Guía de Gran Canaria tendrá siempre que dar las gracias a Dios porque
en el año 1936 no hubieran desaparecidos como consecuencia de la
insindéresis –falta de aptitud natural para juzgar- política existente en
nuestro pueblo. No obstante, es de agradecer la intervención de maestro
Basilio Ramírez, alcalde en funciones, y especialmente la de Félix Marcelo,
que supieron, con gran energía, pararle los pies al patético sargento
Olegario, a la sazón comandante del puesto de la Guardia Civil de Gáldar y
artífice de tantas desapariciones en este pueblo y en Agaete, donde la
incidencia fue mayor, sobre todo en el Valle, en el pago conocido por el
Lugar de Enfrente. Sin embargo, sí que hubieron embaucadores, torturadores
y torturados, que deben ser conocidos por nuestros ciudadanos, con
pelos y señales, aunque ya todos han fallecido.
Guía era un pueblo tranquilo donde la política se observaba sin la
notoriedad que la misma-posiblemente requería. Gobernaba el país el
Frente Popular -alianza de socialistas, comunistas, ácratas,
independentistas, republicanos, antimonárquicos, etc.-. La única conexión
que nuestros convecinos tenían con lo que estaba sucediendo en Madrid era
la radio y la prensa, toda ella manipulada por los órganos gobernantes.
Los habitantes de Guía se pasaban el tiempo, después de sus jornada de
trabajo, distrayéndose en el Casino y en una sociedad que estaba ubicada
en la calle Médico Estévez, conocida luego como El Centro Obrero y que fue
el escenario utilizado por los embaucadores para envenenar a la gente
ignorante y falta de preparación en estas lides, -la política-.
Los que ejercían esta función eran estudiantes guienses que estaban
haciendo sus estudios en la península, y cuando regresaban de vacaciones
impartían clases a modo de mítines en el centro citado, aludiendo a los
textos de Marx, Rousseau, Kant, Voltaire y otros filósofos que con sus
argumentos "envenenaban" a la juventud, aludiendo a sus seguidores, tales
como Trosky, Lenin, y algún que otro español como Indalecio
Prieto, Francisco Largo Caballero, Azaña, Negrin, separatistas como Macía,
Companys, etc., a los cuales postulaban como salvadores del mundo,
craso error, ya que llevaron a sus países respectivos a la hecatombe,
llevándolos a sendas guerras fratricidas. Estos denominados embaucadores
se preocuparon muy mucho de quitar de la Federación todos los libros que
hacían alusión a los citados filósofos y políticos donde figuraban sus
nombres por ser de su propiedad y los destruyeron (especialmente uno de
ellos que estaba bastante involucrado).
Posteriormente, la mayoría de ellos se incorporaron a la contienda,
traicionando a sus estudiantes y escuchantes que debido a las ideas que
ellos les metieron en la cabeza se convirtieron en los torturados del
régimen en Guía e ingresados posteriormente en el
Campo de
Concentración de Gando, y algunos hasta condenados a muerte-, y se
hicieron oficiales provisionales.
Los torturadores, y los torturados, eran gente muy conocida, naturales y
vecinos de Guía, aunque entre los primeros había uno que era gallego. Las
torturas fueron verdaderamente atroces. Las palizas, a que eran sometidos
los torturados, producían con cierta frecuencia graves hemorragias, tanto
bucales como por los conductos urinarios, y más de uno sufrió
trastornos pulmonares, llegándose incluso a dar la circunstancia de que a
uno de estos pobres infelices le hicieron comerse una corbata roja -que
tenía serigrafiados la
hoz y el martillo-, desarrollándose el "banquete" de la siguiente forma:
ingestión de trozo de tela, buche de agua, y así hasta la finalización de tan
"apetitosa" comida.
No hace muchos años, con lágrimas en los ojos, un señor de nuestro
pueblo muy conocido me comentaba que, como soldado, tuvo que hacerle
guardia a su padre y a su hermano, entre otros, que estaban presos -por dentro de
las alambradas- en Gando, sin poderlos socorrer. Triste y
lamentable, pero así sucedió. Fueron muchos
los jóvenes que se vieron en esta disyuntiva.
Guía posiblemente haya olvidado ya los rencores generados por el
execrable comportamiento de algunos de sus ciudadanos, pero la historia
debe ser fiel testigo de los aconteceres, y éstos nunca se olvidan.
Cuanto he
relatado es verdaderamente espeluznante, y nunca se hubieran dado de no
haber existido la inoportuna participación de los embaucadores, a los
cuales mucha gente de nuestro pueblo recuerdan con toda nitidez y
tristeza. Ojalá nunca ocurra nada parecido, y si así fuera, no seamos
vehementes y recordemos la premisa, de que si uno no quiere dos no pelean.
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