Aquel día doña Pilar tenía excesivo calor. Corría el verano de 2001. Recuerdo que estaba sentada en el salón principal de su casa leyendo una novela. Huyendo del bochorno abandonó por propia iniciativa el salón y se vino a la estancia que da a la terraza; al verla, nos apresuramos a ponerle un cojín en una silla para que se sentara con nosotros. Mi amistad con su hijo Juan Luis, desde la infancia, posibilitó esta charla y muchas otras que le precedieron.
Se me ocurrió, pues, que era un buen
momento para tener una conversación a fondo con ella respecto a
algunos periodos y personajes concretos de nuestro municipio.