Infantes Florido: recuerdos de una entrevista en
Sevilla cuando fue preconizado obispo de Canarias en 1967
Pedro González-Sosa
La noticia del nombramiento, por
Pablo VI, del que hasta entonces era párroco de la iglesia de El Salvador
de Sevilla José Antonio Infantes Florido como obispo de la Diócesis de
Canarias --en sustitución del dimitido Antonio Pildain y Zapiain-- llegó a
las redacciones de los periódicos en una calurosa media-tarde del 20 de
julio de 1967. Nada mas conocerse, el entonces director del desaparecido
periódico "El Eco de Canarias", Pío Gómez Nisa, me pidió que pusiera en
marcha la organización de un viaje para trasladarme a Sevilla y realizar
la que sería la primera entrevista al preconizado obispo canariense.
Efectivamente. Escasos días
después tomábamos el avión con destino a la capital andaluza en cuyo
aeropuerto de San Pablo nos esperaba –previamente avisado y, además,
organizador de la cita con el sacerdote sevillano pues eran muy amigos— el
catedrático de Historia de América Francisco Morales Padrón quien no
permitió que pernoctáramos en un hotel sino que nos llevó directamente al
Colegio Mayor de aquella universidad "Hernando de Colon".
La cita estaba convenida para las
diez de la mañana del día siguiente a nuestra llegada, y acompañado del
paisano y de su esposa visitamos la Iglesia de El Salvador donde el hasta
entonces párroco nos esperaba para mantener la que sería una muy larga
conversación a modo de breve biografía . Recuerdo que el párroco de Teror,
Socorro Lantigua, nos había preparado un cuadro de la Virgen del Pino con
el encargo de que lo entregáramos en su nombre y de su feligresía para que
lo entronizara en aquella iglesia sevillana donde era rector desde hacía
cinco o seis años.
La vocación sacerdotal del nuevo
prelado llegó un poco tarde. Primero había hecho Derecho y mas tarde
preparó las oposiciones para Registrador de la Propiedad, pero cuando
había aprobado el primer examen ingresó en el seminario, ordenándose en
1951, explicando respecto a su tardía pero firme vocación religiosa que
"fue hija de la problemática de la postguerra".
La conversación fue larga y densa.
Primero en su despacho rectoral y mas tarde en el recorrido por el templo.
Infantes Florido aparecía risueño, abierto al diálogo, feliz con su
preconización y, al mismo tiempo, cauteloso respecto a cómo sería su
episcopado en una diócesis que no conocía.
Los titulares escogidos por el
periódico entonces fueron muchos, --siempre entresacados de sus
respuestas-- pero destaquemos aquellos en los que el preconizado obispo
afirmó, por ejemplo, que "Si se entiende por avanzado mantener una actitud
adecuada a los horizontes del concilio, lo soy decididamente", Y aquel
otro, cuando se le preguntó por las directrices que marcarían su
episcopado en la Diócesis de Canarias: "Mi labor en la diócesis dependerá
del clero y de los seglares".
Por supuesto que también asistimos
a su ordenación episcopal impartida por el entonces cardenal-arzobispo de
Sevilla monseñor Bueno Monreal y en la que estuvieron, miembros del
Cabildo Catedral, las autoridades canarias y numerosos fieles. La entrada
en la Diócesis por el puerto de la Luz ocurrió el 21 de octubre del mismo
año.
Desde aquel día de finales de
julio de 1967 mantuvimos con monseñor Infantes Florido una estrecha
amistad a la que él nos correspondió de forma generosa, incluso cuando ya
en Córdoba y le requeríamos alguna vez para preguntas, gestiones o datos
históricos. O cuando hacía sus esporádicos viajes a Gran Canaria.
Guardamos, pues, un gran recuerdo
que quedará en nuestra memoria. Y le recordaremos como fiel y sincero
amigo ahora que ya no está en el mundo de los vivos.