martes, 07 de agosto de 2007
Nueva publicación digital

GuiaDeGranCanaria.Org tiene el placer de publicar en un sólo texto las entregas que el autor, Juan Dávila, realizó durante más de un año, tanto a esta web como al blog personal de Alejandro Moreno Marrero, en las que reflejó sus recuerdos de diversos personajes populares de nuestro municipio; texto enriquecido con el trabajo de maquetación de Alejandro y las fotografías que se han incorporado con posterioridad. Antonio Aguiar.
7 de agosto de 2007.


IMAGEN
José González, cariñosamente conocido por José “El Lindo”, entonando una coplilla canaria (Archivo Municipal de Guía de Gran Canaria).

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PRÓLOGO

Históricamente, los personajes populares han sido estudiados dentro de lo se ha denominado folklore (conjunto de tradiciones, usos, costumbres, creencias, leyendas, cuentos y canciones de un pueblo).

La expresión “folklore” fue acuñada en 1864 por el inglés William Thoms; sin embargo, según Francisco Carreras y Candí, parece claro que se trata de algo que existe desde mucho antes de la aparición del citado anglicismo. Aún así, dada la enorme imprecisión que encierra este término, no nos resistimos a decir que -en nuestra modesta opinión- se nos antoja infinitamente más exacto el vocablo alemán “volklehre" que el que se ha venido utilizando hasta ahora.

En los últimos tiempos se han propuesto las palabras demotecnografía (técnica de descripción del pueblo), demopsicología (psicología del pueblo), demobiografía (biografía del pueblo o personajes populares), demosofía (sabiduría del pueblo) e incluso demopedia (instrucción o enseñanza del pueblo) para hacer referencia a estos aspectos del folklore.
Sea como fuere, escasos han sido los tratados folklóricos que han abordado en nuestro país el estudio de los personajes populares. En este sentido, la primera referencia bibliográfica de esta naturaleza que se conoce nos lleva a la obra de Cristóbal Suárez de Figueroa titulada "Plaza universal de todas ciencias y artes", publicada en Cataluña en el año 1615 y donde se dedica numerosos artículos a la descripción y análisis de los llamados personajes populares y de oficios (alcahuetes, bailarines, buhoneros, cazadores, casamenteros, ciegos, danzantes, rameras, soplones, alarifes, algodoneros, barberos, cuchilleros, carpinteros y otros varios) de la España de la época.

Desde aquel momento pasaron varios siglos hasta volver a encontrar en nuestra literatura folklórica nuevos trabajos dedicados al estudio de estos entrañables personajes, pues fue en el año 1831 cuando el estudioso malagueño Serafín Estévanez saca a la luz una serie de artículos en los que gentes como, por  ejemplo, "Manolito Gázquez "El Sevillano" aparecen maravillosamente retratadas.

Inferior en cuanto a viveza y colorido a Serafín Estébanez, aunque no por ello menos relevante, sería la figura del folklorista madrileño Ramón Mesonero Romanos, quien, entre 1832 y 1836 respectivamente, publica en la capital española los dos tomos de las afamadas "Escenas matritenses".

Muchos especialistas han considerado que la diferencia existente entre ambos autores estriba, básicamente, en que mientras Estébanez se limitó a recoger en sus artículos episodios brillantes del pueblo andaluz, Mesonero Romanos rescató también aquello que, sin bullangas, sin estridencias, sin relieve, frío e incoloro, formaba parte de la cotidianidad del Madrid de entonces.

No hay duda de que, a primera vista, parece que las escenas matritenses de Mesonero Romanos son artículos sin más trascendencia que la de entretener al lector pero, cuando se profundiza en ellos, se puede apreciar la sutileza de un observador que dedicó su vida a mirar a sus conciudadanos de toda clase y condición social para conservar sus memorias.

Fragmento del prólogo de las Escenas Matritenses de Ramón Mesonero Romanos: "el hombre en el fondo siempre es el mismo, aunque con distintos disfraces en la forma: el palaciego que antes adulaba a los reyes, sirve hoy y adula a la plebe bajo el nombre de tribuno; el devoto se ha convertido en humanitario; el vago y calavera en facciosos y patriota; el historiador en hombre de historia; el mayorazgo en pretendiente; el chispero y la manola en ciudadanos libres y pueblo soberano. Andarán los tiempos, mudáranse las horas, y todos estos tipos, pasarán, como los otros, a ser añejos y retrógrados, y nuestros nietos nos pagarán con sendas carcajadas las pullas y chanzonetas que hoy regalamos a nuestros abuelos. ¿Quién reirá el último?"

El editor madrileño Ignacio Boix, siguiendo esta misma línea de trabajo, concibió la idea de realizar una colección dedicada a los personajes populares. Desde un principio deseó que la obra fuese colectiva y así surge en 1843 "Los españoles pintados por sí mismos", una colección en la que el Sr. Boix recurrió a los principales folkloristas españoles de la época, entre los cuales -obviamente- se encontraban los dos personajes antes citados así como Manuel Bretón de los Herreros, Juan Eugenio Hartzenbusch, Vicente de la Fuente, José María Tenorio, Fermín Caballero, Juan Martínez Villegas, Jacinto de Salas y Quiroga y otros muchos que decidieron encubrirse con el anónimo.

Años más tarde, concretamente en 1848, vería la luz la primera edición de la obra "Doce españoles de brocha gorda" del escritor Antonio Flores, quien ya había colaborado en la colección anterior, pero que, esta vez, penetrando más en la vida popular y analizando minuciosamente las características diferenciales de los individuos, logró hallar personajes que no habían sido estudiados hasta ese momento.

A todo esto, fue algunas décadas después cuando el Romanticismo literario español enlaza con lo que sería denominado "Costumbrismo canario", un movimiento que -como su propio nombre indica- prestaría especial atención a las costumbres típicas (entiéndase también los personajes populares) de nuestras islas. Dicho lo cual, conviene aclarar que en Canarias por entonces no existían formas concretas de costumbrismo sino sutiles derivaciones de un interés por los "tipos y personajes populares" que, mezcladas con otras formas literarias, iban desde la aproximación folklórica hasta la crónica periodística.
Así, dejando a un lado el antecedente que supone la prosa lírica que representa el lanzaroteño José Clavijo y Fajardo al preocuparse por algunas gentes populares propias de cierto periodismo ilustrado tardío, es sólo a partir de finales del s.XIX cuando se pueden identificar en el Archipiélago algunas huellas folklórico-costumbristas.

No obstante, el interés por las personas y comportamientos de la región canaria comienza a observase con cierta claridad en “Canariadas de antaño”, una obra la obra de los hermanos Millares Cubas (publicada en 1926) donde se describe con gran minuciosidad las peculiaridades de muchos de los tipos populares habidos en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a comienzos del s.XX. 

En este contexto, también deben ser citados otros prosistas y dramaturgos del llamado regionalismo finisecular: Desde Benito Pérez Armas hasta Ángel Guerra, pasando por Diego Crossa. A pesar de todo ello, se ha considerado al ¿modernista? Alonso Quesada, gracias a su obra "Crónicas de la ciudad y de la noche" (1919), el primer escritor en el que -definitivamente- se pueden vislumbrar determinadas formas costumbristas.

De otro lado, algunos autores posteriores quisieron regresar de nuevo al costumbrismo decimonónico a través de la descripción -retocada por el humor- de diversos personajes entrañables. Este sería el caso, obviamente, de Francisco Guerra Navarro, quien a través de Pepe Monagas representó al personaje popular canario por antonomasia.

En 1963, el folklorista Néstor Álamo publicaba la primera edición de su estudio sobre la poetisa grancanaria Dña. Agustina González y Romero (cariñosamente conocida como "La Perejila"), donde nos acerca a unos de los personajes más populares de la Vegueta de finales del XIX.

Relativamente recientes son, solo por citar algunos, el trabajo del prof. Bethencourt y Massieu acerca de D. Antonio “El comerciante de la calle de la Peregrina”, la obra de José Miguel Alzola sobre el jardinero D. Chano Corvo o, incluso, el ensayo de José Luís López Pedrol dedicado a la tan recordada Lolita Pluma.

Asimismo, también habría que mencionar los diversos artículos que el cronista Martín Moreno recoge en su obra “Siesta de Memorias” sobre personajes galdenses como Periquito Acedo, D. Marcos Domínguez “El Marqués” y Maestro Juan Cubas, entre otros. Además de ello, no debemos olvidar los diferentes apartados que el escritor José Rodríguez Batllori -en su libro titulado “Gáldar entre ayer y hoy”- dedica a Pepito “El Sacristán”, D. Francisco “El Inglés”, Rafaelito “Pistoleras”, Antonio “Juliana”, Pepito Molina, Juan Catalina, Miguelito “El Barbudo” y muchos más.

De igual modo y manera habría que destacar la hermosa semblanza que Sebastián Monzón Suárez realizó sobre Pancho Platero, las de Juan Manuel Suárez Rodríguez acerca de Antoñito Martín y José María Gil, la de Manuel Abrante y José Miguel Perera sobre Juanito “El del Pozo”, las de Francisco Suárez Moreno (Cronista Oficial de La Aldea) acerca de Seña Severa Montesdeoca y María “La Meliana” así como el maravilloso trabajo que el historiador José Roque Falcón dedicó al gran Geño Estévez. 

En fin, llegados a este punto solo nos queda añadir que -afortunadamente- en esta ciudad de Guía de Gran Canaria tampoco han faltado quienes se hayan interesado por el estudio detallado de nuestras gentes más entrañables. Así pues, nos referimos a los interesantísimos artículos que el periodista Santiago Gil realizó sobre Tomasín o Santiago García “Charlot”, al memorable estudio que Antonio Aguiar dedicó a Paquito Gordillo y, por supuesto, a la colección de personajes populares guienses realizada por el memorialista Juan Dávila-García que hoy se presenta al lector y en la cual su autor ha rescatado del olvido una buena parte de nuestra historia chica que se dirigía, irremediablemente, a desaparecer en la oscuridad de los tiempos.

                                  ALEJANDRO C. MORENO y MARRERO
                             En Guía de Gran Canaria, a 17 de Septiembre de 2006
 

ÍNDICE
 
Antonio Huertas
Francisco Miranda
Manolito Artíles
Lala “La Barrendera”
José “El Lindo”
Sasito García
Maestro Pedro Porín
Polo “El de La Atalaya”
Pancho “El Carnero”
Manolito “El Fatigas”
Juan y Juanillo Malacara
Maestro Pepiyiyo
Paquito “El Canuto”
Panchito “El del Molino”
Miguel “El Gitano”
Pepito “El de Maestro Blas”
Fernandito “Pan de a perra”
Albertito Dávila
Paco Tlé y Gregorio Miranda
Pancho “El Cartero”
Maestro Manuel “El Cuetero”
Maestro Juan Pina
José “El Churro”
Maestro Pedro Cruz “El Guardia”
Paco Mano
Antoñito Armas “El Carpintero”
Juan del Toro
Manolo “El Pochibío”
Manuel Concepción
Ramón Jiménez
Paco “El del Parralillo”
Chencha Dávila
Manolito “El Cabo”
Antoñito “El de la Botica”
Pacolín
Cristóbal García
Maestro Pedro Churchill
Lito “El Guajiro”
Pepito Martín
Pepe “El Mudo”
Lolita Jiménez
Dña. Eusebia de Armas
Geño Abreu
Salvador “El Pollo de Anzo”
Juan García Mateos
Rogelio Calero
D. Francisco León
Bernardito “El Practicante”
D. José “El Cura Macho”
Salvador Vega
D. Luís Cortí
Santiago Castellanos
Celita Sosa
Pepe “El Rubio”
Maestro Daniel Seguidillas
Pepe Julio García

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Modificado el ( sbado, 15 de diciembre de 2007 )