lunes, 22 de septiembre de 2008 | |
PSICOGRAFÍAS
“Detrás de cada uno de ellos hay una historia” La soledad Santiago Gil La llevo viendo hace varias semanas. Día tras día me la encuentro sentada en un banco con la mirada perdida. Siempre lleva la misma ropa y siempre está igual de triste y de ensimismada. Nadie sabe cómo ha llegado hasta aquí, ni de dónde viene, ni dónde ha pasado la última noche, en qué portal, debajo de qué puente o en qué calle atiborrada de coches silenciosos. Uno se imagina un mal de amores, una fuerte depresión o el acercamiento a las drogas. Pero nadie se acerca a ella para preguntarle por su vida y por las causas que la han terminado arrastrando por el escotillón de la marginalidad. Sigue ahí, cada mañana, levantando ligeramente la mirada cuando pasas a su lado, pero siempre silenciosa y abstraída, como habitando otros mundos alejados de este mundo de bocinazos, prisas y carreras alocadas. Cada vez hay más, y nosotros, que algún día podríamos llegar a ser cualquiera de ellos, nos acercamos cada vez menos. Nos han enseñado a seguir adelante sin mirar atrás o a los lados. No nos dejan detenernos, y si no paramos ellos no tienen ninguna posibilidad de salir adelante. Les falta la mano amiga o la institución que ofrezca alguna esperanza, una mínima esperanza, algún atisbo que les permita salir de la calle y del aislamiento al que los sometemos a diario. Detrás de cada uno de ellos hay una historia. Nadie nace yonqui, o borracho, o mendigo desnortado que termina hablando solo por las calles. Hay un largo camino de mal fario, poca suerte o falta de ilusiones. Los canarios nunca hemos sido arrolladores ni trepas sin escrúpulos. No nos han ido las carreras alocadas y el mirar para otro lado cuando alguien sufre o está extraviado en la calle. Yo me acerqué y ella me pidió dos euros. Le dije que no llevaba nada suelto, pero ambos notamos que se había roto ese silencio condenatorio con el que maltratamos a los que se van quedando atrás. A los dos días me la tropecé de nuevo y le di los dos euros sin que me los pidiera. No le pregunté para qué los quería. No tenía pinta de estar metida en la droga o de beber hasta caerse en los abrevaderos abyectos de la madrugada. No sé cómo se llama, ni de dónde viene, ni cuáles son sus sueños. No tiene pinta de querer hablar con nadie. Sólo te mira y te atraviesa con unos ojos tristes que llevan una pena lejana. Está sola, completamente sola. Otros también andan solos en sus casas, en mitad de los centros comerciales o en las plazas atestadas de familias con niños los domingos por la mañana. No pido milagros, pero sí quería recordarles que existen y que están al lado de todos ustedes. Sólo hace falta abrir los ojos para verlos. La mayoría de ellos se conformaría con un par de palabras. CICLOTIMIAS Las polillas que ahora matas despreocupadamente y sin esfuerzo serán las que acaben devorando la madera de todos tus sueños. Esta direccin de correo electrnico est protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla PUBLICADO EN CANARIAS7 |
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