Por conversaciones que le oí a mis mayores, y posteriormente comprobado
"in situ" por mí desde muy pequeñito, en Guía siempre hubo gente rica,
alguna desmesuradamente rica y otra no tanto. Pero el rancio abolengo que
algunas se atribuían era un puro "cuento chino". No cabe duda de que había
personajes que por sus cargos y desarrollo profesional adquirieron cierta
categoría, pero nunca llegaron ha constituir, ni tan siquiera un peldaño,
en lo relacionado con la nobleza e hidalguía que lustrosamente se
arrogaban. Algunos que incluso vivían en precario o como arrendatarios de
ilustres familias nobles, intentaron utilizar los escudos o blasones que
figuraban en los frontis de los caserones que habitaban en beneficio
propio, nada más absurdo y lejos de la realidad. La aristocracia guíense
nunca existió, fue una palabra que ciertas y determinadas familias se
arrogaron, pero sin que en ellas existiera el más mínimo atisbo del
significado de tan elocuente palabra.
Pero lo más llamativo de algunas de estas familias, es que arribaron a
Guía en calidad de titiriteros, exhibiendo osos y monos y tocando
tambores, flautas y algún que otro instrumento. Los cuales, por sus
compromisos y posteriores matrimonios, entroncaron con familias guienses
que tenían cierta relevancia económica. Los aristócratas son unas personas
que ostentan un linaje posiblemente heredado en forma de títulos
nobiliarios, -además les reviste el aulicismo-, cuyo alcance tiene unas
relevantes connotaciones a nivel local, provincial, regional y nacional, y
que suelen poseer un patrimonio acorde con el titulo que ostentan; en
algunos casos, estas ingentes propiedades se denominan latifundios por la
enorme extensión de tales fincas.
En Guía, en aquella época producía hilaridad y hasta cierto punto era
criticable, cuando algún personaje de cierta y determinada familia quería
hacer ostentación, de algo tan alejado de las personas que integraban la
misma, como era la nobleza acrisolada, por otorgamiento real o de manera
graciable por el régimen que gobernaba nuestro país. Algunos estimaban que
tener una propiedad más o menos extensa les otorgaba la gracia de
constituirse en "aristócratas", nada más lejos de la realidad. Hoy se las
llama la "jet set", otra falacia de connotaciones cachondistas, y que solo
los iletrados son capaces de arrogarse, sin ningún mérito que justifique
tan vulgar denominación. Según los ingleses la palabra "Jet" significa
arrojar, echar, lanzar un chorro, ¿velocidad?, y "Set", detener, impedir,
etc., también puede tener la significación de juego u otras similares.
Si nos ajustamos hacer la traducción más o menos, de tan significada
palabra (en boca de quienes dicen ser practicantes de tan ridícula
interpretación), llegamos a la siguiente deducción: detener o impedir
echar un chorro, jugar arrojando un chorro, etc., nada tiene que ver con
el significado tan venerable que estos seres de indolente irreverencia
quieren darle a este juego de palabras de origen anglosajón, sin relación
con la posición o adecuación de un personaje dentro de la sociedad y que
quieren aparentar o lucir lo que no son.
En Guía habían algunos puntos de reunión donde una serie de señoras de
normal condición social, hacían gala de su falta de sabiduría y de su
constatada ingratitud hacía otras personas que de condición más humilde
–en teoría-, sobresalían por meritos propios, y realizando éstos algún
acto académico -conferencia, charla, etc.-, comentaban con insana maldad:
saben, el hijo de fulanito de tal dio anoche una conferencia en el
Gabinete Literario, que sabrá para así hacerlo, y otros comentarios
muy abundantes en forma similar. Recuerdo que había una señora, que no era
ni de Guía, pero que por casamiento residía en nuestro pueblo, que tenia
un espíritu de grandeza de tres mil pares de puñetas, pero cuando se
sentaba en la mesa de su casa a comer, no le alcanzaba ni para hacer unas
acelgas cocidas (que te dejaban el estomago más frío que "la pata de un
santo"), pero eso sí, la pomposa vestimenta que lucía, comprada a plazos
en Quillet, la Americana u otro comercio de este tipo (en algunos casos
sin cumplir con los pagos), la hacían parecer lo que no eran y así criaron
a sus hijos. Todo era una falacia que ridiculizaba a estos personajes tan
ávidos de creerse lo que no eran ni nunca serían unos acrisolados
aristócratas y nunca pasaron de ser unos meros comparsas, algunos con
dinero y otros no.
Recuerdo que algún intelectual de la época le hacía chistes y hasta le
tomaba el pelo por su forma de comportarse. Algunos de estos seres de
pretendidas apetencias aristocráticas solo les faltaba morder, pues
malamente sabían hablar, pero eran los esposos de unas señoras que tenían
dinero y por consiguiente a los humildes les tocaba otorgar. No es ético
nominar aquí quienes constituían esas familias que pretendían acrisolarse,
pero es seguro que la gente mayor de nuestro pueblo las recuerda con total
nitidez. No eran muy numerosas, apenas unas tres o cuatro, a las cuales su
potencia económica, debido a la bonanza de la agricultura -especialmente
de la platanera- las había aupado a un estado inusual. Sin embargo, los
verdaderos terratenientes de Guía nunca manifestaron estas apetencias, les
bastaba su bienestar y el de las personas que andaban a su alrededor. Pero
los infelices a los que me refiero, y la cohorte de adulones que siempre
estaban a su alrededor, gente ésta con verdaderos problemas financieros,
con sus halagos las hacían encumbrarse aun más, celebrando fiestas en el
Casino, donde incluso algunos socios les estaba vetado asistir.
En el año 1970 (aproximadamente), actuaron en Guía Los Gofiones, debió
ser con motivo de las fiestas patronales. Al finalizar la actuación les
dieron un refrigerio en los locales del Casino, yo estaba acompañando a
dos miembros del grupo amigos de toda la vida, Manolo y Juan Falcón
Quevedo, y juntamente con ellos me dirigí hacia la Sociedad de Recreo, el
presidente de turno, descendiente de una de las familias apetentes a
entrar en la Corte -aunque por aquellos tiempos no existía-, intentó
cortarme el paso, siendo socio como era, y de verdad que tuvimos sus más y
sus menos y si no llegamos a las manos fue por la intervención de estos
dos buenos amigos. Quiero hacer constar que Manolo y Juan Falcón, abogado
el primero e ingeniero el segundo, siendo como eran de Guía se
avergonzaron de serlo ante tan extravagante comportamiento del mencionado
presidente. Él se creía un personaje sin serlo y yo hijo de un barbero al
menos honesto, y que llevaba siempre lo suficiente a su casa para poder
vivir desahogadamente, posiblemente el no pudiera decir lo mismo en este
aspecto, pero ostentar la presidencia del Casino vestía, revestía y daba
cierta categoría, creía él.
En Guía habitaban personas muy relevantes de todos conocidas, pero si
algunas merecieron la denominación de áulicas, éstas fueron sin lugar a
dudas doña Eusebia de Armas-Almeida y doña Dolores de Sosa, distinguidas
señoras merecedoras en todo momento de ser nominadas con algún titulo
nobiliario, por el gran mecenazgo que practicaron en nuestro pueblo y por
la indudable clase y categoría que atesoraban. Entre el resto de nuestros
vecinos, unos con más dinero que otros, todos teníamos el mismo rango y la
misma solvencia social. Quizás entre los más humildes hubiera más cultura
y más sapiencia. Recordare siempre unas elocuentes palabras pronunciadas
delante de mi por Don José Pérez -sacerdote-, conocido por el cura Macho,
que decía "que el estudio y el conocimiento de la música culturizaba al
hombre". Este insigne personaje fue un gran organista y clarinetista.
En Guía nunca hubo aristocracia, todo fue un invento de las personas
pudientes -aunque no todas lo eran-, para agrandar su posicionamiento
social, pero sus apetencias jamás rebasaron las fronteras guienses. Es
posible que este trabajo me traiga algún quebradero de cabeza, o alguien
intente polemizar, pero les puedo asegurar que si así fuera, liándome la
manta a la cabeza haría otro dando nombres y pistas de estos seres, que
queriendo ser grandes nunca lo fueron y que estimo es mejor dejarlos
descansar. Solo he tratado de revelar una parte de la historia de Guía,
donde alguien intentó dar celebridad y honores a personas que nunca la
merecieron, convirtiendo tal actitud en una verdadera falacia y
vulgaridad.
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