Nunca he sido proclive a escribir sobre los miembros de mi familia,
-estimo que no es ético-, que por alguna circunstancia o razón hayan
sobresalido o destacado en algún tipo de materia, ya sea artística,
musical o intelectual. Sin embargo hace algunos meses me ví impelido a
redactar un memorando destacando las virtudes de mi padre Juan Dávila
González y de mis primos Juan Francisco y Alberto Dávila Ossorio, dado
que existía un motivo más que justificado para así hacerlo, ya que se
ponía en tela de juicio su sapiencia en el arte de la música y el
folclore en favor de otro personaje de mi pueblo totalmente anodino en tales lides y que es
justo reconocer que levanto una serie de polémicas totalmente inadecuadas
en contra de lo por mi escrito. Pero nunca me amilane pues me limite a
decir la verdad más elocuente en la que sigo ratificándome.
Animado por un extraordinario amigo guíense, amante incondicional de
nuestro terruño, -al igual que yo-, con el cual hablo diariamente por
teléfono, me refiero a Manolo Moreno Miranda, hijo de un gran bandurrista
coetáneo de mi padre y gran amigo nuestro, Manuel Moreno conocido por
Manuel el sacristán. Voy a intentar con humildad hablar de mi tío
Cristóbal García Ossorio, y lo voy hacer obviando su faceta de gran
artesano cuchillero, -quizás el más importante que haya habido-, y de su
otra afición en la cual destaco con elocuencia, como fue la música. Solo
voy a enjuiciar sus atributos de intelectual, dibujante, pintor y de los
que revistieron siendo el Bibliotecario Municipal de Guía, cuando este
templo de la sabiduría estaba ubicado en la calle Medico Estévez y que
posiblemente las nuevas generaciones guíenses desconozcan.
Mi tío Cristóbal, fue un artista, y lo manifiesto con total rotundidad
y consciente de la transcendencia de tan significada palabra,
proponiéndome así acreditarlo. Me estimo en haber sido y ser un gran
lector, parte de esta afición que en mi perdura se la debo a mi querido
tío citado, ya que desde muy joven, me inicio en la lectura de algunos
clásicos, -especialmente autores franceses-. Dada su condición de
bibliotecario me abastecía de buenos y acreditados libros. Cuando tomo
posesión como tal, la situación de la Biblioteca Municipal, era caótica,
pero el con la paciencia que le revestía, le fue dando forma y manera,
consiguiendo que la misma adquiriera la categoría que siempre ha tenido,
como hoy en manos de mi buen amigo Sergio Aguiar Castellanos, aunque la
cantidad de volúmenes existentes en aquella época no era muy abundante.
Tenía un gran facilidad para redactar y su ortografía y caligrafía eran
muy refinada. Solía hacer carteles con dibujos y pinturas de constatado
valor, que servían para anunciar eventos y actos festeros correspondientes
a la festividad de la Virgen de Guía.
Recuerdo que siendo yo bastante pequeño se empeño en construir un
artilugio para encuadernar, y lo consiguió, cuando se lo presento a sus
amigos estos quedaron maravillados ante tan elocuente trabajo, quiero
hacer constar que los libros que encuadernaba los rotulaba a fuego,
utilizando para ello una especie de gordos lapices de cobre que tenían las
letras grabadas en relieve en su parte anterior que calentaba y
posteriormente aplicaba al objeto encuadernado, la rotulación resultaba
brillante especialmente por la variedad de letras que tenia en esos
lapices citados. De esa misma manera grababa trofeos, de diferentes
índoles, cintas y hacía unos diplomas de relevantes connotaciones.
En aquellos tiempos la mayor parte de los libros que el confeccionó
procedían de las entregas semanales de fascículos y cuando completaba todo el texto
hacía la encuadernación. Sus autores preferidos entre otros, eran Xavier
de Montepin, los Dumas, Honorato de Balzac, Marlowé, Shekaspeare, Zane
Grey, solía leer algún clásico español, como Miguel de Cervantes, Lope de
Vega, Garcilaso, Jorge Manrique, Berceo, Quevedo, Pérez Galdos y algún que
otro más.
Cuando terminaba de trabajar en la herrería de mi abuelo, y llegaba a
la casa se acicalaba y se iba a la Biblioteca, que la tenía enfrente.
Algunas veces se llevaba su saxofón alto y aprovechando algún rato de
tranquilidad se dedicaba a repasar partituras musicales recién publicadas.
Según me comentaba mi madre siendo un niño, se desapareció y llegando
la hora de almorzar, no aparecía, cuando así lo hizo, -parece ser que
estaba debajo de su cama-, le enseño a sus padres y hermanos con gran
orgullo una baraja que había confeccionado, utilizando trozos del cartón
de las cajetillas de cigarros "Cumbre", que nada tenían que envidiar a las
confeccionadas de manera impresa.
Cristóbal, mi tío siempre se ha merecido el reconocimiento del pueblo
que lo vio nacer por las grandes virtudes que le revestían y que no eran
pocas. En tertulia alguna jamás ha salido a relucir su nombre, y estimo
con elocuente humildad, que su quehacer merece ser reconocido y difundido
a los cuatro vientos, su elocuente preparación intelectual así lo
demandan. Si algún día se me permite y en el foro adecuado para ello podía
hablar de todos estos personajes que le han dado ha Guía una fragancia y
elocuencia jamás igualada.
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