Inicio arrow Noticias arrow Noticias arrow La incógnita de la sepultura de Luján Ciudad de Gua, 19 de marzo de 2024

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lunes, 04 de mayo de 2015
Bicentenario de la muerte del imaginero



La incógnita de su sepultura:
¿dónde se enterró  a Luján...?


Pedro González-Sosa
                                                                                 (Cronista Oficial de  Guía)

     Pese a que  nos separan  200 años de la fecha de la muerte de José Luján Pérez, (cuyo bicentenario se celebra en este 2015 con la inauguración, de momento, de una exposición en el antiguo Hospital de San Martin) tratándose de una personalidad artística nada común y un personaje indiscutible de su época, se ignoró siempre el lugar exacto donde pudo estar su sepultura en el, siempre según la tradición oral, antiguo primer cementerio de Guía . Y extraña sobre todo en Guía que  al tratarse de una localidad relativamente pequeña de no muchos habitantes debió quedar en la memoria de las gentes de su época y éstas ir transmitiendo la localización de su tumba a generaciones sucesivas. Pero no fue así, ¿por qué...?

Santiago Tejera, da por seguro sin aportar referencia documental alguna que, fallecido en Guía en la tarde del 15 de diciembre de 1815, fue enterrado en el cementerio hoy desaparecido   de aquella entonces villa  situado detrás de la ermita de San Roque,  pero sin precisar la ubicación de su tumba. camposanto del que no quedan vestigios materiales  en aquel sitio – quedó en desuso  por la construcción de otro nuevo, en 1932, en La Atalaya--, porque en su lugar se construyó hace algunos años una plaza y porque incluso se perdió hasta ese momento todo rastro en la memoria colectiva. Fenómeno que a uno se le antoja como una   posible evidencia a favor de nuestra  atrevida tesis que sugiere que el escultor ¿pudo haber sido enterrado en otro lugar?. Posiblemente, --insistimos, posiblemente--  en un cementerio que existió en  tiempo anterior a 1815 en el barrio de La Atalaya, a las faldas del Pico o montaña del mismo nombre y que se destinó, originariamente en 1811, para sepultar las victimas de  la epidemia de fiebre amarilla y que más tarde pasó a ser utilizado con carácter general, como consecuencia de la prohibición  de hacer enterramientos en el recinto de la iglesia parroquial, como hasta entonces era muy antigua costumbre. Cuando en la década de los cuarenta del pasado siglo se construyó  campo de fútbol aparecieron restos de las antiguas sepulturas.

     En el Libro 5, de Defunciones, folio 66 vto. de la parroquia de Guía de Gran Canaria se encuentra el acta de defunción del imaginero que, copiada literalmente, dice: al márgen,”Dn. José Luxán Pérez. A 16 de diciembre de 1815 fue sepultado Dn. José Luxán, adulto, hijo legítimo de Dn. José Luxán y Dña. Ana Pérez, naturales de esta Villa y vecinos de la Ciudad, recibió la Penitencia y la extrema Unción y testó en la Ciudad y firmé Dn. Juan Suárez Aguilar". No precisa el cura el lugar en que recibieron cristiana sepultura los restos del artista. Y no deja de ser curiosa la extrema parquedad de la partida, sobre todo tratándose de una persona de tanto relieve y tan ligada a la parroquia, para la que hizo varias imágenes. Ni siquiera consta en esa época y en el libro correspondiente la preceptiva anotación de la bendición del nuevo camposanto  de San Roque si, como señala Santiago Tejera, su portada se construyó con planos de Luján y fueron sus restos, a excepción de una fámula enterrada al día anterior, los primeros en recibir sepultura.

                                                 No conocemos ninguna
                                                 fuente documental que
                                                 sitúe su enterramiento,
                                                 solo una tradición oral

     En contraste con la falta de datos en el archivo parroquial de Guía y también en el Archivo Diocesano de Las Palmas sobre la puesta en servicio del cementerio de San Roque,  en el libro tercero de Difuntos de la parroquia guiense, en septiembre de 1811, si consta la bendición de un cementerio  habilitado en el barrio de La Atalaya, por la mentada epidemia de fiebre amarilla toda vez que se prohibió a partir de entonces los enterramientos en las iglesias. Así, todos los vecinos que fallecían "infestados de la epidemia [de fiebre amarilla], que padece la ciudad o sospechosos de ella", fueron sepultados en este primer camposanto, situado en las faldas de dicha montaña y bendecido en virtud de licencia del obispado. Para su bendición, "había salido de la parroquia el curato en forma de procesión, llevando todo lo necesario para ello y constituido en los llanos de La Atalaya, en las faldas de la montaña frontera al pueblo, se circuló una trozada de terreno que quedó con marcos en circunferencia y una cruz puesta en el centro" precioso dato que debemos a una anotación complementaria del que fuera colector de la parroquia, don Francisco Quintana Amaral. Cementerio que se improvisó ante la prohibición oficial de seguir enterrando en las iglesias.

      Pero, ya extinguida la pandemia, el improvisado cementerio  siguió siendo utilizado con carácter general de  forma que, a partir del 23 de noviembre del mismo 1811, el párroco señala en todas las partidas de defunción que "fue sepultado en La Atalaya", indicación que continúa hasta el 8 de febrero de 1812. A partir de esta fecha, el nuevo párroco de Guía,  Juan Suárez Aguilar, en las matrículas de los fallecidos ya no expresa "de La Atalaya", sino que generaliza y deja escrito: "en el cementerio de esta Villa". ¿Se refiere don Juan en sus anotaciones al de La Atalaya, bendecido en 1811 cuando la fiebre amarilla y que luego quedó como camposanto de la villa?  Porque si, como señala Tejera, fue Luján el primero en enterrarse en  1815 en el de San Roque, difícilmente podría existir otro en el casco del pueblo. Parece más razonable lo primero porque de haber existido un nuevo camposanto el año del óbito del imaginero seguro constaría su bendición en alguno de los Libros parroquiales de aquella época. Desde abril de 1814, los párrocos de turno se limitan a reseñar en las partidas "fue sepultado en esta villa", --¿en La Atalaya?-- a excepción de la de Luján que dice escuetamente "fue sepultado", sin precisar el lugar.  A partir del 7 de enero de 1824, el beneficiado  José Valdés, sin ningún motivo aparente, por lo menos no lo hace constar, dice de nuevo "cementerio de esta villa" --¿el de San Roque?--. No se explica, por otra parte, que la bendición de un camposanto no conste en el libro de Defunciones del año en que se realiza, porque salvo el La Atalaya de 1811, en principio provisional y después usado como general durante varios años, no hemos localizado ninguna anotación al respecto.

                                                     En 1915, solo cien años
                                                    después del óbito, nadie
                                                     pudo confirmar donde
                                                          estaba la tumba

     Según consta en un documento obrante en el archivo parroquial de Guía, Libro de Mandatos, en la visita pastoral realizada a aquella iglesia por el obispo de Canarias,  Bernardo Martínez en 1829, es decir, catorce años después de la muerte de Lujan Pérez, se dice textualmente: "se cantaron los responsos a las ánimas del Purgatorio, habiendo sido uno de ellos en el cementerio, que por ser la primera visita de él lo hizo su ilustrísima, aunque con mucho trabajo, por ser mucha la distancia que media...". Si reparamos en que el cementerio en donde se afirma yacían los restos de Lujan Pérez, detrás de la ermita de San Roque, está a escasa distancia de la iglesia parroquial, se convendrá en que muy difícilmente puede referirse a él ese texto, cuyo redactor deja entrever claramente  la intención de aludir a una distancia mucho mayor, tal vez la que separa el casco de la ciudad con el barrio de La Atalaya.    Algún dato debe hallarse en cualquier parte para poder conocer en que se basó Santiago Tejera al asegurar que Luján fue sepultado en el viejo cementerio de San Roque, cuya portada --dice-- diseñó,  pero que su construcción pudo producirse  tiempo después de su fallecimiento y por tanto la localización de alguna noticia al respecto se pueda encontrar en  años posteriores a 1815.

     Se ignora si el cementerio de San Roque era municipal o parroquial, pues no se ha podido localizar dato alguno al respecto. En el ayuntamiento de Guía porque, desgraciadamente, faltan los libros de actas desde 1812 hasta 1843 y en los archivos parroquial guiense y en el Diocesano porque no consta ninguna noticia al respecto, al menos situada en esta época. Tampoco se ha localizado en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas referencia alguna sobre la compra, por la parroquia o el ayuntamiento  del solar sobre el que se construyó la pequeña necrópolis a pesar de haber indagado en los legajos correspondientes desde 1813 a 1814, pues falta el del año 1815. La primera noticia sobre el mismo en el archivo municipal se encuentra en  1846 cuando al contestar un oficio del gobernador civil sobre si el cementerio tenía casa mortuoria la corporación contesta que no y que hasta el momento servía como tal la que era entonces pequeña ermita de San Roque, edificio eclesial  actual que se levantó entre finales XIX y principios del XX. La casa mortuoria que aún existe y se le conoce como tal pero dedicada a otros menesteres junto a la citada ermita, efectivamente, se construyó algunos años mas tarde.  Lo que está claro es que el olvido de las gentes para conocer la situación exacta donde descansaban los restos del imaginero guiense no habla muy bien de las generaciones a las que es imputable y, desde luego, en nada se parece a aquellas frases panegíricas de Viera y Clavijo, dedicadas a Guía: "Es sin duda el pueblo mejor y de más civilización de la isla y el de más lustre después de la Capital".

      No deja de extrañar varias circunstancias que se refieren al fallecimiento del escultor. De una parte la demasiada escueta nota del  párroco cuando hace constar en el libro de Defunciones el óbito del imaginero sin especificar el lugar de su sepultura. Y, también, que pese haber transcurrido solo cien años desde su muerte en 1815 a la celebración del primer centenario de su desaparición en 1915, ya no se conociera el lugar de su enterramiento de forma que  el obispo Marquina hubo de oficiar un responso en la fosa común del camposanto. El desconocimiento ya real en 1915 del lugar donde debía encontrarse su enterramiento  pudo ocurrir por la dejadez del propósito  de las autoridades municipales y de las fuerzas vivas de la todavía entonces villa de colocar sobre su tumba la correspondiente lápida sepulcral con su nombre si es que en realidad se enterró en San Roque. Y  fue pasando el tiempo mientras desaparecían aquellos que sabían de su situación, y apareciendo nuevas generaciones que heredaron involuntariamente el desconocimiento de su sepultura. Y así se llegó a 1915 cuando el obispo hubo de cantar su responso en las inmediaciones de la fosa común del camposanto como nos confirmó hace ya muchos años, recordándolo, don Blas Saavedra, que había asistido al acto por su condición de concejal municipal, y como se recuerda en las hoy amarillentas páginas de Diario de Las Palmas de la época cuando se refiere en la reseña de aquel acto a la "sepultura ignorada" del escultor. Además, no deja de extrañar igualmente que entre los asistentes a los actos del primer centenario de la muerte del Luján en 1915 se encontraba el memorialista y organista de la iglesia de Guía Juan Batista Palenzuela  que contaba en aquel momento la edad de 72 años, había nacido en 1833 y falleció en 1933. Don Juan vivió desde niño en la zona de San Roque, incluso en su matrimonio. Es fácil adivinar que desde su juventud, a mediados de 1800, se acercaría al vecino cementerio para visitar las tumbas de sus más próximos familiares y  entender que conociera, de existir, la sepultura del artista fallecido hacía escasos treinta  o cuarenta años, tratándose de un personaje tan importante, sobre todo por su vinculación a Guía. Asistió al responso de Marquina en el camposanto y tampoco pudo o supo localizar el enterramiento del imaginero, porque las crónicas de la época la dan por ignorada.

  Permítasenos un breve paréntesis, porque para misterios, Luján. El protocolo de 1815 del escribano Pedro Tomás Ariñez  que fue el que protocolizó el testamento ológrafo del imaginero el día siguiente de su fallecimiento  no figura en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. Los años 1813 y 1816 de este escribano están completos; el correspondiente  a 1814 solo presenta escrituras de enero a agosto, pero el año 1815 no existe. ¿Casualidad? ¿Desapareció o fue, casualmente, sustraído en 1915 por contener tan importante documento...? Otra incógnita.
 
     Pero volvamos a lo nuestro. A  manera de desagravio, y desaparecido el cementerio donde se dice  fue sepultado el imaginero  que nos impide conocer definitivamente el hallazgo de su huesa, digamos, parafraseando la inscripción que Tucídides compuso para  el cenotafio de Eurípides en Atenas, que "la tumba de Luján es Guía entera..."
Modificado el ( viernes, 15 de mayo de 2015 )