Hoy voy a recordar a una persona muy querida y estimada en San Roque,
por sus inigualables virtudes humanitarias, acreditadas en innumerables
ocasiones, me refiero a Lorenza Dávila González, conocida por "Chencha".
Toda su vida ejerció como enfermera en el Hospital de San Roque,
juntamente con Antonio Suárez, Domingo Abreu, Yoyito, Amparito González
Álamo y como médicos citar a José Blanco, Cayetano Guerra Alemán, Enrique
Blanco Hernández y como practicante a Bernardo Dávila Ossorio. Formaban un
equipo competente y eficiente. En aquellos tiempos el Hospital de San
Roque constituía el epicentro hospitalario de todo el noroeste de la isla,
a él acudían gentes de la Aldea, Agaete, Gáldar, del propio Guía y de toda
la zona cumbrera de la comarca. Lorenza estableció relaciones con gran
cantidad de personas que estuvieron ingresadas en el mismo, muchas de las
cuales todavía la recuerdan con verdadero afecto y cariño.
Lo vocación de este ser tan afectuoso era la de ser monja de la Caridad
y atender a los enfermos, pero desconozco el motivo que la llevo a no
profesar. Por eso se hizo enfermera para estar siempre junto a los
desvalidos enfermos a quienes les dedico toda su vida. En más de una
ocasión le oí decir a Cayetano Guerra, que Lorenza dentro del quirófano
era su mano derecha, me consta que en todas las intervenciones quirúrgicas
que el citado medico realizaba, ella actuaba como una de sus ayudantes.
Lorenza en Guía, pero preferentemente en San Roque hizo muchas obras de
caridad. Ponía inyecciones, hacía curas y en muchas ocasiones velaba a
enfermos sin pedir jamás nada a cambio, en este aspecto era un ser
extraordinario. Cuando alguien se quejaba de tener algún problema, ella de
manera diligente trataba de resolvérselo y así sucedió en infinidad de
ocasiones. Recuerdo que unas vendedoras de pescado del vecino pueblo de
Gáldar, conocidas por las capitanas, querían mucho a Lorenza. Al parecer
una de ellas llamada Milagros estuvo ingresada, -o algún familiar muy
cercano a ella-, en el hospital, y Chencha como siempre hacía, se desvelo
por atenderla, cuando la persona sano y salio del centro, siempre que
venía a Guía a vender le traía la mejor pieza del pescado que cupia en la
"bañadera" y se lo regalaba. Era reticente a recibir regalos pero vista la
buena voluntad de las personas que se los hacían los aceptaba de buen
gusto y lo agradecía, pero siempre daba algo a cambio.
Una chica de San Roque que murió muy joven llamada Reyes Díaz, hija de
Juan Díaz Sánchez, conocido por "Juan el Grande", sentía verdadera pasión
por Lorenza; cuando llegó el momento fatídico, el personaje central de
este trabajo se instalo junto a su cama y hasta que no falleció no se
aparto un instante de su lado. La familia Díaz, muy conocida y estimada en
Guía, todavía la recuerda agradeciéndole cuanto hizo por Reyes y por toda
ella, ya que Lorenza las visitaba con mucha frecuencia. Hoy de esta
familia queda poca gente, algún hermano y bastantes sobrinos, algunos de
los cuales conocí y de verdad que siempre les he tenido un gran afecto y
cariño, aunque hace muchos años que nos lo veo y especialmente a uno que
aunque cambiamos impresiones por teléfono y por correo electrónico, no
conozco y que de verdad me encantaría conocer.
Lorenza Dávila, solía tener guardias de noche, cuando regresaba a su
casa, a veces sin descansar, y era reclamada por algún vecino, para que le
pusiera alguna inyección o le hiciera una cura; rápida acudía al domicilio
del solicitante, llevando en sus manos los pertrechos necesarios para
cumplir la misión precisa. Jamás se arrugo ni alegó cansancio. Siempre
estaba dispuesta para atender la solicitud que le habían hecho. Hace
algunos años que no suelo parar por San Roque, pero en vida de esta
entrañable mujer recuerdo que en todos los sitios que visitaba de tan
querido lugar por mi, siempre alguien comentaba el buen quehacer de
Lorenza. Estimo que mucha gente de mi pueblo con muchos menos meritos que
ella son elocuentemente reconocidos y alabados en muchos círculos y foros
que tienen lugar en Guía. De ella, todo devoción y amor al prójimo,
premisa esta que siempre demostró, casi nadie se acuerda, y digo casi
porque de no hacerlo así mentiría, mi estimado paisano Antonio Aguiar
Díaz, la recordó y nombro en el pregón de
las fiestas de Guía de 2003. Al menos alguien se acordó de lo que
había significado, al menos para la juventud del barrio. Lorenza o
Chencha, como gusten llamarla, creo se merece un reconocimiento, no fue
una enfermera normal, siempre se excedió en el ejercicio de su profesión,
quizás motivada por el pálpito o reminiscencia de haber querido ser monja
y no lo pudo ser y por ese inmenso cariño que sentía por todos los
enfermos que les toco atender. Como tal profesional fue un elocuente icono
digno de imitar.
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