En la Atalaya de Guía habito un personaje durante muchos años llamado
Hipolito, pero al que todos los vecinos de mi pueblo llamaban
cariñosamente "Polo". Su complexión física era la de un ser normal, más
bien bajo, regordeto y que siempre lucía una risita hasta cierto punto
bastante "jodelona" ya que a pesar de sus limitaciones psíquicas solía
tener muy mala leche. Era habitual observar en su indumentaria la boinilla
que siempre llevaba encasquetada en la cabeza. Mis recuerdos de este ser
se iniciaron en los años cuarenta y lo perdí de vista, cuando siendo muy
joven me incorpore a mi destino en el Telégrafos del Estado en Las Palmas,
allá por los años cincuenta y algo. Era notorio siempre verlo con su
cachimba atravesada y jalando y jalando por ella para que no se le
apagara.
Cuando se cabreaba por algo que le hicieran era muy mal hablado, una de
las palabras mas comunes en su vocabulario, era el de llamar a cualquiera,
-h….de…p-.
Cuando iba a darles las quejas a nuestros padres de alguna perrería que
le hacíamos lo que solía ocurrir con relativa frecuencia, tocaba en la
puerta correspondiente y a quien le abriera la misma fuera hombre o mujer
niño o niña, le espetaba, -Vds., son todos unos h….de….p, su hijo me hizo
tal cosa-, y posteriormente más calmado les decía que le dieran algo,
dinero, comida, etc. Dentro de esa forma de proceder era una buena
persona, su problema radicaba en las pocas luces que tenia. Polo
represento un icono de enorme importancia entre nuestros personajes, no
era brillante y como se podrá suponer nada inteligente todo lo contrario,
pero tenia una forma de vivir muy original. Paco Rivero (qepd) lo acredito
como modelo en las muchas fotografías que le hizo.
En los años gloriosos del fútbol norteño, donde teníamos en Guía dos
extraordinarios equipos, el mítico Tirma en el casco y el Guíense en la
Atalaya, la rivalidad era evidente, y cuando se enfrentaban ambos clubes,
nuestro Polo se sentaba en la primera fila de las gradas del campo y de
manera elocuente le daba ánimo, lo mismo a uno que a otro, su cortedad
imaginativa no le permitían discernir a cual de los dos por lógica debía
animar más, su cabeza se convertía en un impresionante galimatías al
respecto. Cuando finalizaba la contienda se ponía, junto con muchas
mujeres gentes, mujeres, -sobre todo-, a increpar a la gente de Guía
–pueblo-, que nos habíamos acercado hasta la Atalaya a presenciar la
misma, al le daba igual quien hubiese ganado, se limitaba hacer lo que oía
y veía, y cuando pasaba el vehiculo donde iban los jugadores del Tirma,
imitando a sus compañeras, los insultaba e incluso le arrojaba piedras,
empleaba el sistema loristico de repetir cuando veía y oía.
El comportamiento de Polo no emanaba de los malos tratos o abandono que
sus familiares tuvieran con el, me consta que sus hermanos y sobrinos
todos lo atendían con afecto y cariño, prueba evidente de ello era que
siempre estaba limpio y sus ropas en bastante buen estado y muy aseadas.
Polo al igual que otras personas disminuidas psíquicamente, era así y
nadie lo podía cambiar.
Mi tío Pepe el herrero lo agasajaba mucho, y como el pobre perdía
sistemáticamente la noción del tiempo, solo se iba para la casa cuando
anochecía, este –mi tío-, le ponía de comer y lo defendía de los abusos
que algunos desaprensivos intentaban cometer con el. Recuerdo también que
mi madre, sobre todo a horas de la mañana viéndolo pasar por delante de mi
casa en la calle Médico Estévez, lo llamaba y le daba café con leche y
galletas.
Polo era muy agradecido y jamás olvidaba a las personas que le hacían
bien y las recordaba siempre con afecto, al igual que detestaba a los que
le hacían daño o lo molestaban. Casi amanecía en el pueblo, y todo su afán
era estar entre el bullicio de la gente, con el fin de observar
socarronadamente las cosas que hacían para el posteriormente intentar, al
menos, hacerlas igual. En su vida nunca hubo mayor protagonismo era
sencillo y humilde, pero como personaje pintoresco de mi pueblo estimo
debe figurar como tal en la historia del mismo.
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