texto del colegio con mapas, conquistadores y descubrimientos cientÃficos. Las nuestras, como he dicho, eran las futboleras, y dentro de éstas las de la Liga de Primera División.
Lo bueno de aquellos años es que entonces salÃa la Unión Deportiva Las Palmas en las estampas, aunque más de una vez dejaron el equipo a medias, o simplemente coloreaban de una manera cutre el equipaje sobre las fotos con ropa de calle que tenÃan de los jugadores. No era bien tratada la Unión Deportiva en aquellas colecciones, si bien no les quedaba más remedio que ponerla en el álbum porque siempre estábamos entre los cinco primeros de la Liga y supongo que hubiera sido muy cantosa su ausencia. Las estampas olÃan de una manera especial, a tinta de periódico o de libro recién impreso, y cuando eran adhesivas a un pegamento que no sé si colocaba o no pero que aún soy capaz de rememorar con toda su sugerente emoción. HabÃa algunas que tenÃan los datos de los futbolistas detrás de los caretos, y otras que salÃan en las cajas de fósforos que se coleccionaban de chiripa y que eran muy difÃciles de obtener porque no dependÃa de nosotros sino de nuestros mayores. Y cómo olÃan también las cajas de fósforos de madera cuando las abrÃas. Otra palabra, fósforo, que luego se volvÃa cerilla en la asepsia de los libros de texto que tanto nos confundÃan.
Lo mejor de las estampas no sólo era abrir los sobres. Jugaba un papel determinante la suerte, el que te saliera justo la estampa que te faltaba para completar el Atlético de Madrid o la Unión Deportiva Salamanca. Con esas estampas se confeccionaban luego los equipos de chapas o de cajas, una vez se completaba el álbum y se guardaba pensando que lo Ãbamos a tener toda la vida a mano. Pobres ilusos, hoy volvemos a casa y no hallamos ni álbumes ni estampas. Todo lo se lo lleva la prosaica necesidad de echar lastres al mar para poder seguir navegando, y también la imposibilidad de cargar recuerdos cuando uno quiere ver mundo y no aferrarse a ninguna ciudad o casa del planeta. Ya digo que para completar las colecciones jugaba primero el azar, pero posteriormente entraba en liza la buena capacidad negociadora que uno tuviera para cambiar los cromos, el ser capaz de renunciar a treinta o cuarenta por uno de los más deseados, y también la pericia que tuviéramos en los juegos. Estaba sobre todo el estampÃo, que consistÃa en levantar las estampas con la palma de las manos sabiendo dominar el golpetazo, la entrada del aire y la capacidad de hacer volar el papel acartonado. No valÃa pegarla a la palma de la mano: los más tramposos se echaban mantequilla para poder dominar la gravedad de la estampa, pero la mantequilla de entonces cantaba lo suyo y lo normal es que nos diéramos cuenta del fraude desde que llegaban ofreciendo juego. Cualquier lugar era un buen tapete, pero las más solicitadas eran las escalinatas, sobre todo las de la Plaza Chica y las de la ermita de San Roque, aunque tampoco desdeñábamos la fuente de la referida plaza o cualquier escalera de cualquier casa en la que se juntaran varios amigos a poner en juego su ejército de sueños futboleros.
La primera colección de estampas que recuerdo completar fue la del Mundial 74. Eran unas pegatinas fabulosas con nombres mÃticos de la historia del fútbol, aunque casi no habÃa ninguno de la selección española. No nos clasificamos y para compensar habÃa una sección al final del álbum en la que daban cabida a jugadores de selecciones no clasificadas. Creo que eran Ãribar y Claramunt el del Valencia los que aparecÃan en esa sección, pero estoy hablando por hablar porque no lo recuerdo a ciencia cierta.
Además del estampÃo también jugábamos a la escalera, que era un juego en el que tenÃas que dejar caer la estampa pegada a una pared y creo que habÃa que esperar a que se quedara vertical o a que se montara de una forma determinada sobre las que se iban quedando en el suelo. Ahà te podÃas llevar de una tacada más de medio centenar de estampas, por lo que sólo jugabas cuando tenÃas muchas repetidas y podÃas permitirte el lujo de arriesgar. Y junto a esos juegos habÃa uno que no recuerdo exactamente, pero sà sé que tenÃa que ver con el número de letras que tuvieran los futbolistas. Levantabas el flojote -que era otra palabra nuestra distinta al montón- por donde querÃas y según te saliera un nombre u otro te llevabas más o menos estampas. HabÃa nombres que no se me olvidaron desde entonces, y que de vez en cuando repaso mentalmente viendo los caretos y el color de sus respectivas camisetas. Los más deseados en ese juego azaroso eran, entre otros, Pérez Contreras, Martà FilosÃa, Fernández Amado, Azpilicueta, Urruticoechea, López Ufarte, Gómez Voglino, Barrachina, Rubén Cano o Roberto MartÃnez. Luego estaban los que te llevaban al fracaso, nombres como Dani, Rojo, Olmo, Mora, Félix, Noly o Leal. Todas esas alineaciones que aparecÃan en las estampas son parte de nuestra épica personal, los ejércitos con los que vencimos mil batallas al tedio y al aburrimiento. Aún siguen brillando con aquellos colores satinados que tanto nos emocionaban. Cada una de aquellas estampas que integraban los flojotes que menguaban o crecÃan según la suerte forma parte de nuestra propia historia. Abrir un sobre recién comprado era acercarte a un mundo de sueños. Rasgabas con cuidado uno de sus extremos y sacabas las estampas a la luz como quien trae hijos al mundo. Dar con alguno de los más deseados era como tocar el cielo. De alguna manera tú también te sentÃas parte del equipo.
Agosto de 2007.
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Modificado el ( domingo, 02 de septiembre de 2007 )
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MÚSICA DE PAPAGÜEVOS (1) |
Música de Papagüevos
Por Santiago Gil
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derechas.
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B I B L I O G R A F Ã A |
Reseña del libro de Javier Estévez "DÃas de paso"
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próximo jueves 24 de abril será presentada la primera novela de Javier
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EN FORMATO ELECTRÓNICO "El destino de las palabras", de Santiago Gil, puede adquirirse en Amazon
Attikus
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