Sigfrido, el hombre que ayudó en silencio
por Juan J. Jiménez
Batallador,
conversador, simpático, socarrón y un auténtico torbellino al que las
24 horas del día le eran pocas, Sigfrido Calero Aguiar, parte del
paisaje humano y de la historia del siglo XX de la localidad norteña,
fue despedido ayer al filo de la tarde dejando un recuerdo repleto de
anécdotas, crónicas y, especialmente, de logros para la ciudad de Santa
María de Guía.
Nacido el 15 de enero de 1934 al poco demostró el garbo de los Calero, zaga de destacados entrenadores y deportistas para convertirse en el que está considerado desde los años 50 como uno de los mejores atletas que ha dado Canarias, comunidad de la que llegó a ser campeón regional, al punto que el periódico La Falange, en 1954, solicitaba a la Real Federación Española de Atletismo su inclusión en la historia del atletismo nacional.
Una entrega que tampoco le impedía sacarle mayor rendimiento al día para convertirse en maestro, con más de tres décadas ejerciendo de profesor en la ciudad norteña, especialmente en el colegio de La Atalaya que recibió el nombre de '25 años de paz' y que posteriormente pasó a denominarse Juan Arencibia Sosa. En ese mismo centro llegó a figurar como director, y no son pocos los alumnos y compañeros que recuerdan su impronta, jiribilla y afán por inculcar el deporte en los más jóvenes, pero sobre todo, como apunta su cuñada Gloria Betancor, por apoyar a las personas con pocos recursos de La Atalaya, "a los que ayudó en silencio en todo momento, que es la forma más humana de ayudar".
Eso sí, sin dejar su pasión por el deporte, de forma que tras su estrellato como atleta se pasa al fútbol, primero con el emblemático Tirma para luego formar parte del Unión Deportiva Guía -en el que llegó a ostentar cargos directivos-, el San Cristóbal de la capital grancanaria, o el Arucas.
En el UD Guía, y según escribe el periodista Amado Moreno, entró en el cuadro de una "etapa inolvidable junto a Chano, Sacaluga, Hermenegildo, Borito, Gonzalito, Juan Manuel, Goyo, Miguel Mateo y Juan José", en una afición que prolongó en labores de entrenador.
El filólogo y archivero municipal, Sergio Aguiar, que confiesa tenerle un "gran cariño" tanto por su simpatía como por su generosidad a la hora de compartir una memoria a prueba de los años, destaca en él su voluntad por expandir la educación a las áreas rurales, iniciando junto con su cuñado Ceferino Betancor, "una importante labor de difusión a través de Radio ECCA entre los años 60 y 70".
Su agenda no acaba aquí, dado que también fue instructor de la Organización Juvenil Española (OJE) en esos mismos 60, un trampolín que lo llevó a participar activamente, a partir de 971, de la política municipal, como miembro del Movimiento.
Y de ahí a la Transición Española en la que, siempre según relata Aguiar, "jugó un papel importante, al formar parte de las primeras elecciones democráticas como número 2 de UCD, junto a José Carlos González Ruiz, que fue elegido alcalde, quedando Sigfrido como primer teniente alcalde con mayoría absoluta.
Desde ese otero fue un tecloso defensor de la construcción de un nuevo edificio que albergara los juzgados, hasta aquél momento dispersos en distintos inmuebles en régimen de alquiler, para lo que viajó a Madríd en numerosas ocasiones para reunirse con el ministro del área y con Adolfo Suárez, lo que logró con la inauguración de una moderna sede en los años 80.
Pero antes de eso también demostró su geito con la escritura, acumulando diez años de crónicas, entrevistas y noticias como corresponsal de LA PROVINCIA desde el año 1969 hasta el momento de su elección como concejal, una tarea que retomaría posteriormente en los años 90 en DIARIO DE LAS PALMAS.
Aguiar también subraya que fue el creador del Club Natación de Guía en los años 70, y delegado del club en los campeonatos nacionales e internacionales, así como miembro de la Federación Provincia de Natación, y que su vinculación con el municipio también le llevó a aceptar el cargo de directivo del Casino de la ciudad.
"Salía mucho a la plaza, se le veía en el mercadillo de los domingos antes de misa, participaba en las tertulias y era parte del paisaje humano de Santa María de Guía", explica Aguiar dibujando el perfil de un guiense al que la muerte de su esposa, la también maestra y tan recordada Marisol Betancor Brito hace apenas unos meses, impregnó de tristeza el semblante del que, según lo describe, era y es un apasionado de la ciudad que hoy tanto le debe.
Texto publicado en La Provincia el 03/12/2015
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