Revista digital sobre el municipio de Guía de Gran Canaria (ESPAÑA) 

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Tomasín, personaje popular donde los haya

Por Santiago Gil

Si le hacemos caso al cantante grancanario Braulio, el pasado día 5 de enero de 2000 murió el personaje más importante de Guía, y lo hacía en el mismo momento en que la Cabalgata de los Reyes Magos pasaba debajo de la habitación 334 que ocupaba en la clínica Santa Catalina. Corrosivo, tierno, "permanentemente enamorado" y catador de una cara de la vida sólo reservada para inocentes, de Tomasín nos queda cuerda para rato en anécdotas y recuerdos que jalonan una biografía casi tan mitificada como la de la mayor parte de los prohombres de todas las historias.

El fallecimiento de Tomasín ha producido en la isla de Gran Canaria una especie de conato o brote extraño de una enfermedad que nada tiene que ver con la muerte. La noticia de su desaparición llegó a todas partes como un reguero de pólvora en cuestión de horas, pero las reacciones a la misma llegaron a mosquear a los mismísimos dioses. De las lágrimas y los dolores iniciales se pasaba, casi de inmediato, a la risa y al recorrido de un anecdotario que para sí lo quisieran los más grandes cómicos de la historia.

Tomasín, como dicen por Guía, fue mucho Tomasín, y a lo largo de su existencia dio sobradas muestras del porqué de esta coletilla que te espetan según lo nombras por el noroeste grancanario. Una vez lo llamaron de la Caja de Reclutas y armó una carajera de la que sólo se libró por padecer el síndrome de Down, pero eso no quita para que fuera el primer gran insumiso de la isla. Cuando le preguntabas que qué había sucedido en la calle Reyes Católicos, él, antes de echarse a reír como un descosido, te decía que había ido "con Ramón Pérez, Manolo el zapatero y con un bobo del campo", que por supuesto no era él. Pero no contaba lo otro, lo de cómo le quitó la gorra a un comandante de los entonces y la que se armó con su presencia de minutos entre los de caqui.

Murió con 59 años, una edad que entre quienes padecen su enfermedad equivale casi a los cien años de los llamados "normales". En vida recibió siempre todo el cariño de su familia y de sus vecinos, e incluso el municipio guiense, por mediación de la Asociación de la Fiesta del Queso, le levantó un busto de bronce en la Plaza de San Roque. ¡Y la que se armaba si allí meaba un niño o cagaba una paloma! Para Tomás García Díaz el que estaba en la estatua –Tomasín- era como Dios, y cuando él pasaba delante de sí mismo se detenía, se santiguaba y si venía al caso le pedía algún milagro o algún favorcillo más terrenal y posible; si le cagaban las palomas no dudaba en bajar con un paño y un bote de Pronto que le diera brillo y lustre a su inmortalizado.

Era, como dice Braulio en su canción, el primero en todos los entierros, bodas y bautizos, y tanto ejercía de guardia municipal, como de cantante, de cura o de puntal de lucha canaria. De último ejerció de médico del seguro, para lo que dicen los que le conocieron que tenía mano de santo. Cuando era puntal del equipo de lucha de Guía siempre lo echaban al terrero contra uno de Gáldar más fuerte que él ante el que perdía todas las agarradas, pero eso en el terrero, porque fuera de él se las ganaba todas con picardía y listeza. Mientras el triunfador se quedaba en la arena recibiendo las ovaciones, Tomás, tan cuico como siempre, se subía a las gradas a pedirles el dinero a unos sorprendidos espectadores que rompiendo la tradición de nuestro deporte vernáculo se veían entregándole los duros al derrotado.

Tras la muerte de su madre, Bárbara Díaz Moreno, Tomasín llevaba cuatro años montando su despacho de médico en la casa de cada una de las hermanas y hermanos que se hicieron cargo de él. Por eso no fue de extrañar que junto a la corona del ayuntamiento de Guía, aparecieran las de Agaete y las de otros puntos de la isla tan distantes del lugar de sus andanzas más sonadas. Precisamente el alcalde de su pueblo, Fernando Bañolas Bolaños, fue de los primeros que se movieron para que su "ciudadano más popular" fuera velado y tratado con honores de prohombre en su ciudad natal.

Fue enterrado, como no podía ser menos, el día de Reyes, el más mágico y más inocente de todo el año, y su muerte, al paso de las tristezas iniciales, sólo ha dejado recuerdos, sonrisas y un anecdotario de coñas con el que se podrían escribir hasta tesis doctorales, pero lo bueno de Tomasín es que las anécdotas las dejó todas escritas en las víctimas de sus sanas maldades y, sobre todo, en los afortunados receptores de sus ternuras y sus cariños mas sinceros.

Una canción para el recuerdo.

Braulio no faltó al entierro de Tomasín. Desde primera hora de la mañana hasta el momento del adiós definitivo en el cementerio, el cantante guiense estuvo junto a su amigo como en los buenos tiempos, cuando Tomás, espoleado por el gracejo y la picardía del artista, no dejaba títere con cabeza.

Braulio repetía una y otra vez que el entierro de Tomasín tenía que haber sido el más multitudinario y participativo de la historia de su pueblo, y aunque se le justificaba la falta de algunos por la gran tromba de agua que estaba cayendo, el cantante, defendiendo siempre la integridad de su amigo, repetía que eran miles las visitas que le debían en Guía a quien durante décadas abría el cortejo de todos los entierros sin distingo alguno, que en eso de las clases sociales y las distinciones más o menos oficiales fue Tomasín muy suyo, y lo mismo le daba un alcalde que un pobre paria tirado en la calle.

Braulio, junto a parte de su "tropa barranquera" de la infancia, una tropa en la que Tomasín actuaba de general o de gran maestro de ceremonias, contaba entre la lágrima y la sonrisa las andanzas de un amigo que ayer le dejó un poco más huérfano de cachondeos y bondades. La canción que él le dedicara hace tiempo, y que presentó en las piscinas municipales de Guía a principios de los setenta con Tomasín a su lado, queda como el mejor y más sincero testimonio de alguien que pasó por estos pagos sólo para hacer feliz a la gente: "Tomasín, personaje popular donde los haya, general que nada sabe de batallas, orador que a todo el pueblo hace reír…"

Guía, a 9 de enero de 2000

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