Voy a poner todo mi empeño en hacer de este personaje algo mío, dado el
gran afecto y cariño que le profese, y por haber convivido con el muchos
años posiblemente los mejores de mi vida. Me refiero a Salvador Vega Díaz,
-el telegrafista de Guía por excelencia-. Fueron muchos los lustros que
este extraordinario personajes dedico a las comunicaciones en Guía, quizás
más de 40 años al frente de una de las oficinas de telégrafos más
emblemáticas de las existentes de la provincia de Las Palmas. Recordar a
este querido y estimado compañero es para mi todo un honor. Si algo fui en
las comunicaciones telegráficas a el se lo debo, me enseño cuanto sabía al
respecto, que estimo fue bastante, su sabiduría en esta materia no tenía
limites, sus conocimientos de la telegrafía era como un pozo sinfín. El
morse era para el una asignatura de grandilocuente significado,
-posiblemente haya sido con diferencia el mejor morsista de cuantos he
conocido que han sido muchos-, leía los puntos y las rayas en el
miliamperímetro aunque la señal fuera débil casi imperceptible, con la
misma facilidad que cualquier persona normal lee un libro o un periódico.
Como profesor tenía unas cualidades inigualables. Aprender con el era
sumamente fácil y además divertido. No tenia una forma o sistema de
enseñanza definido, te iba orientando con una facilidad digna de encomio,
y en poco tiempo te convertía en un verdadero experto. Al menos conmigo
siempre fue como un hermano mayor. Cuando nos poníamos hacer problemas
sacados de un texto denominado –Soluciones Analíticas- los hacíamos
juntos, era un gran aficionado a resolver cuanto exponía tan afamado y
competente manual, relacionado con la aritmética, matemáticas, geometría,
algebra y trigonometría.
Tenía una facilidad innata para enseñar la práctica del morse,
-transmisión, recepción en cinta y a oído-, sus cualidades de insigne
morsista así hacía que fuera. Nunca tenía prisa y trabajaba con nosotros,
-refierome a su yerno Florencio, recientemente fallecido y a mí-, cuantas
horas fueran precisas y nunca daba por terminada una clase sin sacar las
conclusiones pertinentes de todo lo practicado.
Como funcionario de la Subdirección General Jefatura Principal de
Telecomunicación, le revistieron siempre unas características de
extraordinario contenido, lo que valió ser felicitado en innumerables
ocasiones por sus jefes. Ejerciendo sus funciones de telegrafista era muy
metódico, conocía a la perfección cuantos aparatos configuraban la
estación telegráfica, desde el rudimentario manipulador hasta el receptor
morse de cuerda, donde quedaban imprimidas la señales que constituían los
mensajes. Cuando llovía las líneas se derivaban, este fenómeno era
observado con toda nitidez en el miliamperímetro, -este era un aparato que
medía la señales electromagnéticas, que se enviaban o se recibían en una
estación telegráfica-. Dada la derivación citada las comunicaciones
telegráficas se interrumpían hasta que los cables conductores se secasen,
no obstante Salvador Vega, aprovechaba cualquier aumento de la señal para
enviar mensajes, cosa esta que hacía con verdadera maestría, guiado
solamente por la amplitud que se reflejaba en el aparato de medida.
Salvador Vega, además de un insigne telegrafista, fue un caballero en
toda la extensión de la palabra, como tal era estimado y querido en Guía,
fue también un gran esposo y un extraordinario padre. Su esposa Manuelita
a quien le deseo lo mejor, sus hijos Inmaculada, Esther Gloria, Mary, Boro
y la más pequeña, a quien conocí poco, son ejemplos elocuentes del
virtuoso paternalismo de mi entrañable amigo, compañero y profesor.
Salvador Vega ya había destacado como eminente telegrafista durante su
estancia en Tam Tam –Marruecos- durante la guerra civil, donde estuvo
destacado como miembro de una compañía de transmisiones del cuerpo de
ingenieros. Más tarde licenciado volvió a Telégrafos, y después de una
pequeña estancia en Las Palmas, retorno a Guía, donde siempre destaco por
su eficiente labor en todo lo relacionado con la telegrafía y las
comunicaciones. Por sus manos pasamos muchos aspirantes a telegrafistas,
unos con más suerte y otros con menos, recordar a los que siendo sus
alumnos terminamos perteneciendo al grandilocuente cuerpo de Telégrafos
hoy desaparecido, motivado por los gatuperios y las envidias de unos seres
que siempre despreciaron a tan noble y gloriosa institución: Graciliano
Aguiar Abreu, Florencio Mendoza Moreno, -fallecidos- y el que suscribe.
Salvador Vega, fue un telegrafista de concurso, aunque nunca participo
en ninguno de los celebrados en el entorno de la Dirección General.
Posiblemente muchos participantes que si lo hicieron, no tuvieran la
preparación y los conocimientos de nuestro personaje, pero la indolencia
de los mandos correspondientes evitaron que así fuera.
Este reconocimiento popular que hago de este personaje, al cual como ya
he dicho tuve en gran estima quiero dedicárselo al pueblo de Guía, por lo
que represento para el mismo, pero especialmente quiero hacerlo llegar a
su esposa e hijos y a su yerno gran amigo de la infancia y de toda la vida
Ceferino Betancor Brito.
Salvador Vega Díaz, fue un hombre intachable, con una honorabilidad
fuera de lo común, una de las premisas que le revestían era la de siempre
atender al prójimo, y desde su prominente puesto de Jefe de Telégrafos así
siempre lo acredito, ayudando a muchas gentes que se acercaban hacer uso
de tal servicio, siempre con una sonrisa y una amabilidad impecable. Tiene
el merito suficiente para constituirse en personaje popular de Guía, dado
su talante y gran personalidad. Mi recuerdo más emocionado para tan noble
persona.
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