La alargada sombra
de Santiago GilPor Federico J. Silva
De haber leÃdo Un hombre solo y sin sombra y otros relatos (Las Palmas de Gran Canaria, Anroart Ediciones, 2007) sin conocer el nombre de su autor habrÃa adivinado que se trataba de un conjunto narrativo, más unitario de lo que parece, creado por este escritor compulsivo que es Santiago Gil. Digo ello porque después de seis libros publicados no son extraños a nosotros la recurrencia de un conjunto de estilemas o marcas de estilo y lo que llamaremos sus preocupaciones éticas, que en un sugerente maridaje crean su sombra literaria.
El
protagonista de Un hombre solo y sin sombra se llama Gilberto Cifuentes.
Advertimos inicialmente, sin más disquisiciones, ya que la narrativa es género
de ficción, la semejanza del nombre con el apellido de autor, pero no es
difÃcil suponer que ello no sea casual.
A
Gilberto “todo se le iba en cumplir sus horarios, en vivir como un autómataâ€, y
tragarse “lo más cutre que habÃa en la teleâ€, hasta que un dÃa observó la
desaparición o lo que cree el robo de su sombra, “un compendio mitad
fisiológico, mitad espiritualâ€, que era “lo que en el fondo Gilberto solÃa
identificar†con la pérdida del alma y en cierta medida con la muerte. Desde
entonces “casi no vive para otra cosa que para buscar su reflejoâ€, que para el
narrador omnisciente es “la locura rastreadora en busca de sà mismoâ€, porque
“los que no tienen sombra saben que nunca van a ser felicesâ€, sentencia la
tercera persona narrativa.
Esta
condición de ser “difuminadoâ€, sin sombra, no es algo novedoso en la producción
narrativa de Santiago Gil. No serÃa muy arriesgado afirmar que es una constante
en sus personajes, entes siempre infelices, insatisfechos, aunque en distinto
grado, en busca de un mundo distinto a
éste y que no es el único posible. Por ejemplo, ¿rechazarÃa Gil pues que
afirmemos que el profesor de Literatura jubilado de Por si amanece y no me
encuentras (2005) es también un individuo sin sombra y sin alma?
Ello
confiere un carácter unitario a todo el libro, tanto a la novela corta como a
los siete relatos que la acompañan. Si Gilberto no tiene sombra, no la tienen
su padre, Octavio Cifuentes, atrapado en la dipsomanÃa, que “recorrÃa Vegueta
de arriba abajo rastreándose asà mismo en cada calleâ€, ni la cocinera Petra
RodrÃguez, vÃctima de la violencia machista. “Tampoco tenÃan sombra los negros
y los borrachos que dormÃan en los alrededores de la Playa de Las Canterasâ€, o
en el relato “El ParaÃso†Biri Biri, el negro muerto en la isla de Lobos,
“aterido de frÃo y de miedo incluso después de la muerteâ€. Lo mismo podrÃa
decirse de Fausto, protagonista de un relato homónimo, (“DÃa tras dÃa todo seguirÃa más o menos
igual en medio de la estulticia y el extrarradio, en el lÃmite mismo de la
frustración y de la derrota. Tal vez por eso cada vez pensaba más en la
muerteâ€); de Luisa, “La mujer de AgustÃnâ€, de MarÃa Magdalena, la prostituta
mexicana, o del enfermo de cáncer de “Chachoâ€.
Además
en todos ellos confluye la quiebra del mito paradisÃaco impuesto socialmente.
Gilberto se construyó un paraÃso a su medida, en la que no faltaba una madre
cómplice, fallecida, pero parlante en un desdoblamiento narrativo dialógico,
con la que se atiborraba a realitys shows, a talks shows, a videos shows, ocho
o nueve culebrones, concursos horteras y programas sensacionalistas. “Toda su
realidad era virtual, pasada por el filtro de la pantalla. Encadenando lo
trágico y lo cutre, lo hortera y lo sublime, la polÃtica y el deporte, la
canción del verano y Vivaldiâ€. A Biri Biri, que llegó a “las mismÃsimas puertas
del paraÃsoâ€, le escribe desde el centro mismo del Edén otra vÃctima del sueño
edénico: “yéndote despacito en medio de silenciosos peces que aún guardan tu
memoriaâ€; “notaste cómo te ibas y cómo llegó un momento en que el grito se
convirtió en burbujas y en ahogo, te vinieron todos los recuerdos de tu vida a
la cabeza, y sólo veÃas el fondo coraliano y los grandes peces que asistÃan
alucinados a tu muerteâ€, que cito extensamente por su belleza.
Un
Fausto de vida insulsa rememora “el paraÃso de hacÃa sólo un par de décadasâ€,
mostrando su pesar porque “aquel Caribe luminoso casi en la misma orilla de
Ãfrica estuviera siendo arrasado de manera tan insensible y vergonzanteâ€.
Luisa, “La mujer de AgustÃnâ€, tras casarse con un patán, “no entendÃa cómo
diablos podÃa estar al lado de una inmundicia humana justo en el centro del
paraÃsoâ€. MarÃa Magdalena “se dejó morir†en ParÃs cuando perdió sentido su
sueño de “recorrer Europa como una reinaâ€. Y el dueño de Chacho, lamentaba “el
maldito espÃritu ahorrador y maldito afán por acumular propiedades†que no le
servÃan ahora, en su situación terminal, para asegurar una vida confortable
para el único ser que le importaba en la vida.
La fábula idÃlica se disuelve ante
la intervención de un narrador implacable con Gilberto Cifuentes. Aunque lo
define como “pobre hombreâ€, no escatima calificativos más severos: “Se ha
vuelto un cabrón y un grosero desaliñado y sucioâ€, y “un cerdoâ€, llegando a
cuestionar el hecho de “la supuesta sombra desaparecidaâ€, que lo mantiene en
“un estado de imbecilidad habitualâ€.
De la misma manera, el autor no nos escamotea los
aspectos menos agradables de la realidad. El alcoholismo de Octavio Cifuentes,
los sufrimientos de Petra RodrÃguez, que “tuvo que aguantar la mala vida que le
dio un marido abusón que no hacÃa más que levantarle la mano y humillarla a
todas horasâ€, la falta de solidaridad con los inmigrantes: “Sobre las cinco de
la mañana estaba paseando entre los cuerpos tirados como fardos en los
alrededores del parque de Santa Catalina. Cientos de negros dormÃan en los
bancos, en la hierba de los jardines, en los portales de los edificios o
acurrucados sobre la misma aceraâ€.
Por último, las manifestaciones
racistas de dos personajes. Pablo Ermitaño, el creador de una emisora de radio
pirata que desde las ondas ilegales vocifera sus trasnochados alegatos, y la
gurú de “Faustoâ€. El locutor de Un hombre solo y sin sombra defiende que
“la culpa de que no haya parné para todos la tienen esos inmigrantes ilegales
que nos están robando los puestos de trabajo y se están llevando lo que ganan
para sus paÃses, ése sà que es el peligro de este paÃs, y si no hacemos algo
pronto van a acabar con nosotros y nos van a llevar a la ruinaâ€. Por su parte,
la que fuera novia de Fausto “decÃa que habÃa que correrlos a palos y sacarlos
de la isla por donde mismo habÃan llegado. QuerÃa arrojarlos al mar de nuevo,
sólo que esta vez sin pateras, para que sepan lo dura que es la vida en estas
Ãnsulas que antes eran un paraÃso, sÃ, señor, un paraÃso en el que existÃa el respeto
y uno podÃa dejar las puertas abiertas sin temor a que nadie entrara en su casa
a robar o a violar a sus hijas, pero ahora no, ahora con todos esos negros y
con los mariguanados, a los que también hay que echar a la mareaâ€. En fin,
planteamientos muy verosÃmiles pues de cuando en cuando se escuchan en estas
islas.
En
otra ocasión anterior escribà que el aspecto metaliterario era un elemento
conformador del universo ficcional de Santiago Gil. Y asà es, este autor
practica la escritura intertextual de manera natural, sin ostentación, como en
un movimiento respiratorio no premeditado, y la usa como un pigmento más de su
paleta creativa. AsÃ, el protagonista de Un hombre solo y sin sombra,
leÃa bastantes libros, tanto poesÃa como novela, y tuvo intenciones literarias.
“Por la casa todavÃa deben andar un par de carpetas llenas de poemas de toscos
versos recurrentes junto con algún boceto de novela o relato cortoâ€.
Asimismo,
entre los personajes secundarios de la novela se encuentran Jacinto Revuelta
(“Era un intelectual, y además últimamente también un poetaâ€), Basilio
Caballero (“Era un poeta incomprendido. VendÃa sus versos por la calle y por
los bares, y con lo que se sacaba se agarraba unas melopeas descomunalesâ€,
Cecilio Amaral (“poeta amanerado y franquista cargado de resentimientos y de
complejosâ€, y por último, Erasmo Perelétegui (“VivÃa en el manicomio de Tafira
y escribÃa unos versos rarÃsimos que sin embargo le seguÃan publicando en la
PenÃnsula, y además salÃa en las revistas y en los periódicos nacionales como
un genio maldito e incomprendidoâ€).
Además, no pasan desapercibidos la
argentina con ojos tristes, “asà como una mezcla perfecta entre la Maga de
Cortázar y Alejandra Pizarnikâ€, presente en el Piano Bar, y la referencia a
Gregorio Samsa y La metamorfosis de Franz Kafka.
Igualmente, en el relato “No te
recuerdaâ€, una mujer intenta recuperar “los años maravillosos†vividos junto a
una abuela ahora sin habla evocando cuando aquélla nombraba “refranes o citas
de poetas que hablaban de esa fugacidad de la vida y de lo que significaba la
infancia, casi siempre era Rilkeâ€, o los paseos conjuntos “recorriendo barrios
enteros en los que tú situabas las novelas de Galdós y de PÃo Baroja, o las
referencias literarias de tus amigos César González-Ruano y Camilo José Celaâ€.
Por último, no es desdeñable en esta enumeración el relato “El asesino de
poetas†que entiende su higiénica actividad, llamémosla asÃ, como “sacrificio
necesario al servicio de los hombres y de la literaturaâ€, y que recuerda al delirante
café de Malasaña de Los años baldÃos.
Esta omnipresencia del elemento
metaliterario tiene su origen en la fe casi ciega que tienen algunos de los
personajes y el propio Santiago Gil en la palabra. Ãgueda, la asistente social
de Un hombre solo y sin sombra, “creÃa mucho en la palabra, en la
supuesta fuerza redentora del diálogo y la comunicación, y por eso, aun
habiendo acabado su jornada laboral, estaba durante horas hablando con Gilberto
de los temas más variopintosâ€. En “No te recuerda†dice la nieta: “Porque tú te
has empeñado en encerrarte en tus silencios, aunque yo sé bien que me estás
entendiendo perfectamente, por eso te hablo, para no dejarte morirâ€. Y más
adelante: “Seguiremos hablándote, sobre todo hablándote, más que nada
hablándote, porque solo la palabra puede vencer al olvido, y yo sé que tú me
oyes, y que me entiendes, y que sabes perfectamente lo que te estoy diciendoâ€.
Afortunadamente, Santiago Gil, seis
libros después, sigue apostando por la literatura, por la palabra bien dicha, por
la historia bien contada, por la dignidad y un mundo mejor. Anroart Ediciones
sigue demostrando que es posible mantener una
producción editorial desde Canarias abierta al mundo. Celebrémoslo. Federico J. Silva
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