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lunes, 23 de julio de 2007
EL AGUA
Relatos cortos (4)

Erasmo Quintana

El médico se pone pesado con nosotros cuando nos vamos haciendo mayores, y debe ser por eso que el mío me aconsejó hace tan sólo unos días que tomara mucha agua por los incipientes problemas –no muy graves- de mis pobres riñones. Bebo agua como un poseso desde entonces, y debo describir el tracto interior de este maravilloso líquido conectándolo con un estado de conciencia. El agua llega a mi garganta fresca y cristalina como una bendición de la naturaleza, y si es precipitada de lo alto, como un regalo de frescor, y pasa al estómago cual bálsamo reconfortante. En efecto, el  refrescante líquido llega al tracto digestivo proporcionándome un estado de pleno bienestar; limpia las vísceras y pasa a los riñones donde hace de reparadora limpieza consiguiendo que en esos precisos momentos sienta un estado de alivio inconmensurable.

 El agua pues como líquido indispensable para que haya vida me produce un doble bien, cual es la sensación gratificante de frescor en mi calenturienta garganta y como medida de limpieza de mi organismo por su acción de arrastre de todas las excrecencias que un cuerpo saludable debe desechar. Produce mi sudor, que es un mecanismo natural de refrigerarse nuestro cuerpo, y conducto –ya señalado- de eliminación también de toxinas.

 La cada vez más escasa agua que me alimenta asimismo es mi consuelo, pues cuando me vienen momentos de profunda tristeza acude en mi ayuda en forma de lágrimas como el mejor de los desahogos y hace que al final acabe sintiéndome mejor.

Y quién lo duda, el agua es un bálsamo, es la vida misma y sin ella el milagro sería imposible: mantiene verdes los llanos y praderas y es un don inestimable de la naturaleza. Todo campo resucita y vive, estacionalmente, con su benefactor y mágico efecto.

Erasmo Quintana Ruiz    

 Las Palmas de Gran Canaria - julio 2007 



Modificado el ( miércoles, 31 de diciembre de 2008 )