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martes, 30 de julio de 2013
Carta abierta al cura-párroco de mi pueblo                                                                               

Pedro González-Sosa

   Estimado señor cura:  He querido dejar pasar unos días de reflexión, a sabiendas que esta consideración particular puede levantar ampollas y criterios contrarios, considerando no obstante que cada cual tiene el derecho a la opinión. Me apresuro a hacerle llegar mi felicitación por la valentía que ha tenido --desde luego, supongo que con el apoyo  de otros  fervorosos guienses--  por sacar procesionalmente la venerada imagen de la patrona de la localidad Nuestra Señora de Guía sin el trono de plata en el que desde 1955 estaba enmarcada.

   Ya era hora que la sensatez iluminara la mente del responsable de la parroquia porque cada año, en agosto y en septiembre,  desde hace seis décadas se viene tentando a la suerte para evitar una desagradable desgracia en los momentos en que dicha imagen en su voluminoso  y muy pesado trono bajaba y subía las  empinadas gradas que dan acceso al templo con el tremendo riesgo de  algún fallo humano. Hace mucho tiempo --y de ello es testigo Cayetano Guerra-- veníamos advirtiendo del riesgo que suponía  las desagradable consecuencias por  el tremendo desnivel existente entre el pórtico de la iglesia y la calle a partir de la cual se inicia la procesión de la imagen. Ahora  recordamos el temor  que tenía al respecto cada año el recordado párroco Bruno Quintana quien, nos afirmó muchas veces ya jubilado,  no se decidió  a tomar alguna decisión con ocasión de las procesiones de agosto y septiembre para no empañar el obsequio del donante del trono en la época en que él regía la parroquia.  A propósito, nos viene a la memoria el "accidente" que sufrió en su día el Cristo de la Vera Cruz cuando  en una procesión en Semana Santa los cargadores tuvieron un tropiezo a la salida de la catedral, razón por la que, creemos recordar, la imagen hubo de ser trasladada a Madrid para su restauración.

    Pero en la última procesión celebrada el pasado domingo día 9 para festejar el primer aniversario de la coronación canónica de la Virgen el sentido común prevaleció y la Virgen salió sin el pesado trono de plata que, por otra parte, desluce su visión iconografía al quedar   la imagen medio escondida merced al voluminoso templete en forma de corona sostenida por las cuatro  columnas.  Fue cierto --porque fuimos testigos en aquella ya lejana época de 1955-- que el trono encargado por don José Sansó hubo de adaptarse al volumen de la imagen a consecuencia de  lo cual  el resultado fue que la Virgen quedó deslucida, su rostro casi escondido y al sol que la rodea hubo de eliminarle algunos de los rayos superiores que  por fortuna se guardaron y ahora han sido repuestos.

   Desde hace tiempo venimos sugiriendo que el trono debe quedar permanentemente en el camarín del altar mayor y en él enmarcada la imagen para su veneración,  pero que procesionalmente salga aquella como lo hacía desde tiempo inmemorial tal y como aparecen  las referencias recogidas en los libros de aquella fabrica parroquial  y en antiquísimas y amarillentas fotografías, hasta aquel 1955.  La esbelta figura de la sagrada imagen lució el pasado domingo y lo hace ahora en el presbiterio del altar mayor donde permanecerá  hasta las próximas fiestas patronales de Agosto y de "Las Marías" con todo su esplendor, como lució siempre sin el mentado trono  y como se ha podido comprobar en la última procesión  on con  un recorrido  que incluyó, como en tiempos muy pretéritos, la subida hasta la plaza de San Roque cuyo testimonio grafico ofrecemos debido a la cámara de Evelia Álamo Quintana. Además, nos dicen, el recorrido, con ser bastante más largo, fue más  cómodo pues el conjunto de la imagen y la mesa de madera sobre la que estaba resultó infinitamente más ligero que cuando lo hace enmarcada en el trono de plata.

    Como complemento histórico a estas notas que solo pretenden divagar sin ánimo de polémica, digamos que el sol plata bajo el que se enmarca la Virgen de Guía aparece por primera vez en el inventario de 1793 con una nota en el libro de fabrica correspondiente donde se señala el pago de "5.928 reales de vellón que costó el sol de plata de Nuestra Señora". La media luna, igualmente de plata que figura a los pies de la imagen aparece, igualmente por primera vez, en el inventario de 1731 donde se deja constancia de la existencia ya en ese año de "una media luna de plata de Nuestra Señora", lo que hace suponer que, efectivamente, es a partir de aquellos años cuando se incorporan dichos ornamentos.
 

                                                                    
 
Modificado el ( mircoles, 31 de julio de 2013 )
 

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