EL PLEITO INSULAR, SEGÚN NÉSTOR ÁLAMO
Del libro "EL GABINETE
LITERARIO, CRÓNICA DE UN SIGLO", de Néstor Álamo, hemos entresacado estos
párrafos sobre nuestro eterno Pleito Insular:
Desde comienzos del siglo
[se refiere al s. XIX],
a Gran Canaria "le había tocado bailar con la más
fea". En otro lugar hacemos larga historia, y desde propio punto de vista,
de esos amargos instantes nuestros del albor del XIX; mejor dicho, desde
1808 en adelante. También el ilustre historiador isleño don Buenaventura Bonnet, enfocando las cosas desde un ángulo lógicamente tinerfeño, nos
expone esos sucesos que nos hacen descender en calidad política y
administrativa dentro del ámbito del Archipiélago, pero la estimativa del
señor Bonnet queda bastante desvirtuada por el enjundioso prólogo que a la
obra donde hace historia de tales sucesos –"La Junta Suprema de Canarias"-
incorpora el erudito historiador, autoridad inapelable en la materia, don
Antonio Rumeu de Armas.
Pese a todo ello, no nos
resistimos a narrar aquí, muy a la ligera, la deyección de la famosa
"Mosca", la nace maldita que con su siniestra impronta nos legó un largo
siglo de lágrimas, de atropellos, de lucha desigual y de amarguras.
Como en toda España, en
1808 bullían aquí dos facciones: una, la que se caracterizaba por un
reaccionarismo cerril, que por aceptar el estado de cosas impuesto por las
zonas que estimaban más poderosas, llegaba en su ilusión hasta a transigir
con la política que Napoleón quisiera imprimir a España. Por el contrario,
gentes de filiación ultramoderna, carbonarias casi –entre ellas el
Doctoral Afonso y su íntimo de siempre, el "fosforito" cascarrabias y
estupendo gran patriota que fue don José Quintana y Llarena-, se agrupaban
en las fuerzas de lo que, en su inocente concepto de la auténtica
realidad, estimaban "un partido nuevo y liberal": el del "deseado"
Fernando.
La situación era tirante,
y como diría más tarde aquel famoso "Cachowen" de don Julián Cirilo
Moreno, "la cosa iba a jeder".
Y "jedió". El 14 de junio
de 1808 abordó a Santa Cruz de Tenerife un bergantín velero, "El
Currutaco". Procedía de Vigo y Bayona de Galicia y dio las primeras
noticias concretas del jaleo en que Napoleón, Carlos IV y su hijo Fernando
se hallaban metidos.
La consternación fue
enorme. El Comandante General de las Canarias, Marqués de Casa-Cagigal, se
quedó sin saber qué hacer. El día 20 fletó un barco a fin de que por la
costa de África fuese a la Península a ver qué pasaba, ya que con la
marimorena allá formada ni de la existencia de las Canarias se acordaban
los mandantes.
Cagigal, como decimos, no
sabía a qué carta quedarse. El 24 de junio envió sus órdenes al Gobernador
de las Armas de Gran Canaria, don José Candelaria Verdugo; por ellas, le
ordenaba prohibiese el desembarco de tropas de nuestra isla, fuesen sus
calidades e intenciones las que fuesen: las Canarias deberían conservarse
"leales como siempre" para su Rey y señor natural, don Fernando VII, cuyas
solas órdenes positivas y terminantes eran las que deberían obedecerse.
Pero fue el 25 de junio
de 1808, es decir, el día siguiente al en que aquí se recibieran las
órdenes de Cagigal, cuando "La Mosca" famosa nos clavó su rejo. Era un
laúd español procedente de Bayona de Francia con destino a la América
española. Llevaba pliegos secretos del afrancesado Gobierno de Asanza, y
su capitán, don Mariano Izarviribil, hizo que fuese a bordo inmediatamente
el buenote de don José Candelaria Verdugo, nuestro Gobernador Militar.
A bordo, Verdugo quedó
atónito ante la calidad de las noticias que oía. Inmediatamente envió un
emisario a Cagigal; mientras, por propio y malhadado acuerdo, prestó toda
clase de auxilios a los navegantes de "La Mosca".
La política de nuestros
dirigentes en aquellos peligrosísimos momentos no pudo ser más torpe. Ante
las inquietantes nuevas del periodo de guerra intestina abierto en la
Península, de la nacional e invencible repulsa a la invasión francesa, no
se les ocurrió a los nuestros cosa mejor que dar facilidades a los
emisarios del gobierno que Napoleón impusiera y ofrecer en la noche del 27
un banquete por todo lo alto al mensajero oficial de los seguidores de
Bonaparte. Lugar señalado para el histórico festín fue la casa solar de
los Verdugo –Alviturría en la calle de los Granados o de Puertas –hoy
Castillo–, morada del Gobernador Militar. Al acto acompañaron al anfitrión
su tío, el ya acacharrado Obispo Verdugo; el entonces Conde de la Vega
Grande, don Fernando Domingo del Castillo y Béthencourt y los elementos de
la Audiencia, con el más de algún que otro capitoste indígena. En este
histórico banquete, según más tarde se dijo, juraron y reconocieron
aquellos miopes elementos representativos de Gran Canaria a José I por Rey
y señor de las Españas: y como en nuestra tierra se dice, lector, "ésa fue
la madre del cordero".
------------------
Agosto de 2006.
TRANSCRIPCIÓN: Antonio Aguiar
FUENTE: Libro El Gabinete Literario. Crónica de
un siglo (Tomo I), en el que se recopilan artículos publicados por
Néstor Álamo en la prensa, entre 1957 y 1959. Coedición: Gobierno de Canarias y Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 2004.