Guía de Gran Canaria

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LAS MEMORIAS DE DON BRUNO QUINTANA QUINTANA

PÁRROCO DE GUÍA (1943-1982)

 

INTRODUCCIÓN

"Yo, Bruno Quintana y Quintana, presbítero, siendo cura ecónomo de la Parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús, en la barriada de Arenales de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, desde el año 1940 fui nombrado por el Obispo Antonio Pildain y Zapiain cura ecónomo de la Parroquia de Santa María de Guía, de la que me hice cargo al mes de la designación, el doce de marzo de 1943, sustituyendo al anterior cura, don Enrique Báez Ruiz, el cual ya había dejado la misma, estando a cargo de ella el coadjutor don José Rodríguez Rodríguez.

Al llegar a la parroquia sólo me recibió, a las cuatro de la tarde del día citado, en la Iglesia, el solchantre-sacristán don Manuel Díaz Rivero, que me entregó las llaves correspondientes a las diversas dependencias del complejo parroquial. Más tarde fui visitado por el coadjutor antes citado, muy amable y cortés. Durante el largo tiempo que he regentado esta parroquia acontecieron muchos hechos que, a mi criterio, merece la pena que sean historiados para perpetua memoria y que pudieran interesar en años venideros, haciendo resplandecer en estos escritos la verdad de los mismos, en evitación de equivocadas interpretaciones y tergiversaciones interesadas, desvirtuando la veracidad de los mismos.

Al hacerme cargo de la Parroquia encontré el templo en buen estado de conservación; pero, luego, por efecto de mis detenidas observaciones, noté que había muchas cosas que arreglar para adecentar más y más la casa del Señor. En mayo de aquel mismo año (1943) empecé por el adecentamiento de las tres puertas del frontis y las dos laterales del norte y sur del templo, las cuales, siendo de tea, estaban cubiertas por una densa capa de pintura, adquirida en el transcurso de los años en que, para las fiestas patronales, eran pintadas.

Encargué al carpintero de esta localidad, don Antonio Aguiar Pérez, que sucesivamente fuese desmontando los tableros de las mismas y, desponjándolos de la pintura, los dejase del color natural de la tea.

Los clavos de metal amarillo de la puerta central, que estaban cubiertos por una buena capa de pintura, fueron también limpios, quedando con un brillo natural que deslumbraban.

Colocados los tableros de nuevo, presentaban las puertas un aspecto bellísimo y deslumbrante, pues dándoles el sol causaban admiración e impacto gratísimo a todos los que las contemplaban. Incluso, vecinos de Gáldar que al pasar por la plaza se daban cuenta de la belleza de las puertas, se presentaron ante el señor cura de aquella ciudad, el reverendo don Francisco Hernández Benítez -que me lo contó -, diciéndole: "Las puertas de la Iglesia de Guía están limpias de pintura y quedaron muy bonitas de color tea. Y les pusieron clavos de oro. Haga usted lo mismo en las puertas de la Iglesia de Gáldar".

Y él les contestó que no podía ser porque las puertas del templo galdense no eran de tableros, sino ensambladas, y no los necesita, ni técnica ni estéticamente.

Ellos insistieron ofreciéndose a sufragar los gastos de adquirir los calvos de metal y colocarlos en las puertas, a lo que el cura tuvo que acceder, contra su voluntad, en bien de la paz con sus feligreses.

He de decir que, cuando llegué a la parroquia, en la cubierta del templo de Guía, en sus tres naves, pusieron cielorraso (falso techo), que seguramente fue para evitar la caída de tierra y polvo de los techos que sostenían el tejado. Se me ocurrió hacer una cata en la Capilla de las Mercedes y comprobé que tenía un buen artesonado, aunque mutilado en sus componentes para colocar el cielorraso. Por eso determiné eliminar éste descubriendo todo el artesonado de aquella capilla y de la de Nuestra Señora del Carmen, encargando al carpintero que hiciese y colocase los tableros que habían de sustituir a los que estaban deteriorados por la polilla y la humedad. Y las piezas que faltaban, como eran las piñas talladas y los cordones franciscanos adornados con puntas de diamante, enmarcaron todo el artesonado, que fue limpiado con aceite de linaza. Ambas capillas quedaron en muy buenas condiciones y como dos obras de artesanía que enriquecían el templo. Las piezas de tea que se adquirieron para completar dichos artesonados fueron donadas por los herederos del poeta Tomás Morales, de sus propiedades en el pinar de Tirma, cerca de Tamadaba.

El carpintero encargado de estas obras fue el maestro Antonio Aguiar Pérez".

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