Hoy me toca citar a una persona a la cual tuve el placer de conocer muy
de cerca, José Roque Santana, conocido por Pepe el mudo, que toda la vida
trabajo en el Sindicato del Norte, pero no como mecánico como mucha gente
piensa, su profesión en los talleres del citado sindicato era de pintor y
rotulista. Como tal rotulaba todos los anagramas que ostentaban los
camiones, e incluso grababa las matriculas de los mismos y los símbolos
que identificaban la marca de la institución. He sabido por un sobrino
suyo que en su casa ubicada en el callejón sin salida frente al cine
Hespérides, al lado de la Francisco Miranda Santiago, no hace muchos años
aparecieron cuadros pintados por el cuyo valor artístico tenían unos
elocuentes significados por la simpática tipología de los mismos.
Era hijo de José Antonio Roque, uno de los primeros conductores de la
compañía AICASA, conocida por los coches de Melián. En un principio
conducía coches tirados por caballos que hacían el recorrido hacía Las
Palmas y cuya primera posta estaba situada en el Hormiguero, a lo largo
del camino habían muchas más. Sus hermanos eran Jacobíto, Juan, Antonio,
Prudencio conocido por Neito, y entre sus hermanas a las que recuerdo,
estaba la mujer de mi primo Alberto, la de Forito, Beatriz y otra casada
en Las Palmas con un funcionario del Banco de Bilbao.
Recuerdo perfectamente, en la década de los años cincuenta, cuando
íbamos temprano al Colegio, verlo en cuclillas rotulando matriculas, o
subido en una escalera poniendo los anagramas del sindicato en los
costados de los camiones, -que por cierto eran todos amarillos-. Tenía una
forma de trabajar que lo identificaban como un verdadero artista,
confeccionaba las plantillas en cartón y posteriormente superponiéndola en
la superficie donde iba a realizar el trabajo desarrollaba este con
verdadera elocuencia siendo el resultado bastante significativo. Sus
rotulaciones en nada desmerecían a las que se podían hacer de forma
impresa o estandarizadas, me atrevería afirmar, -y lo digo desde mi punto
de vista que posiblemente tuvieran más valor las que Pepe el mudo hacía ya
que lo llevaba a cabo de manera totalmente artesanal-, ya que no habían
aparatos con la precisión tan exacta como los utilizados hoy, para llevar
adelante tan milimétrico y preciso trabajo.
Era un buen amigo de mi tío Cristóbal y cuando este era bibliotecario
municipal en la década de los cuarenta, visitaba frecuentemente la
Biblioteca para recoger libros que leía con elocuente y sabio interés.
Dentro de su minusvalía de –mudo-, se hacía entender perfectamente por
cuantos intentábamos comunicarnos con el. Tenia una ortografía y una
caligrafía muy buena, producto su gran pasión de lector y de rotulista.
En cierta ocasión incluso le cupo el honor de reparar los papagüevos de
nuestra ilustre ciudad, dándoles a los mismos unos coloridos de exuberante
belleza. Pepe el mudo, fue en su profesión un ilustrado y en la empresa
donde trabajaba le tenían una gran estima, el desarrollo impecable de su
trabajo lo hacían merecedor de reconocidos elogios por parte de toda la
junta directiva del citado Sindicato del Norte.
Era un fumador empedernido, y cuando estaba realizando alguna faena
propia de su cometido, se le veía siempre el cigarrillo implantado en la
comisura de sus labios. Era una persona honorable, afectiva y muy
agradecido. Siempre y debido a su gran preparación profesional, realizo
trabajos de elogiable envergadura que no pasaban desapercibidos para sus
conciudadanos. Pepe el mudo juntamente con su compañero de trabajo Pepe
Pérez, siempre contó con el beneplácito más entusiasta de cuanto le
conocimos, era un dechado de virtudes, su único defecto radicaba en la
gran dificultad que su mudez le producía, aunque esto no era óbice para
que se entendiera con todas las personas que habitaban en su entorno tanto
profesional como personal, fue un personaje más de mi pueblo querido y
estimado por todos.
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