Palabra de poeta
por Javier Estévez
No suelo asistir a los pregones porque generalmente me aburren. Y mucho
(con la salvedad del pronunciado hace unos años por Gloria Betancor).
Pero anoche era especial, muy especial, porque anoche quien hablaba en
mi pueblo era un poeta, y ese poeta era Santiago Gil.
Hace unos años en el preámbulo de su intervención en el salón de actos de la facultad de humanidades, el escritor José Saramago, de forma muy perspicaz pero profundamente humana, igualó la condición protocolaria de los asistentes al enunciar aquel magnífico rector, magnífico público aquí reunido. Pues bien, el poeta, Santiago, anoche habló, pero habló de pie, tras un atril, rechazando la mesa y la silla donde la tradición coloca al pregonero, y éste fue un gesto que reveló, antes que lo hicieran sus palabras, su anegado humanismo y ancha sensibilidad.
A partir de ese detalle, inmenso, todo fue hermoso, sencillo, preciso, real. Santiago leía y tímidamente teatralizaba sus reflexiones; de forma colombina nos señaló los límites que tuvo su mundo infantil; con las manos en los bolsillos, en un perfecto maridaje entre gesto y palabra, nos mostraba serenamente su paisaje interior. El poeta no sólo domina la palabra. También el ritmo, su tempo y su escenificación.
Anoche habló en la plaza de mi pueblo un hombre sincero, preciso, sensato, sensible, culto, idealista y agradecido. En definitiva, un auténtico poeta.
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