LAS MEMORIAS DE DON BRUNO QUINTANA QUINTANA

PÁRROCO DE GUÍA (1943-1982)

 

NACE LA FUNDACIÓN "EUSEBIA ARMAS"

BRUNO QUINTANA QUINTANA

(Por la transcripción: B. de V.)

Otro de los hechos que merece ser relatado para perpetua memoria y para que, quedando todo esclarecido, brille siempre la verdad y sólo la verdad sobre la realización del mismo y del destino que desde un principio se le dio, fue la determinación decidida y enérgica de doña Eusebia Armas Almeida, viuda del general de la Guardia Civil, don Ignacio López de Ogayar, de destinar todos sus bienes para llevar a cabo la fundación de una "obra benéfica" para atender, instruir y promocionar a los niños pobres de esta ciudad de Guía y de toda la comarca. Enterado don Eduardo Benítez Inglot, señor de gran reciedumbre canaria, de que el obispo doctor Pildain y Zapiain me había nombrado cura de Guía, se apresuró a encontrarse conmigo para felicitarme por ser nombrado responsable de una parroquia que era considerada de gran categoría en los círculos sociales y clericales de la Diócesis, y también para entregarme una tarjeta de presentación para la ilustre dama, de doña Eusebia, a quien le unía gran amistad y que podría ayudarme mucho para el culpo e innovaciones que pudiera llevar a cabo en la parroquia. Así las cosas, a los pocos días de tomar posesión le envié la tarjeta a dicha señora, pidiéndole, al mismo tiempo, audiencia para saludarla. Ella puso en juego todos los cánones de la cortesía y finura que le distinguían y la entrevista se llevó a cabo.

Y siguieron una serie de visitas, en las que doña Eusebia me hizo confidente de todos sus planes y proyectos benéficos en los que habría de invertir todos sus bienes y haberes, puesto que no tenía herederos forzosos de ninguna clase.

Me contó que su difunta madre, doña Eusebia Almeida González, había tenido mucho interés en fundar una guardería infantil -como las había visto en sus viajes realizados por la Península y Europa- y que ella quería realizar el pensamiento de su madre. Después de algunas consideraciones, pude disuadirla, convenciéndola de que esas fundaciones eran más bien propias para las poblaciones de grandes centros industriales, donde se hacían imprescindibles las guarderías para albergar a los hijos pequeños mientras sus madres trabajaban en talleres u otras industrias, pero que en una ciudad y comarca eminentemente agrícolas y relativamente de poca población, no era necesaria tal institución.

Doña Eusebia lo comprendió y desistió de su inicial propósito.

Luego quiso construir un colegio para niñas pobres regentado por las Hijas de la Caridad, a lo que objeté que habiendo sido fundado por doña Dolores de Sosa Suarez un colegio por las Madres Dominicas para atender no sólo a las hijas de las familias pudientes, sino también a las hijas de las familias modestas, y que desde hace años estaba desarrollando una labor docente, no era conveniente ni procedente crear otro centro en la misma línea de enseñanza, porque dada la poca población escolar femenina no podía vivir los dos. En cambio, los varones, una vez terminado el periodo escolar, quedaban a la deriva, desasistidos, sin un centro de postgrado que le marcase una ruta y les señalizara una meta para abrirse paso en la vida.

Así lo comprendió la bondadosa señora y desistió de su proyecto. Inmediatamente después, con verdadero entusiasmo, se entregó a la tarea de programar la fundación de un centro docente de artes y oficios, donde la juventud habría de forjar un porvenir halagüeño, prometedor en la escala de valores, lo que redundaría en beneficio de todos. Y para regentar tal centro, nadie mejor -le manifesté- que la Congregación de Padres Salesianos, que para esta tarea tan humanitaria la había fundado Don Bosco.

Doña Eusebia Armas, persona de preclara inteligencia, de recto y firme criterio, se había percatado bien del gran alcance de mi modesta sugerencia y la aceptó íntegramente, pero me manifestó que tal obra fundacional habría de realizarse después de su fallecimiento. Para ello habría de crearse un Patronato -integrado por las personas más significadas, por su honorabilidad y cargos, de esta ciudad y del Obispado- que llevase a efecto sus mandas testamentarias; a lo que yo, respetuosamente, le repliqué que, por amor a Dios y a los niños, no lo determinase así, porque la historia -en esta línea- está llena de mandas testamentarias que no se cumplieron después de la muerte del testador, porque la flaqueza humana, revestida de malicia y ambición, no lo permitió. Que por amor a Dios realizase esa gran obra benéfica en vida y que la viese funcionando antes de morir; lo que para ella sería una gran alegría y moriría con gran gozo y paz, dejando su gran obra caritativa en plena actividad y haciendo realidad los fines benéficos que ella se había propuesto. A esto accedió también con mucho agrado, porque comprendió el alcance de mi observación y réplica.

Y para conseguirlo, se propuso encargar inmediatamente a un arquitecto que, asesorándose con la Congregación Salesiana, proyectara los planos del edificio que, ubicado en terrenos de su finca, junto a la carretera de La Atalaya, habría de construirse para llevar a efecto en él sus propósitos benéficos para la juventud de Guía y de la zona Noroeste.

La ilustre dama eligió para ello al arquitecto de Las Palmas don Fermín Suarez Valido, quien tomó de inmediato las medidas del terreno. Además, en uno de sus viajes a Barcelona, visitó el Colegio Salesiano de Sarriá para informarse de la disposición y distribución de las aulas de acuerdo con los métodos didácticos y fines que persigue la citada Congregación.

Tardó el arquitecto tres años en concluir los planos, aunque, una vez entregados, las obras fueron adjudicadas a la empresa constructora de don Miguel Fernández de la Torre, que en un tiempo breve construyó un hermoso y elegante edificio, con gran complacencia y contento de doña Eusebia, que veía convertido en realidad lo que poco antes era una bella ilusión.

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