Hoy voy a ocuparme de una persona, que se constituyo en toda una reseña
para el pueblo de Guía, me refiero a Don José Pérez, sacerdote, conocido
por el "cura macho". Hombre sabio e intelectual de muchos quilates, que
quizás viviera algo adelantado como practicante de su ministerio para los
tiempos que le toco ejercer el mismo. Recuerdo que todos los días sobre
las 7 de la mañana llegaba a la barbería de mi padre para afeitarse, era
como un rito, ya que nunca llegaba antes ni después de la hora citada, le
revestía una puntualidad que rayaba en lo absurdo, igual era para decir su
misa diaria, pero su forma de proceder y según se comentaba no eran
jaquecas de persona mayor, siempre fue así. Vivía en la calle Luís Suárez
Galván entrando ya casi en el callejón del Molino. Procedía de la familia
de los Pérez Milian de la finca del Calvario, cuyos miembros eran todos
unos personajes relevantes de la cultura y de la vida social, -recordar a
Juan y Manolo Pérez, el primero un alto funcionario del Cabildo y el
segundo un verdadero intelectual en toda la extensión de la palabra-.
Residían en Las Palmas pero venían a Guía con mucha frecuencia donde
pasaban largas temporadas especialmente para las fiestas.
Don José Pérez, fue un extraordinario músico, como tal era un virtuoso
pianista, organista y un gran tocador del clarinete. Hizo también sus
pinitos como compositor, escribiendo algo de música sacra especialmente
cosas cortas como motetes y otras alegorías sacramentales, que creo no
hayan perdurado en el tiempo. Era algo genioso y a más de uno le soltó un
buen bastonazo. Cuando se estaba afeitando, me encantaba oír sus
conversaciones, y aunque yo era muy pequeño siempre recordare mucho de sus
comentarios que revestían una lógica de elocuente significado, aunque
quizás no vigentes para la época que vivíamos, pero que hoy al recordarlas
les doy una vigencia total.
El siempre decía, que estudiar era bueno, pero que había un error craso
en la culturabilidad de la gentes, basada exclusivamente en el estudio de
las humanidades ya que había muchas formas de adquirir cultura, como era
leer, viajar, visitar museos, etc. Recordare siempre de sus doctas
palabras especialmente unas que tenían que ver con la música, -el sostenía
que el músico profesional, lector y ejecutor de las partituras y de los
libretos de las grandes obras que desarrollaban, poseían una cultura
extraordinaria y que en ese aspecto no tenían nada que envidiarle a los
más sabios del lugar-, siempre recordare esta elocuente manifestación,
digna de tal personaje.
Que yo recuerde Don José, siempre celebro su misa diaria en la capilla
de la Virgen de las Mercedes, -insigne obra del escultor guíense Lujan
Pérez-, y nosotros los jóvenes siempre procurábamos asistir a la misma por
la gran rapidez con que la decía, solo tardaba siete u ocho minutos en
desarrollar su celebración.
El Don José Pérez, que yo conocí era ya un hombre de 65 o 70 años, pero
regía perfectamente. Le gustaba mucho las tertulias, y en los diferentes
bares donde solía almorzar, hacía una sobremesa muy interesante con algún
contertulio, que más o menos estuviera a su nivel, ya que sus
conocimientos eran tan elevados que no departía con cualquiera, aunque era
humilde y nunca presumió de su sapiencia, era exigente a la hora de
compartir un debate, pero era fácil encontrar al personaje adecuado ya que
muchos profesores del colegio de Santa María solían comer a la misma hora
que el y en el mismo bar. Este relato que aquí expreso debió haber
ocurrido en la década de los años 40 aproximadamente.
Posiblemente ya en Guía quede poca gente que recuerde a Don José Pérez,
pero estimo resaltar que el mismo marco un hito en la historia de nuestro
pueblo, sus conocimientos y su extraordinaria cultura, fue un símbolo y un
ejemplo a seguir especialmente por los que tuvimos el privilegio de
conocerlo.
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