mircoles, 12 de noviembre de 2008 | |
Don Luís Cortí: por qué llegó a Guía en 1942 Pedro González-Sosa Hace escasos días la ciudad de Guía de Gran Canaria, organizado por su ayuntamiento, dentro del programa de actos de las fiestas patronales, se celebró un homenaje –largos años esperado— a la figura de un aragonés, don Luís Cortí Vilás, que llegó en 1942 con un contrato de un año para dar clases en el recién fundado colegio “Santa María” y cuya estancia se prolongó hasta 1973. Entre los participantes me cupo la satisfacción de pronunciar las siguientes palabras que podrían enriquecer la todavía ignorada biografía completa de este entrañable catedrático. * * * No voy insistir sobre la personalidad intelectual y docente de don Luís Cortí porque, aparte que todos conocimos su talento y sus inquietudes, otros oradores han destacado con mas elocuencia la gran labor que realizó no solo en los centros en los que impartió clases en esta isla, primero en el “Colegio Santa María” y mas tarde en el Instituto, sino por su vinculación en la sociedad de Guía de aquel entonces apoyando iniciativas culturales y sociales de forma que, aunque cuando llegó su pensamiento era permanecer solo un solo año, aquí arraigó profundamente, aquí nació su hijo y aquí reposan sus restos y los de su familia. Voy a esbozar de forma muy somera algunos detalles y curiosidades del hombre que hoy homenajeamos, y que conozcamos un poco mas, por mi condición de buceador de la historia, sobre algo tal vez que desconocíamos algunos de nosotros, y principalmente sobre lo que mas de una vez nos hayamos hecho dos preguntas. ¿Por qué llegó don Luís Cortí desde tan lejos a Gran Canaria?. ¿Cuando arribó con su familia para arraigarse en Guía?. Intentamos desvelar hoy aquí estas preguntas a pesar de las fuentes vagas e imprecisas que hemos manejado por la lejanía en el tiempo entre su arribada y el presente, cuando han pasado casi setenta, pero tengan la seguridad que se aproxima a la realidad. Primero es necesario aludir, aunque sea someramente porque es de todos conocida, a la infra-historia de aquel inolvidable colegio que fue el de “Santa María” fundado por don José Rodríguez, don Juan Izquier, don José Quintano y don Vicente Barea. Por fortuna conservo la documentación original recogida en un grueso expediente que don José Rodríguez fue acumulando desde sus inicios en 1939 sobre la gestación y fundación de este centro docente que el venerable sacerdote, conocedor de mi afición por la historia de Guía, me regaló un día a sabiendas que estaría en buenas manos. Se trata de importantes documentos que servirán, algún día, para llevar esta historia a las páginas de un libro que necesitaría del patrocinio o mecenazgo que todavía no hemos conseguido. En aquella documentación se desgrana paso a paso los detalles y gestiones que se hicieron para poner en marcha el colegio, sobre lo que ahora no vamos, lógicamente, a extendernos. Antes de la llegada de la familia Cortí a Guía el “Santa María” tuvo otros –muy pocos—profesores licenciados que hicieron posible el inicial reconocimiento oficial del Centro por el entonces llamado Ministerio de Educación Nacional. El primero fue don Francisco Zumbado Espino que se prestó para cumplir con la exigencia necesaria para la puesta en marcha del centro: después un valenciano llamado Arturo Casell Calatayud que estuvo uno o dos cursos; mas tarde Concepción Vera; el aldeano don Juan José Sosa que vino expresamente de Barcelona donde ejercía la docencia y, además, creo recordar que ya en este época daba clases doña Julia Mendoza. Don Luís Cortí Vilás, había nacido en Zaragoza en julio de 1913, licenciado en Filosofía y Letras dio clases entre 1934 y 1936 en los Institutos Nacionales de Enseñanza “Calderón de la Barca” y el llamado “Instituto Escuela” madrileños donde, en 1936, le sorprendió el llamado Movimiento y sabemos que fiel a su ideario político se incorporó a las filas del ejercito republicano, lo que le supuso irremediables consecuencias. Porque fue detenido, se le sometió a juicio e incluso fue condenado a seis años de prisión que, por las razones que ignoramos, afortunadamente no cumplió en su totalidad. Poco, o casi nada, sabemos de su actividad desde la salida de la prisión hasta la decisión tomada de venir a las islas, aunque suponemos que tendría dificultades para poder desarrollar su labor pedagógica en centros oficiales de los que habría sido depurado. En 1940 se le localiza como profesor de las Escuelas Pías de Sarriá y, un año después, en el curso 1942-43 en el centro de los hermanos de La Salle también de Barcelona, que es cuando le llega la noticia de que en un colegio reconocido canario necesitan licenciados, sin que hayamos podido confirmar rotundamente de que forma le llegó a don Luís, porque es curioso que en el expediente o legajo de la creación del colegio “Santa María” no existe intercambio epistolar entre don José Rodríguez y don Luís Cortí. Solo la existencia de unos telegramas a los que aludiremos enseguida. Don José me aseguró que no habían puesto ningún anuncio y que tal vez la noticia pudo llegar a los centros docentes peninsulares a través de aquel don Arturo Casell que estuvo en Guía en 1940 por el corto tiempo de poco más de un año. Lo cierto es que su hijo Jorge Cortí nos refiere que su madre, la también la recordada licenciada Encarnación Reverter, insinuó alguna vez que la noticia le llegó a ella cuando daba clases en el colegio teresiano de Barcelona y que enseguida se lo comunicó a su esposo, a partir de cuyo momento se puso en marcha las negociaciones. Lo cierto es que la idea del traslado desde Barcelona a Guía fue tomando cuerpo que en la mente de don Luís, por las razones políticas someramente ya aludidas, se fuera alimentando la idea de poner tierra y agua por medio y apartarse de un escenario que le habría sido incómodo, para iniciar una nueva aventura profesional. Entre la aludida documentación respecto a la fundación del “Santa María” existen, efectivamente, unos telegramas que, a falta de fecha en los mismos, se pueden situar a finales del año 1942 por las indicaciones que aporta, y aunque en uno de ellos parece aludirse a la recepción por parte de don Luís de una carta de don José, ni en el expediente aparece la copia ni don José recordaba haberla enviado. En el primer cablegrama don Luís comunica –se supone que después de algunos contactos previos directos o por mediación de alguien-- que en el Diario Oficial del 28 de noviembre, se refiere a 1942, se establece la cantidad mínima de doce mil pesetas por seis horas de clase para los profesores y que aceptarían como mínima proposición nueve mil por cuatro horas y el resto disponible para poder dar clases en otros colegios. Que podrían viajar a mitad de diciembre con pasajes que pagaría el colegio en primera clase que enviarían a Barcelona previamente para intentar salir en el barco del 19 de dicho diciembre. Anuncia que vendría con sus familiares, esto es, su esposa Encarnación Reverter y su hermana Pilar, también licenciadas, sus padres y su hermano pequeño Eduardo. Advierte al colegio que a Guía no vendría ningún profesor que trabajase en la Península en inferiores condiciones. Le contesta don José con otro telegrama en el que se dice que aceptan las condiciones impuestas de nueve mil pesetas por las cuatro horas de clase. A continuación don Luís envía de nuevo un cablegrama en el que dice que aceptan en principio la oferta, pagándole los meses de Verano y que para causar baja en diciembre en el colegio de Doctores de Barcelona deberían abonar ya el pago del mes de diciembre. Para finalizar señalando que “esperamos cable a la siguientes dirección: calle Córcega número 305, en Barcelona”, calle todavía existente y que era donde, a lo que parece, se situaba su domicilio en la Ciudad Condal. Finalmente a finales de diciembre se recibe en Guía un nuevo y último telegrama de don Luís en el que dice: “salimos con familiares mañana haciendo escala primero en la isla de Tenerife y rogamos que acudan a nuestra llegada al puerto en Las Palmas”. La llegada se produjo en la mañana del primero de enero de 1943, viaje que realizó a bordo del buque “Villa de Madrid”. Ya tenemos, pues, en Guía a los tres licenciados que en principio debieron pernoctar los primeros días bien en algún pequeño hotel de Las Palmas o quien sabe si directamente en la pensión que un tal Meláneo tenía en el edificio de la farmacia de don Augusto Hernandez, en la calle de la Cruz o Marques del Muni. Posteriormente ya toman en alquiler primero la casa en la Plaza de San Roque que hace esquina con la del Enmedio, y finamente se trasladan definitivamente a la casa de la misma calle de Enmedio que hasta hacía poco había sido residencia de don Federico Martín. En esta casa, frente a la que era entonces panadería de maestro Joaquín Pons y en la actualidad donde se fabrican exquisitos dulces, vivieron hasta la década de los años setenta del pasado siglo en que la familia se fue repartiendo en torno a aquellos años: su hermana Pilar, que aún vive, casó con aquel excelente alcalde de Guía que fue Juan García Mateo. Sus padres, su hermano Eduardo, el mismo don Luís y su esposa fallecieron en Guía. Finalizo desglosando muy brevemente los recuerdos que conservo de mi primer encuentro, siendo un niño de once años, con don Luís Cortí. En el verano de 1945, teniendo como maestro en la escuela de la calle del Agua a don Angel Molina –esposo de la también maestra de niñas doña Alejandrina, que tenía la escuela en dos casas mas abajo del entones llamado Teatro Viejo y en la actualidad Casa de la Cultura, nos preparó a Pepe Gordillo y a mí para el ingreso en el bachillerato. Nos llevó al “Santa María” situado en la calle de la Carrera y allí nos examinó para el ingreso don Luís Cortí. Fue mi primer encuentro con aquel profesor peninsular, que luego sería habitual porque aquel mismo año hicimos el primer curso 1945-46 siendo, curiosamente, el último que se impartió en aquel viejo caserón de la calle de la Carrera, pues al siguiente de 1946-47 ya pasamos al que había sido cuartel del batallón en la carretera. Hemos homenajeado en Guía a don Luís Cortí, un caballero en el mas amplio sentido de a palabra. Un hombre íntegro, afable, aunque de gran carácter. Honesto. Amigo de sus amigos e incluso de algunos de sus enemigos. Un aragonés que se incrustó de tal manera en nuestro pueblo que, a no ser por el seseo de su conversación, podría decirse que fue un guiense más a quien Guía le debe mucho. Tanto que, incluso después de su reciénte nombramiento como Hijo Adoptivo, está tardando el Ayuntamiento en rotular alguna nueva calle con su nombre para que se perpetúe en la historia de nuestra ciudad. |