Por antonomasia o por excelencia, si se quiere, es muy común en los
pueblos canarios, la existencia de personajes populares, que le han dado
al entorno un gran significado a la gracia y simpatía que a los mismos en
ciertos y determinados momentos les reviste, y que es como una impronta de
alto valor, cuyas connotaciones a veces grandilocuentes definen de manera
sistemática el carisma y arropamiento que sus conciudadanos les otorgamos.
Guía, no podía dejar de ser ajena a tan elocuente realidad de este iconismo de tal virtual transcendencia. Dado que la mayoría de
estos personajes estaban aquejados de una cierta disfunción orgánica, -y
quiero dejar bien patente que estas manifestaciones no encierran por mi
parte ningún sentimiento peyorativo, todo lo contrario, siento hacia ellos
un gran cariño y afecto, y me enorgullezco de haber tratado con amistad a
todos cuanto aquí voy a nombrar y en especial, al personaje central de
este trabajo-. Así por ejemplo recordar a Tito y Manolo Artiles, Lala la
barrendera, Polo, Pedro el de maestro Nolasco al cual le llamábamos Mister
Churchill y por supuesto al gran Tomasín, al cual Braulio le ha dedicado
una canción de elocuente valor artístico, con una melodía y una letra de
magnifico contenido.
Pero el personaje que quiero enjuiciar, era una ser normal y muy
capacitado, pero que padecía un síndrome muy característico en aquellos
tiempos, su gran amor a la pesca, y dentro de esta ciencia ictiológica,
era una elocuente pescador de morenas, posiblemente el mejor que yo haya
conocido en toda mi existencia.
Me refiero a Francisco Estévez, conocido por Paco mano. Trabajaba con
mi padre, y todos los lunes muy tempranito, siendo yo un niño nos íbamos a
pasar el día a la Baja y Pasopalos. En la Atalaya, a la entrada de la
misma en la tienda de Alvarito, que era algo sordo comprábamos latas de
sardinas, pan, fruta, una botella de ron y algunas cosas más. Una vez
abajo "Paco mano" preparaba sus pertrechos pesqueros e iniciaba su faena,
en pos de conseguir la mayor cantidad de esta especie anguiliforme de rico
sabor.
Es hasta cierto punto gracioso hacer constar, el artilugio que este
entrañable amigo utilizaba para la captura de las morenas y machos
morenas, -valga la redundancia-, que consistía "en un trozo de caña de un
metro aproximado de longitud totalmente hueca, dentro de la misma en forma
de lazo introducía un cordel que formaba una onda en el termino de la
misma, -la parte que se metía en el agua del charco-, con un pequeño
alfiler curvado le ataba un "un burgáo o trozo de lapa" a modo de carnada
y cuando el pez intentando comerse lo que estimaba un festín y pasaba la
cabeza por la onda, Paco tiraba fuertemente del cordel y la dejaba
enganchada", -como ahorcada-, y machacándole la cabeza la tiraba a la zona
seca que tenia detrás. El amigo Paco para llevar adelante tan elocuente
faena, utilizaba una liturgia, decía el de connotaciones ancestrales, como
era el "canto de la morena", muy usado en aquella época y que creo por lo
que me han comentado algunos pescadores siguen utilizándolo hoy. Era una
verdadera epopeya verlo en cuclillas en la orilla del charco rocoso,
sacando incesantemente morena tras morena a veces hasta diez y quince
ejemplares.
Cuando llegaba la hora de comer, cogía la morena más pequeña, y
haciéndola rodajitas, las asaba en un fuego que hacíamos con las cañas que
cogíamos por el camino del exterior de la finca de los Molinas. Son
momento de mi infancia que recuerdo con verdadera emoción, Paco mano, era
una personaje singular y por desgracia para el relativamente joven y por
problemas en la vista no pudo seguir ejerciendo, la gran pasión de su vida
"la pesca de la morena".
Posiblemente hoy en Guía no se le recuerde, falleció no hace muchos
años. Pero sus hijos, nietos y biznietos, -Inmaculada, Antonio Afonso "su
yerno" y demás miembros de su estimada familia si que siempre lo
recordaran-, fue un hombre honrado, trabajador y dada esa peculiaridad tan
verosímil de hombre del mar, -olfateaba las diferentes mareas y a veces
pescando en algún punto de la costa guíense, veía venir los tiempos tan
típicos de la zona, el norte o el noreste con sus grandes olas y la enorme
virulencia de sus vientos, y así se lo advertía a los que estaban pescando
a su alrededor, para que tuvieran cuidado-.
No era un intelectual, -entendiéndose la palabra como tal-, pero estaba
en posesión de una gran sabiduría, la cual le venia de sus largas estancia
en la orilla del mar la cual conocía como nadie, y a más de algún
aficionado pescador salvo de graves apuros, haciéndole ver la dificultad
que ejercer esa función mitad arte y mitad deporte les podía acarrear.
Paco mano, fue un hombre popular y por eso le dedico, recordándole con
afecto este reconocimiento que estimo se merece, por las grandes
cualidades que le revestían. Los pueblos como decía al principio tienen a
sus personajes populares con más o menos relevancia, Paco Estévez merece
figurar en la galería de estos seres que la constituyen y que le dan a
Guía la importancia y la grandeza que tiene.
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Junio 2006.