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jueves, 08 de noviembre de 2007 |
Otoño (reflexión)
Javier Estévez
El viento se pasea por la tierra como un viajero solitario
y con sus manos torpes y haraganes arranca las hojas a un castaño encorvado por
la sed. Mis pasos crepitan sobre un cementerio de hojas caducas que alfombran
el sendero por el que me abandono. A lo lejos, las agudas siluetas de los
cipreses denuncian la incómoda presencia de un cementerio. Siempre es otoño en
los cementerios. Como las generaciones de las hojas, así son las de los
hombres, escribió nuestro padre Homero.
Ya el otoño se derrama irremediablemente sobre un paisaje
socarrado por el sol. Un otoño que se presenta con botánica paciencia. En las
catacumbas de los pinares y los brezales, un regimiento desordenado de nízcalos,
amanitas, boletus y pleurotus esperan
impacientes las primeras lluvias para rasgar la corteza de la tierra y asomar
su cabeza fálica y aparasolada. El salmo de los micólogos: más vale perder una seta
en la vida que la vida por una seta. El cielo es más inalcanzable
que nunca durante el otoño. Mientras el alisio hiberna barren las alturas húmedas
borrascas paridas sobre el Atlántico, sirocos ardientes y continentales y
vientos que bajan del norte armados de frío y oscuridad. El cielo es un escenario surrealista por el
que desfilan atropelladamente nimbos, cirros, cúmulos y estratos. El atardecer se posa
sobre la cornisa del horizonte. Es tiempo de volver. Las gaviotas triangulan el
ocaso mientras que las garcetas abandonan la costa y su basalto para descansar merecidamente
en los márgenes tibios que le ofrece el agua encarcelada de los estanques. Un
mirlo posado sobre la rama curvada de un tarajal acribilla la tarde con su aflautado
canto. Siempre son los últimos en cantar. El mar ensimismado
parece una meseta oceánica y se abandona en las playas y ensenadas cansado de tantas
estulticias y naufragios. Si ahora brotaran encinas sobre su espalda creería
estar sobre un cerro testigo de esa Castilla milenaria. El otoño es la patria del poeta. Desnuda está la tierra, y el
alma aúlla al horizonte pálido como loba famélica.¿Qué buscas poeta, en el
ocaso?. Otoño es
el tiempo de Machado. Y aunque no lo parezca, amigo, ya es otoño.
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Modificado el ( domingo, 11 de noviembre de 2007 )
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ESPECIAL
1811-2011 |
En 1811 regía el pueblo, en calidad de Alcalde Real, don José
Almeida Domínguez, y destacaban como figuras preeminentes
nacidas en Guía tres nombres propios que han pasado a la
historia de Canarias: el escultor José Lujan Pérez, el canónigo
y diputado Pedro José Gordillo, y el militar y poeta Rafael
Bento y Travieso.
Por otro lado, de todas las epidemias que azotaron las islas
Canarias en el siglo XIX, Guía sufrió especialmente ese mismo
año una de las que causaron mayores estragos, la fiebre
amarilla.
Y por si fuera poco, en pleno padecimiento de los efectos de la
epidemia apareció una nueva plaga, la de langosta, que arrasó
materialmente todo lo que estaba plantado y que hizo
protagonizar a los vecinos de las medianías guienses aquella
famosa promesa de que si les libraba el Cielo de la plaga, cada
año sacarían a la Virgen de Guía en procesión. Cumplióse el
ruego, llovió tanto en la comarca que las aguas acabaron con la
cigarra y desde entonces en Guía se celebra cada septiembre la
votiva y popular Fiesta de "Las Marías"
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O P I N I Ó N |
Tradición y folclore se dan la mano en la Fiesta de Las Marías de Guía por Luis Miguel Arencibia
El tercer fin de semana de septiembre, el pueblo de Santa María de Guía celebra una de fiesta declarada en Canarias como Bien de Interés Cultural: La Rama en Las Marías. Es una “fiesta de agradecimiento” a la Virgen de Guía, que cumple más de dos siglos de vida. Allá, en el año 1811, los agricultores, ganaderos y campesinos de los municipios de Guía, Gáldar y Moya, tras sufrir un sinfín de calamidades (plagas de langosta, la fiebre amarilla, sequía…) subieron a la Montaña de Vergara y prometieron a su Virgen que, si daba fin a todas estas penurias, cada año celebraría una fiesta de agradecimiento por el milagro otorgado. Y, así, generación tras generación, Santa María de Guía celebra estas fiestas en honor a Las Marías, de la mano de los Mayordomos, los responsables de cumplir la tradición, así como de organizar, conservar la pureza y la devoción de este acontecimiento festivo y religioso.
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