José Rivero Gómez La reciente publicación de un libreto dedicado a Domingo Rivero González (1852-1929) - en esta ocasión incluido en una amplia y variada edición impulsada desde el Gobierno de Canarias y donde hacen acto de presencia otros autores-, abre una nueva reflexión acerca del poeta guÃense. Y en particular sobre su modo y manera de ver las cosas que le rodeaban.
Por eso, como nota complementaria de la que se nos ofrece en el prólogo de esta didáctica entrega, vale la pena añadir – al margen de lo afirmado en muchas ocasiones- que atendiendo a los datos recogidos por la prensa de su época, a Domingo Rivero resultó fácil encontrarle por todos los rincones de la ciudad de Las Palmas. En otras palabras no vivió al margen- como se ha escrito- de la sociedad de su tiempo.
De hecho, para mayor abundamiento de su inquieta y publica personalidad, nos encontramos con que el poeta guÃense hizo acto de presencia en la vida polÃtica local como fundador de la Juventudes Republicanas (1869). Y años más tarde, ya metido en el mundo de la cultura, con su labor como directivo del Gabinete Literario (1882-1886). Eso sin olvidar tampoco, como no podÃa ser de otra forma, en la que iba a ser la mejor faceta de su propia existencia vital. Es decir, la de un periplo poético, tan especial como seria el suyo, iniciado con la publicación, en 1899, en el diario España, del poema titulado Las dos Alas.
Con estas referencias - a la que además habrÃa que añadir también la consideración de crÃtico literario con que le distinguieron a principios del siglo XX algunos de sus contemporáneos- conviene evocar, en otro orden de cosas, que Domingo Rivero alcanzó ciertos grados de notoriedad por sus aficiones – asumidas durante su niñez en GuÃa (1852-1864)- a las peleas de gallos y a la lucha canaria. Dicho de otra manera supo conjugar en el tiempo, como un ciudadano más y sin reservas de ninguna clase, las vivencias de su mundo creador con las prácticas habituales de un pueblo sencillo y llano.