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jueves, 08 de diciembre de 2011
Memoria de Manuel González Sosa

Miguel Martinón

Memoria de Manuel González Sosa: mi primer recuerdo y el último. Lo conocí en los primeros años de la década de 1980. Ya en nuestro primer encuentro tuve pruebas de su desprendimiento, esa virtud que Juan Marichal señala como característica del intelectual. Iniciaba yo entonces un estudio sobre los poetas canarios del mediosiglo, y me fue de un valor inestimable la generosa ayuda que González Sosa me prestó. «Ser generoso: Dedicar un día a nuestra obra y una semana a la de los demás, que no es obra ajena», proponía Ángel Crespo en memorable aforismo, que fácilmente podía haber sido suscrito por González Sosa. La última vez que hablé con él fue este mismo verano de 2011, en su vivienda del Puerto de la Luz. Mantenía su incansable dedicación a diversas tareas literarias. Cuando a finales de septiembre acudí a la clínica en que había sido internado, ya no pude comunicarme con él. Pocas semanas después, el día 25 de octubre se apagó definitivamente su vida, cuando faltaba poco para que cumpliera los noventa años. En estos casi treinta que ha durado nuestra amistad, he podido disfrutar de la amabilidad de su trato, del brillo de su inteligencia, de su vitalidad y buen humor, de sus muchos conocimientos y del ejemplo vivo de su figura intelectual. En 1998 algunos de sus amigos publicamos el volumen colectivo titulado Presencia de Manuel González Sosa, que recogía estudios sobre su obra literaria y diversos testimonios de estima y respeto a su persona. Coincidían estos testimonios en destacar su cordialidad, su integridad moral y su coherencia ideológica, y sobre todo su generosidad sin límites.

Memoria de Manuel González Sosa: su memoria histórica. Su reconocida generosidad se materializó en la atención a la obra de otros escritores, ya fueran anteriores, coetáneos o más jóvenes. Esa atención significaba una aguda conciencia de la tradición cultural de Canarias, tradición que veía enmarcada en el mundo hispánico. Su amor a la obra de Domingo Rivero, Tomás Morales, Alonso Quesada y Saulo Torón se concretó en estudios y trabajos editoriales que expresaban un esfuerzo colectivo contra el olvido. En Lancelot, 28º-7º había dicho Agustín Espinosa que «una tierra sin tradición fuerte, sin atmósfera poética, sufre la amenaza de un difumino total». La actividad literaria de González Sosa estaba animada por la necesidad de reforzar y continuar una tradición compartida, para evitar, así, el desvanecimiento de la comunidad insular en los mares uniformadores de la historia contemporánea. Escribió un poema dedicado a Pedro García Cabrera, que expresaba la admiración al poeta y la comprensión de las penosas circunstancias que este había padecido bajo el franquismo. Tuvo relación personal frecuente con Pedro Perdomo Acedo, cuando este dirigió Diario de Las Palmas, lo que le permitió en 1963 crear dentro de ese periódico la legendaria página Cartel de las Letras y las Artes, la más clara concreción de aquella necesaria memoria del pasado.

Memoria de Manuel González Sosa: su conciencia de la continuidad histórica. La dedicación de González Sosa al conocimiento, estudio y difusión de las letras insulares fue permanente. En los duros decenios de la posguerra sintió la urgencia de rescatar y dar densidad a la poesía canaria moderna. Pero también llevó a cabo iniciativas que estimularan la creación de los más jóvenes. Así, en los años 1958 a 1960 editó los seis «Pliegos graciosos de poesía» San Borondón. Además de poemas del propio editor, aparecieron en estos «pliegos» sendas muestras antológicas de los jóvenes Felipe Baeza, Arturo Maccanti, Fernando García-Ramos y Manuel Padorno. En 1962 fundó (en colaboración con Arturo Maccanti y Antonio García Ysábal) la colección poética «La fuente que mana y corre», en la que se editaron Los caminos perdidos, de Pino Betancor; El corazón en el tiempo, de Arturo Maccanti; y El funeral, de Luis Feria. Estos espacios editoriales contribuyeron, sin duda, a definir una promoción de poetas insulares que, según palabras de González Sosa, «siguió a la que de manera expeditiva se puede llamar de la Antología cercada». Esa nueva generación, en efecto, era ya la siguiente a la suya de posguerra, esto es, la que llamamos del mediosiglo, y estaba integrada por Luis Feria, Pino Betancor, Pilar Lojendio, Fernando Garciarramos, Manuel Padorno, Felipe Baeza, Arturo Maccanti…

Memoria de Manuel González Sosa: su memoria individual, explorada en sus poemas. Su primer libro: Sonetos andariegos, está dominado por el sentimiento del tiempo, y como modalidad de ese sentimiento pueden verse los poemas en que González Sosa indaga en la memoria de la niñez. Ya en el primer poema de aquel libro, titulado «Aquí», el autor se refiere al paisaje nativo de Guía, extendido frente al mar: «Aquí viví los siglos de la infancia./ Esta luz me coció, y el rojo monte / que en el pretil azul sueña distancias / prendió en mí un desvelo de horizonte». Es el mismo paisaje de otro poema de aquel libro, titulado «El poeta contempla un lejano sueño suyo»: «La hoguera del silencio arde en el huerto./ Arrebatada luz el día ordeña./ Cerca de un palpitante libro abierto,/ bajo el durazno en flor, un niño sueña». En su regreso al pasado el poeta descubre los efectos producidos por el poder devastador del tiempo: aquel pasado es inencontrable. Pero la memoria tiene el don de preservar el espacio de la niñez no solo vívido sino liberado de los cambios y contingencias del mundo real: «Árboles, piedras, vuelos, cuantas cosas / faltan de este paisaje están, cabales,/ vivas, en mi recuerdo. Y más hermosas». El recuerdo de la infancia va íntimamente asociado al sentimiento de pertenencia al país natal, cuyo paisaje aparece una y otra vez en los poemas: «Huele a hornos precoces / la tarde de la aldea./. Hosco cielo rezuma / luz de líquida cera / sobre una higuera seca, arrodillada / junto al muro de piedra».

Memoria de Manuel González Sosa: la memoria suya individual, recreada en las prosas de su libro Entonces, allí. En este delgado volumen, editado en 2009 en su colección «Breviloquios», González Sosa seleccionó una docena de cuadros evocativos, que complementan y ensanchan su poesía de la memoria. Con elocución a la vez ligera y precisa, y siempre desde la perspectiva de quien rememora desde la edad adulta, el autor presenta en cada texto un hecho vivido en sus primeras edades. Desde el aquí y el ahora de la narración el poeta reconstruye un allí y un entonces: vivencias diversas del niño y el adolescente transcurridas en el ámbito nativo de Guía. Son hechos lejanos que por su intensidad y repetición han quedado salvados en el recuerdo. La escritura trata de dar plasticidad y densidad temporal, densidad de vida, a experiencias caracterizadas por haber ejercido sobre el narrador el deslumbramiento de lo prodigioso (en «La revelación», «Los álamos blancos»,, «Desde el tragaluz», «Ecos adentro», «El más allá») o la atracción de lo misterioso o lo prohibido (en «El secreto de la alacena», «Aquel patio», «El cuchillo», «Las tres cajas»).

Memoria de Manuel González Sosa: la imagen que hemos tenido y la que va a perdurar de su obra poética. Aunque González Sosa había dado muestras de su actividad desde 1946, solo en 1967 llegó a publicar su primer libro: Sonetos andariegos, en el que recogió poemas aparecidos hasta entonces de forma dispersa. En 1977 publicó A pesar de los vientos, al que siguió en 1988 Contraluz italiana. Desde 1992 decidió ordenar su obra poética, bajo el título general «A pesar de los vientos», en distintas entregas de su colección Las Garzas. Cuidadosamente editados por Andrés Sánchez Robayna, han aparecido en esta colección cinco títulos de los seis previstos: Tránsito a ciegas, Sonetos andariegos, Cuaderno americano, Contraluz italiana y Paréntesis. Aunque estos libros fueron publicados como ediciones no venales, el hecho es que quedó realizado el proyecto del poeta de ordenar y editar según su personal criterio el conjunto de su producción. El siguiente paso que ahora demanda esa obra es ser reunida en un solo volumen bajo aquel título general «A pesar de los vientos» y en el modo decidido por el autor.

FUENTE: Diario de Avisos | Santa Cruz de Tenerife | 11 noviembre 2011

Modificado el ( jueves, 08 de diciembre de 2011 )
 

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