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mi閞coles, 21 de octubre de 2015
Las villas de las palomas muertas

por Juan Luis Monz贸n Verona
Arquitecto


Cuando bajas del veh铆culo que te ha llevado temprano a Gu铆a, percibes inmediatamente el soplo matinal de la brisa pura que viene del campo. Aunque te persigue una sombra de preocupaci贸n, por si algo hubiere pasado, la sensaci贸n en tu cara de esa brisa fresca te hace olvidar, pues transmite y esparce las voces y sonidos de la Ciudad m谩s madrugadores. Los saludos amigables de los vecinos que ya andan trasteando en las terrazas de las casas que miran al barranco, me provocan la primera sonrisa. Tambi茅n percibes el canto de los p谩jaros salvajes, los ladridos lejanos con eco que retumban en la monta帽a rocosa y el crujir de las ramas de 谩rboles con falta de poda. Son d铆as en los que has empezado a escuchar los sonidos de la obra del primer edificio de la Universidad, lo que te suena a m煤sica celestial y que, por su reflejo, parece que partieran de las propias casas del Casco, como si fuera Gu铆a entera la que se estuviera reconstruyendo. Es un ruido que anuncia un cambio casi premonitorio. Crees que ser谩 inimaginable todo lo que ello significar谩鈥

Pero te conmueve especialmente, en todo este trasiego matutino, el ta帽ido de las campanas de la torre de la iglesia, pues el reloj de Lujan avisa incesantemente, d铆a tras d铆a, del paso del tiempo a los vecinos, no como una invocaci贸n al rezo sino de un vigilante activo para la mejor organizaci贸n y convivencia de sus vidas. Mirando al cielo, queriendo ver las torres, a veces alcanzas a ver un grupo de garzas que en ordenada formaci贸n vuelan y cruzan el pueblo a una considerable altura en su movimiento migratorio anual, posiblemente extenuadas por su deber instintivo,  en el tiempo marcado por las estaciones, en busca de un lugar mejor.

Te quedas, sin m谩s remedio, con la dispersi贸n y movilidad  de las aves locales. Su brujuleo inquieto, parece obedecer a secretas e indescifrables consignas. Son las palomas que salpican los tejados y los balcones de las que surgen, como de la chistera de un mago, no solo una, sino cientos de ellas. Veo que abandonan estos lugares m谩gicos  con determinaci贸n rauda y vuelan en remolino de motas bl
ancas a las cornisas vetustas de muchos edificios. Sientes una sensaci贸n de estar en una ciudad derrotada tras una guerra y que ha sido invadida por un ej茅rcito de anta帽o de gris uniforme. Te acrecienta la impresi贸n de soledad de la Ciudad Antigua por la que corre el fluido del oro fundido de su historia, pero que ahora, piensas, no deja de estar al borde de parecer solo una escenograf铆a envuelta en la incertidumbre. Y ese magn谩nimo calificativo de 鈥渉ist贸rica鈥 no la salvar谩, ni mucho menos, de todo lo que ahora le ocurre, peligrosa monoton铆a, todo reconocible de una forma simple, alg煤n barecito, alguna tienda, aceras desiertas, muchas casas desvencijadas en mi caminar y otras aparentemente vivas y en buen estado pero igualmente abandonadas y vaciadas de su sustancia, que es envolver y proteger al ser humano.



Mientras, te has acabado de apercibir que ese ser vivo con alas  ha comenzado a habitar esas suntuosas casas, convertidos en habitantes min煤sculos, ni siquiera empadronados, sin anillas   en sus patas que los identifique y les d茅 derecho o el deber del regreso a casa. Pero no te has de llevar a enga帽o: no utilizan las puertas o ventanas abiertas para entrar y salir tal como hac铆an sus antiguos habitantes, pues sus due帽os actuales las tienen bien cerradas. Son los agujeros entre las tejas centenarias, hendiduras y grietas que el abandono ha ido conformando su forma de acceso. Nos cuesta apercibirnos de su existencia, casi ya por costumbre o por no querer asumir la realidad, porque a pesar de todo鈥 隆todo est谩 a煤n tan bonito!

Pero tu debilidad en el transito por Gu铆a son aquellas grandes casas al pie de la calle Marques del Muni, esa inmejorable promenade que dibuja transversalmente la suave loma donde se implanta la Ciudad y que la hace constituir la calle m谩s aprehensible, por ser limitadora de la masa edificada del borde noroeste de la Ciudad, al tiempo que orientadora del resto del tejido urbano. A cualquier visitante for谩neo curtido, de ahora o de antes, toda esta visi贸n le sugerir铆a aquellas im谩genes enciclop茅dicas de las sencillas pero elegantes villas tradicionales del renacimiento italiano. El conjunto de ejemplares que all铆 permanece a煤n te interesa especialmente, pues qued贸 a la vanguardia de la antigua Vega, ya desaparecida, a la defensiva de la 鈥淐iudad Vieja鈥 en su af谩n de sobrevivir, todav铆a visible, como peque帽os bastiones semiderruidos, tras una batalla perdida.

La maltrecha, mutilada, pero a煤n imponente Casa Condal de la que todos los d铆as vas dibujando  en tu mente una de sus ventanas, que como el resto, presenta, con los pocos vidrios que  quedan en pie, un aspecto de mosaico por el triste contraste de su brillo apagado con el fondo oscuro de sus contraventanas, que presentan sospechosas y oscuras hendiduras. La casa del n煤mero 7 que todav铆a quieres  llamar Espacio Gu铆a, mantiene a煤n su dignidad, o la Fonda de los Artiles, a la vanguardia de la Plaza Grande. No te olvidas de la Casa Cuartel, que a煤n con dignidad intenta esconder las vergüenzas del descuido y la destrucci贸n latente, con su caracter铆stico patio almenado resultado de un antiguo vocabulario estil铆stico de origen ancestral pero lejos de una presunta funci贸n de fort铆n. Te gusta imaginar que era un hito defensivo, aunque no fuera as铆. Otras casas desaparecieron producto de equivocados deseos de renovaci贸n en un reciente pasado. Todo esto es f谩cilmente observable por la actual calle Fernando Alonso de la Guardia, calle que inici贸 hace m谩s de una veintena de a帽os el ensanche de la Ciudad, que con su trazado casi horizontal, desprovey贸 a la loma de su topograf铆a originaria, pero que ha dejado en primer plano el secreto interior de esas villas visibles, ahora, desde muchos puntos. Pero no te has de preocupar; ya han perdido el pudor y ya no solamente muestran sus fachadas neocl谩sicas de su frente principal a la plaza, sino su mundo interior sorprendente. Ciertamente, estas curiosas villas, respetan la linealidad de una calle como la de cualquier ciudad tradicional del XVIII o XIX, situ谩ndose en privilegiado lugar cercano a la propia Plaza y la majestuosa Iglesia Matriz. Pero en su interior ese respeto se rompe, se hace libre y se abre al paisaje rural, ahora m谩s lejano, respondiendo a su relaci贸n de anta帽o con las desaparecidas huertas, buscando la mayor funcionalidad ligada al mundo de lo agrario. Su particularidad pues, era dominar ambos espacios, lo rural y lo urbano. Estos objetivos a alcanzar por sus moradores, se formalizaban en sus invariantes morfol贸gicos, como su implantaci贸n en L o en U abiertas. Igualmente singular es la estrat茅gica situaci贸n de sus partes nobles, los jardines de antesala a la huerta que ya no existe, las escaleras, la zona de servicios, los almacenes que las vinculaban a lo agrario, las albercas y especialmente su versatilidad para ser ampliadas hasta el infinito, tanto como la huerta quisiese. Esta imagen que presentan, te permite, pues, la licencia de llamarlas "Villas鈥. Han tenido tanta potencia en su tipolog铆a, que otros edificios posteriores de Gu铆a las emulan de una forma digna, como el edificio de los Salesianos, fant谩stica representaci贸n de la arquitectura de mediados de siglo XX, dise帽ado por uno de los mejores arquitectos canarios, D. Ferm铆n Suarez Valido. Y te fijas de su a煤n imponente presencia desde las calles Medico Est茅vez o Can贸nigo Gordillo, a pesar de lo demacrado del color de la 煤ltima mano de pintura dada, casi ya irreconocible y totalmente invadido a trav茅s de la cubierta de lo que fue su ermita, por esos m煤ltiples santos esp铆ritus que revolotean alrededor de ella. Un poco m谩s lejos, no te olvidas que se encuentra la sencilla villa de Mr. Leacock, incluso olvidada por las palomas pues ni para ellas, est谩 en condiciones de servirles de cobijo.



Recuerdas al arquitecto romano Vitrubio. Su concepto de la casa suburbana o villa te viene a la mente pues es aplicable a aquellas villas de la huerta. A diferencia de la villa r煤stica, la conceb铆a como un complejo que deb铆a estar como 茅l dec铆a, 鈥渆n proporci贸n con la extensi贸n de las tierras o la magnitud de las cosechas que en ella puedan recogerse鈥 y constaban de dos partes fundamentales, la del servicio a la agricultura ( apriscos, almazaras, almacenes) zona que siempre es necesaria e imprescindible, y la de la residencia para cuyos locales recomienda seguir las indicaciones dadas para los edificios de la ciudad, pero de forma que no queden minoradas las comodidades exigibles en las construcciones propias para los servicios de la casa de campo.

Te fijas, especialmente, en la antigua Fonda de los Artiles, ya no solo porque fue de las primeras casas de Gu铆a que visitaste y te reporta entra帽ables recuerdos, sino porque es la villa de Gu铆a sin duda m谩s vulnerable a pesar incluso de que hayan otras que puedan estar en peor estado. Todav铆a se cuelan en tu mente, como a trav茅s de un tragaluz, las im谩genes evocadoras de esa villa en fiestas, de no hace tantos a帽os, engalanada y llena de buena gente acogedora y muy viva. Ah铆 est谩n, incluso, en la historia escrita, alusiones especiales sobre la Fonda, desde esos primeros turistas viajeros, 谩vidos de conocimiento sobre las costumbres de los pueblos como  las de la escritora brit谩nica Olivia Stone: 鈥渦na fonda bastante buena鈥 cita en su libro sobre un viaje a las Islas (de titulo innombrable, por desafortunado). No se imaginaba, con su corto comentario lo que, como simple curioso que eres, te hubiera gustado indagar en la vida diaria de la antigua Fonda de aquella 茅poca: sus regidores, su uso diario, el servicio a la hora del desayuno y de la cena, qu茅 personas se hospedaban y por qu茅, incluso cu谩nto costaba quedarse all铆, si es que costaba algo. Concluyes, sin duda que es la incertidumbre actual de su uso m谩s adecuado, el gran problema que posee. A pesar de ello, sabes que su arquitectura a煤n mantiene algo que siempre guard贸: su esp铆ritu de acogida, a conocidos y a extra帽os.

Antiguamente, el mantenimiento de estas grandes casonas, como residencia unifamiliar a cargo de familias con alto o bajo poder adquisitivo y que manten铆an la propiedad indivisible, conservando el sentido de la propia villa, parece ahora  tarea dif铆cil. A pesar de ello, afortunadamente, hay dignos ejemplos en Gu铆a de casas que se mantienen con todo el esfuerzo de sus propietarios, pero son cada vez menos.



Saltas, por un momento, al Sur de la Isla, justo al lugar donde dicen que estuvo Crist贸bal Col贸n. No tienes dudas, no obstante, que Olivia Stone en el siglo XIX, s铆 que estuvo all铆. En otro pasaje de su libro en el que habla de una excursi贸n a Tirajana, habla del camino hacia la costa y de un lugar con dunas y abundantes p谩jaros en los que s贸lo hay construido un peque帽o faro. Ciertamente que ahora ha cambiado mucho aquel lugar natural paradis铆aco. Las implantaciones de los lujosos hoteles  resorts, han constituido la soluci贸n para los viajeros en busca de los ba帽os de sol y playa pero excluyen de sus ofertas a los todav铆a existentes viajeros del 鈥淕rand Tour鈥 del siglo XXI. La mayor parte de los primeros, se conforman con lo que les ofrecen y se van contentos. El sol, la comodidad del lugar donde disfrutar durante una semana, a veces incluso en una villa reci茅n construida de donde se sale solo para tomar el Sol y tumbarse casi siempre en la misma hamaca del establecimiento. Leen muchos mensajes, libros o revistas en lenguas diferentes al borde de una gran mareta azulejada en tonos azules y de aguas cristalinas. Te gusta pensar que siempre hay una parte de estos viajeros, los menos,   que a煤n buscan adem谩s, la oportunidad de descubrir algo m谩s: territorio y humanidad.

Con casi toda seguridad a Olivia Stone, de vivir en la actualidad y de volver all铆, estos alojamientos y su imagen, la hubieran desconcertado y confundido, pues no reconocer铆a la singularidad paisaj铆stica observada un d铆a de anta帽o y se apercibir铆a de que muchas de esas construcciones constituyen verdaderas emulaciones de pueblos canarios completos, aunque colocados como maquetas junto al mar, sin una historia muy larga que contar, a veces, incluida la tipolog铆a incluso de edificios destinados a la liturgia, con sus torres del campanario y una c煤pula desproporcionada a modo de cimborrio neocl谩sico, que suele cumplir el papel de hall de recepci贸n no consagrada. Pero las verdaderas estrellas de estas implantaciones son sus villas, que surgen alrededor del edificio central y que emulan igualmente, con sus terrazas y jardines la imagen un tanto caricaturesca de las nuestras, las de verdad. Estos complejos, son verdaderas m谩quinas de acogida de viajeros. Curiosamente a estos, se les proveen de unas anillas que deben de llevar alrededor de la mu帽eca como una pulsera, para su identificaci贸n como clientes del hotel, con derecho a todos los servicios y comidas. Quedan, pues persuadidos, quiz谩s de su salida del recinto por razones obvias, priv谩ndolos de hacer lo que la escritora hizo, indagar en la historia y las gentes de lugares cercanos, que no distan m谩s de una hora vehicular.

Mientras tanto, las verdaderas pero desvencijadas villas de Gu铆a, acogen ya solo las palomas desanilladas que all铆 pernoctan, sin pedir permiso, sin hora de entrada ni de salida, y que tienen todo permitido, incluso all铆 nacer o morirse, conformando al tiempo que un nido, una fosa com煤n. Nada m谩s lejos del dibujo en el cielo en formaci贸n de flecha de aquellas majestuosas garzas que pasan dignamente todos los a帽os sin invasi贸n, queriendo pernoctar en los m谩s bellos parajes que les ofrecen las presas y balsas; saben perfectamente de d贸nde vienen y a d贸nde van鈥..sin nada destrozar.

Ciertamente, piensas que algo ya no encaja con el pensamiento de Vitrubio sobre el modo y la finalidad de implantaci贸n de la villa hist贸rica, pues se le niega las posibilidades de seguir teniendo sentido en el territorio en el que ha sido concebida, aunque ya, este, no sea como antes, incluso con los usos que anta帽o tuvo, como los de acogida, aunque fuere para gentes de paso, que estas antiguas moradas necesitaban para sobrevivir. Pero su destino, inducido por la paradoja del tinglado decorado de cart贸n piedra cerca de la playa, que la ha imitado, es la desgraciada incertidumbre.



驴Por qu茅 no persuadir al viajero, despojarlo de sus ataduras y liberarlo para que experimente el placer de habitar una villa tradicional hist贸rica? 驴Por qu茅 estas villas que huelen todav铆a a tea y a barro, no se convierten en un ap茅ndice funcional de esos grandes establecimientos del Sur para conseguir otra vez relacionar al viajero con el territorio y sus gentes? 驴Por qu茅 no ofrecer un plus de servicio al visitante al darle la posibilidad de recorrer desde primera hora m谩s fresca de la ma帽ana, nuestros caminos, nuestros bosques, nuestra historia y sobre todo hablar con nuestras gentes? 驴Por qu茅 no implicar a los empresarios tur铆sticos en la rehabilitaci贸n de la ciudad hist贸rica y no solamente poner el punto de mira en la rehabilitaci贸n de la ciudad tur铆stica? 驴Por qu茅 no puede ser esta, una opci贸n en los programas medioambientales como contribuci贸n a la mejora del medio que estos establecimientos para su clasificaci贸n
tur铆stica est谩n obligados a ofrecer? 驴Por qu茅 adem谩s, las administraciones p煤blicas no se toman el concepto de agroturismo en serio y fomentan el inter茅s del visitante para el conocimiento del medio y  nuestra cultura rural, patrimonial y paisaj铆stica, concepto al orden del d铆a en todo el Mediterr谩neo? 驴Es posible cambiar esta tendencia lesiva que es el estatismo del turismo masivo y comprometerlo en un contexto de mayor movilidad territorial? T煤 mismo te haces estas preguntas y t煤 mismo te contestas: S铆, es posible, pero hay que esperar irremediablemente.

Alguien ya ha dicho que hay en efecto generaciones infieles a s铆 mismas, que defraudan la intenci贸n hist贸rica depositada en ellas. En lugar de acometer resueltamente la tarea que les ha sido prefijada, sordas a las urgentes apelaciones de su vocaci贸n, prefieren sestear alojadas en ideas, instituciones, placeres creados por las anteriores y que carecen de afinidad con su temperamento. Crees que verdaderamente esta es una de esas generaciones. Y conf铆as que esta necesaria espera por un momento mejor, no sea demasiado tarde. Percibes caminares con miradas hacia atr谩s, al pasado y muy poco hacia delante, al futuro. No es de extra帽ar que choquemos m谩s f谩cilmente contra cualquier obst谩culo que nos encontremos en el camino. Y te sonr铆es por la paradoja que supone mirar hacia el futuro para proteger y preservar el pasado. Es la 煤nica manera. El futuro lo construir谩n aquellos que adem谩s de poseer el sentimiento del derecho y el deber de conocer la tradici贸n, y por tanto la conciencia tradicional colectiva, que por s铆 misma, tiende al inmovilismo, adem谩s posean verdaderas conciencias como individuos innovadores y transformadores de una realidad, hoy tristemente abocada a la a帽oranza y la resignaci贸n. Con este nuevo material humano, seguiremos disfrutando no solo de esta nuestra Ciudad, sino de otros muchos lugares por recuperar, de su historia y su legado patrimonial. En ese momento, la ciudad hist贸rica habr谩 cambiado su actitud ante la resignaci贸n y volver谩 a vivir con un renovado papel que ni ella misma esperaba.



Pero mientras esto ocurre, te gusta imaginar que las vocaciones y posibilidades de uso diferentes y alternativas a la eminentemente de acogida de viajeros que deseen vivir una experiencia rural, son ahora m谩s posibles en Gu铆a que nunca. Por primera vez, el aire fresco de una nueva Universidad se encuentra con la vieja y sorprendida Ciudad. Las posibilidades de su renovaci贸n se aceleran. Lugares de acogida de estudiantes y profesores, edificios de representaci贸n, econom铆a comercial, actividad social fren茅tica, puede dar el sentido a su patrimonio edificado. No hay m谩s que fijarse en las ciudades que han optado y  utilizado la Ciudad Hist贸rica para la implantaci贸n de una universidad, en contra de aquellos campus aislados que han producido desarrollos suburbanos igualmente aislados y sin servicios. Es sin duda esta posibilidad la que podr铆a producir hoy mismo, la recuperaci贸n de las se帽as de identidad perdidas de esta Ciudad.

Mientras, las garzas, que de vez en cuando surgen de entre las nubes y ves cruzar desde el puente, mirar谩n curiosas y de forma disimulada, este lugar, especialmente sus villas y torres, por si alg煤n cambio, al fin, se hubiese producido.


Volaban de memoria aquellos p谩jaros,
fantasmas de pureza con la mirada fija
en la l铆nea de acero de una ancha tierra santa.
Qued茅 como imantado
en toda mi estatura a la alta aguja
de su navegaci贸n, mientras segu铆a
con los ojos errantes el vector de su rumbo

 

De 鈥淟as garzas鈥 de Miguel 脕ngel Velasco




Modificado el ( lunes, 02 de noviembre de 2015 )
 
O P I N I 脫 N

REFLEXI脫N SOBRE EL LITORAL DEL NORTE GRANCANARIO

La costa de los espejos rotos

Por Juan Lu铆s Monz贸n Verona
Arquitecto urbanista

 

HOMENAJE AL INGENIERO ENRIQUE COPEIRO

 

Hace varias semanas asist铆 a las exposiciones de la Bienal de Arte de Venecia 2011. Tras muchas visitas a diversos pabellones y ya cansado por la repetida decepci贸n de las no propuestas, encontr茅 en el Pabell贸n Coreano en el que expon铆a el artista medi谩tico Lee Yong-Baek, su obra 鈥淓spejo Roto鈥, interesante y sorprendente demostraci贸n de las tendencias en video arte, que relataba en pantallas que simulaban espejos, roturas ruidosas e impactantes a los sentidos, y entre sus m煤ltiples lecturas adem谩s de su mero disfrute, trata de la compleja relaci贸n que existe entre la realidad y la ilusi贸n lo que invitaba a hacer una reevaluaci贸n y reflexionar.

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